Ernesto Muñiz: Su papel está en la calle

Por Carlos Meraz

Su mamá resignada le decía: “Ay mi’jo ya vas de nuevo con tus recortitos...”. El reclamo al principio hacía que Ernesto Muñiz se sintiera como un niño poco valorado y hasta lamentaba no haber sido abogado, como lo anhelaba la creadora de sus días, o ya de perdida culminar la carrera de diseño gráfico en la Universidad Iberoamericana que interrumpió para ser fotógrafo periodístico, oficio que perdió por culpa de... una manzana. 

Hoy es todo un exponente del collage barroco pop, que igual expone en galerías de Europa que pega su obra en las calles de Madrid, donde radica con su esposa toscana, con esos “papelitos” convertidos en arte y ya reconocidos internacionalmente “como un Ernesto Muñiz”, con un provocador sello: “corazón omnipresente, explosión de fulgurantes colores, representaciones sacras, carga lúdica, irreverencia y referencias icónicas de la cultura mexicana”.

Con la lente capturó imágenes citadinas premiadas en el exterior, como la emblemática Zócalo surf, de un espontáneo joven enmascarado trepado en una tabla sobre la insurgente ola humana que bañaba la plancha de la Plaza de la Constitución. Ahora, con sus tijeras y “papelitos”, ha creado composiciones conocidas en ambos lados del Atlántico, como el cartel de la segunda temporada de la serie de Netflix, Narcos o el reciente símbolo iconográfico de la pandemia en España y Europa, La coronavirgen.

LA MANZANA DE LA DISCORDIA
Como en un cuento de Disney, cuando la vida le sonreía, pues su crónica visual Rigor Mortis era acreedora al único premio internacional de la Society For News Design de 2007 para el staff de foto del diario donde laboraba; una bruja oportunista del área lo acusó con el departamento de recursos humanos de ser dueño de una manzana usada como pipa para la cannabis, escondida sobre una cornisa del inmueble. Al día siguiente, y ya sin Muñiz en la plantilla, la mezquina mujer se presentó con una canasta de manzanas para repartirlas entre los perplejos reporteros gráficos.

Una ascendente carrera fotográfica, que inició en la agencia Cuartoscuro y recorrió varios periódicos influyentes del país, parecía pudrirse a la par de aquel fruto que le dejó un mal sabor de boca por un tiempo de frustración y desencanto, hasta que un día decidió guardar la cámara y sacar las tijeras para recortar imágenes a su alcance, que concretaron sus primeros collages de vírgenes y santos.

“Lo que empezó como terapia para la depresión se convirtió en mi profesión. Primero, un amigo artista me sugirió pegar mis collages en la calle y así de mi casa en Santa Fe me iba a ponerlos por la Roma, Condesa, Coyoacán y Polanco, y les agregaba mi email, eran mis Altares de guerrilla.

“Luego una chica de la República Checa me captó con su cámara pegando mis imágenes y lo publicó en la revista Umêlec (Artista), por la cual me invitaron a exponer en el museo Ex Teresa Arte Actual; después me ofrecieron exponer en Londres y en Liverpool, al lado de obra de artistas como Bansky o D*Face”, relató en una charla telefónica desde Madrid.

DE GOOGLE A NETFLIX 
Tras erigirse como un street artist, un día recibió una correo electrónico de un supuesto comprador interesado en su trabajo que terminó siendo alguien de la compañía Netflix, que deseaba que realizara el póster de la segunda entrega de la serie Narcos.

“Resulta que googlearon el término mexican collage y en las primeras búsquedas apareció mi obra Revolucionarios y Guadalupanos, con la figura intervenida de Emiliano Zapata, que les fascinó y es posiblemente mi pieza más significativa”, recordó.

EL ARTE DEBERÍA CONTAGIARSE
Un día antes de que se declarara el confinamiento en Madrid por el brote del coronavirus Covid-19, basándose en la Virgen del Sagrado Corazón de María con una máscara anti gas y el virus SARS-CoV-2 en su pecho, Muñiz creó, en una hora, su más reciente obra de veneración, con la patrona de la pandemia: La coronavirgen.

“La pegué en una calle cercana a la Plaza Mayor y su fama saltó a toda España, Italia y el Reino Unido.

“Sin embargo en esta expresión artística callejera a uno le debe quedar bien claro que no va a durar para siempre y terminará mutilada o destruida por el clima o la gente, pues desde que aparece en una calle deja de pertenecerme para convertirse en una fugaz parte del paisaje urbano”, advirtió.

Al considerar que la fotografía es el oficio exterior y el collage la expresión interior, hasta ahora no ha recortado imágenes propias para incluirlas en su obra plástica. 

“La foto me quedó chica y las tijeras se volvieron mi pincel. En México sólo he expuesto en una ocasión y espero, algún día, montar una exposición en el MUAC (Museo de Arte Contemporáneo) y, por qué no, en el futuro manipular Zócalo surf.

“Admiro a Bansky porque es directo y yo tengo que usar mil papelitos para contar una historia. También a Andy Warhol, que ha influido en el noventa por ciento de los artistas contemporáneos, así como Robert Rauschenberg y obviamente al mexicano Rafael Cauduro”, concluyó.