Germán Vilella: Un guiño para el regreso de Los Rodríguez

Foto: Cortesía Germán Vilella

Por Carlos Meraz

El porteño ego del argentino Andrés Calamaro se esfumó para la reconciliación con sus otrora compañeros: “Sinceramente, echo de menos estar en un grupo como Los Rodríguez” y en el flirteo oral hasta definió su fugaz estadía como “fuimos Tequila reposado”, durante la presentación en octubre pasado del libro biográfico de la banda Sol y sombra.

Un “hasta luego” no es un adiós definitivo, según la premisa de la legendaria banda hispano-argentina Los Rodríguez, aunque esa despedida temporal se haya extendido por 25 años hay una latente esperanza de un retorno y —tras la mediática reunión por la publicación del libro en Madrid en octubre de 2020—, ahora el histórico baterista, el español Germán Vilella, corresponde con un guiño para un hipotético reencuentro con los argentinos Andrés Calamaro (voz y teclados) y Ariel Rot (guitarra), quienes recientemente aceptaron participar a la distancia en la grabación de su bucólica y nueva composición Al monte a silbar, firmada bajo su sobrenombre de Dukakis.

Incluso en el tema Vilella se encargó de ejecutar la batería, percusiones, guitarra, bajo y la voz, con mezcla a cargo de Joe Blaney, el productor de las últimas grabaciones de su exgrupo.

“Les mostré la canción y la intención de publicarla otra vez en una nueva versión, porque ya estaba en un disco de demos y maquetas que publiqué hace años. Mi intención era grabarla con las condiciones que merece la canción, porque me parece muy adecuada para el momento que vivimos, de tomarse las cosas relajadamente e intentar vivir la vida y no morirla, que es casi lo que parece a lo que nos están abocando”, explicó Vilella. 

Los Rodríguez siempre fueron una banda de todo o nada, de antípodas y excesos, de vida y muerte, pero nunca de medias tintas solamente de “sol y sombra”, como el taurino nombre de la canción homónima a la reciente biografía de Kike Babas y Kike Turrón (BaoBilbao Ediciones, 2020).

Quizá por ello sólo les bastó siete años (1989-1996) para forjar su leyenda y musicalmente comerse a España en la última década del siglo XX, enseñándole a toda una nación cómo se fusiona la rumba flamenca con rock en su emblemático Sin documentos (1993), uno de sus tres últimos discos más exitosos junto con Palabras más, palabras menos (1995) y Hasta luego (1996).

“Yo aporté la rumba al rock y la pelea tradicional que sin la rumba era de Puerto Rico o Catalunya, como yo estaba entre esos dos sitios (su padre era boricua), pues incluí el rock en esa fórmula y resultó bastante exitosa”, destacó.

HASTA LUEGO NUNCA ES UN ADIÓS 

Como suele suceder en las grandes y exitosas bandas, su ruptura se fincó en diferencias monetarias, impuestas por Calamaro con un ardid para modificar los porcentajes de ganancias de los shows en directo: 40 para él, 30 para Ariel Rot, 20 para Germán Vilella y tan sólo el 10 por ciento para su “Keith Richards español”, el deteriorado guitarrista Julián Infante. Obvio nadie aceptó y en 1996 la agrupación se disolvió, no sin antes editar Hasta luego, un soberbio recopilatorio de profético título.

El plan del cantante de agitada melena funcionó y quedó libre para emprender una fructífera carrera en solitario. Cinco lustros después, en Sol y sombra describió su estrategia como “infame” y hasta públicamente pidió perdón a sus camaradas.

Incluso Calamaro descartó ser “el Yoko Ono de Los Rodríguez”, al recordar que pese a estar en el pináculo de su carrera, la desintegración era irremediable, pero supuestamente nunca definitiva y mucho menos a raíz de la muerte por VIH de Infante, el 4 de diciembre de 2000.

Paradójicamente, el dinero que en teoría los separó, también podría reagrupar a Calamaro, Rot y Vilella para un posible nuevo álbum y una gira transcontinental.

“Hace unos cuantos años que reemprendimos la mejor versión de nuestras relaciones personales. Antes no fue posible y, de hecho, hubo muchas ofertas sustanciosas en lo económico, pero no estábamos en nuestro mejor momento en nuestras relaciones personales.

“Ahora, el problema es de agendas… pues tanto Andrés como Ariel tienen agendas apretadísimas y yo, como docente, investigador, académico y estudiante, llegado el momento supongo que todo eso podría acomodarlo... Las asperezas se limaron desde hace tiempo y sí, en efecto, el tema Al monte a silbar es un guiño mío hacia esos dos genios”, advirtió Vilella.

UN RODRÍGUEZ EN EL PARAÍSO

Tras la desbandada de Los Rodríguez, Germán Vilella cruzó el Atlántico para vivir en Puerto Rico, Estados Unidos y Argentina para alejarse del ajetreo citadino en Girona, en la Catalunya profunda, olvidándose del rock star dedicándose a la docencia de inglés y música.

A su trabajo como profesor de batería, el músico de 57 años sumó una carrera universitaria en Pedagogía, un master en Neuropsicología y otro en Orientación Educativa.

“Estoy en la frontera con Francia, en la Costa Brava, con los Pirineos, la montaña y el Mediterráneo, es el paraíso”, concluyó.