‘El Monstruo de Xibalba’ : Una fábula mexicana onírica
Por Alejandro Ávila Peña
Ciudad de México .- La ópera prima de Manuela Irene es una producción conmovedora, reflexiva y ensoñadora sobre la muerte, desde la perspectiva más genuina, la infancia.
La muerte siempre ha sido un misterio que el ser humano intenta descifrar desde el inicio de los tiempos, y ‘El Monstruo de Xibalba’, debut cinematográfico de Manuela Irene, que llega a salas de cine este 4 de diciembre y se suma a esa búsqueda desde una óptica profundamente humana, la mirada de un niño.
La muerte desde la infancia
La cinta sigue a Rogelio (Rogelio Ojeda), un niño capitalino que viaja a Yucatán tras la muerte de sus padres. Allí, entre la selva húmeda, los silencios y los cenotes, descubre un territorio donde lo cotidiano se mezcla con lo mítico. El encuentro con un enigmático ermitaño —interpretado por el propio padre de la directora— se convierte en una guía hacia las preguntas que lo atormentan. “Para mí, Emilio es un personaje que se presenta como una cosa, pero cuando uno escarba descubre que es algo completamente distinto”, explica Manuela, quien define esta relación como parte del género de la “amistad improbable”, cuya belleza radica en juntar “dos personajes dispares que participan en la búsqueda del otro”.
La sensibilidad con la que Manuela aborda la muerte en el filme nace de una inquietud que tuvo desde la infancia. La directora reconoce que este tema le perseguía cuando era niña. “Era algo que yo pensaba obsesivamente… les dije a mis papás: ¿qué pasa después de la muerte?", comenta. Esa pregunta simple fue el catalizador para que años más tarde, en 2010 comenzará a preparar este filme, que explora el duelo y la aceptación.
El contexto maya no es un adorno folclórico, sino una elección profundamente personal. La directora relata que la inspiración surgió al visitar por primera vez Yucatán: “Había elementos de la naturaleza que todavía están acá, como los cenotes o las leyendas que eran parte de la mitología maya. Me pareció muy atinado mezclar estos dos mundos”. Ese choque entre lo urbano y lo ancestral se amplifica con la presencia de “Mickey Maya”, una pieza prehispánica hallada en Mérida que, según ella, “tenía que estar en la película” porque permite mirar este universo desde la ingenuidad de un niño.
Un relato nostálgico
La construcción estética y emocional de “El Monstruo de Xibalba” también se sostiene en las influencias cinematográficas que marcaron a Manuela Irene desde su infancia. La directora reconoce que obras como Stand by Me y E.T. moldearon su sensibilidad narrativa. “Te quedas muy marcado porque como niño verte en la pantalla grande, verte representada es muy bonito, que las aventuras infantiles sean centrales”, explica. Esa huella se refleja en su película, donde lo fantástico surge con naturalidad y la exploración del mundo exterior es también un viaje hacia la propia interioridad.
Visualmente, la película logra una atmósfera hipnótica, la cámara observa sin invadir, dejando que la naturaleza respire alrededor de los personajes. Esa sensibilidad dialoga con el mensaje final que la directora desea plantear: “Mi esperanza es mostrar que otra relación con la naturaleza es posible… que no tiene que tratarse de dominio ni devastación”. Esta filosofía impregna toda la narrativa, invitando a reconciliarse con el entorno y con el propio ciclo de la vida.
El trabajo de Rogelio Ojeda sostiene el filme con una naturalidad conmovedora. Su vulnerabilidad convierte cada silencio en una revelación. Él mismo revela cómo el proceso lo transformó; al inicio “no entendía bien el guion”, pero al estudiarlo “empecé a entenderla” y a conectar con la intención emocional del proyecto.
‘El Monstruo de Xibalba’ es, en esencia, una fábula íntima sobre crecer entre sombras y mitos, aceptar la muerte y aprender a mirar la naturaleza con nuevos ojos. La película no busca asustar, sino, despertar.
