La Bande-Son Imaginaire ofrece ritual inolvidable en el Metropólitan
Por Aarón Cruz Soto
El Teatro Metropólitan se convirtió la noche del 5 de septiembre en un escenario fuera del tiempo. La penumbra, los símbolos rituales y la teatralidad marcaron el regreso de La Bande-Son Imaginaire a la capital.
Lo que ocurrió sobre ese escenario fue más que un concierto: fue una ceremonia colectiva en la que la música oscura de los oaxaqueños se convirtió en invocación y en comunión.
Identidad forjada en lo distinto
La agrupación nació en 2014 en Oaxaca bajo la guía de los hermanos Óscar Tanat y Heri Ángelo Tanat. En 2023 se unió Bram Hernández al violín. Juntos han construido una propuesta que une darkwave, post-punk y electrónica con elementos de la cosmovisión indígena, poesía francesa y recursos teatrales.
Expectativa dentro y fuera
Desde temprano, las inmediaciones del Metropólitan anunciaban lo que estaba por suceder. Vendedores ofrecían máscaras blancas y sombreros de bejuco, como los que usan los huehuentones en el Día de Muertos. El público que hacía fila era tan diverso como la propia banda: adolescentes con cabello pintado y vestimenta oscura convivían con adultos en ropa casual. El rumor era compartido: se esperaba un espectáculo distinto a todo.
Primer acto: “El Caronte” electrónico
La ceremonia comenzó con DJ Scorpio 69, quien apareció como un demonio alado para guiar a los asistentes a las profundidades del ritual. Con vinilos oscuros hiló mezclas que iban desde And One hasta Rammstein, y contra lo esperado en un pre-show de teatro, la audiencia no permaneció quieta. El Metropólitan se transformó en pista de baile, mientras el “Caronte” abría la puerta al inframundo.
Segundo acto: El levantamiento de los muertos
Un video con imágenes de un funeral anunció el inicio del segundo bloque. El mensaje era claro: los muertos estaban listos para levantarse al llamado de los músicos. El ambiente se volvió solemne y expectante. Cada imagen proyectada en la pantalla fue preparando el terreno para la entrada de la banda.
Tercer acto: La fiesta de las ánimas
Con el público en silencio, los hermanos Tanat y Bram Hernández irrumpieron en escena envueltos en petates. El gesto, un tributo a la tierra y a la muerte, inauguró el acto central. La primera canción, “Mexican Wave”, desató los gritos y el entusiasmo colectivo.
El repertorio avanzó con fuerza. “Je sais pas papa”, “Macabre”, “Cabaret” y “Música Desastre” hicieron vibrar al público, pero el clímax llegó con “Chez Toi”. Ataviados como fantasmas, los músicos desplegaron telas y máscaras que daban la ilusión de vuelo dentro del recinto. La teatralidad de la escena arrancó gritos y aplausos. Algunos asistentes comentaban que esa coreografía ya ha sido replicada incluso en festivales escolares, muestra del impacto cultural de la banda.
No faltaron las sorpresas. Entre ellas, el estreno de “Disco”, un homenaje a la música bailable de los sesenta. El tema se acompañó de un videoclip con diablos mixtecos y afromexicanos, además de la participación en vivo de Scorpio 69. Óscar Tanat, con humor, invitó a la gente a cantar en francés, lo que provocó risas y un ambiente de complicidad.
Más allá de la música
Lo que ofrece La Bande-Son Imaginaire trasciende el formato de concierto. Ellos mismos lo explican: “No queremos que la música sea el único mecanismo de transmisión, también deben estar presentes el teatro, la danza, el cine y la poesía”. Para los integrantes, el verdadero impacto se da frente al público, nunca en los registros audiovisuales.
Un cierre teatral
La despedida fue tan cuidada como todo lo anterior. Los músicos hicieron reverencias como si bajara el telón de una obra teatral. El público respondió con ovaciones largas y un aplauso que no quería apagarse.