Marilyn Monroe: Sesenta años sin una adorable criatura

Foto: EFE

Por Carlos Meraz

En su libro Música para camaleones, de 1980, el genial escritor estadounidense Truman Capote incluyó una insuperable semblanza de Marilyn Monroe, pero no de la rubia explosiva que se erigió como la consentida de Hollywood, sino de la mujer frágil e insegura que se escondía detrás de la inconmensurable grandeza del mito sexual.

En su clásica descripción, el también célebre amigo de la encarnación del pecado narra cuando la acompañó a una capilla funeraria neoyorquina a despedir a su maestra de actuación Constance Collier, quien en vida describiera como nadie y tan solo en tres palabras a la chica sensible detrás del glamoroso sex symbol: “Una adorable criatura”. 

Este 4 de agosto se conmemoran 60 años del deceso de Marilyn, cuya versión oficial terminó acreditándose a una sobredosis de barbitúricos, aunque aún se cree que detrás de su sorpresiva muerte, a los 36 años, se esconde el FBI, la CIA y los candentes affaires que mantenía con los poderosos hermanos Kennedy: el presidente del país de las barras y las estrellas, JFK, y el fiscal general de EU, Robert.

ÚLTIMA LLAMADA

A la actriz californiana, poseedora de un avasallador carisma, rostro inolvidable que combinaba inocencia y seducción, platinada cabellera y un cuerpo tallado por Dios y esculpido por el Diablo, le bastaron cinco películas de su filmografía para pasar a la posteridad como el eterno icono de la cultura pop: Gentlemen prefer blondes (Los caballeros las prefieren rubias, de 1953), How to marry a millionaire (Cómo casarse con un millonario, de 1953), The seven year itch (La comezón del séptimo año, de 1955), The prince and the showgirl (El príncipe y la corista, de 1957, y Some like it hot (Una Eva y dos Adanes, de 1959). 

En la cúspide de su carrera y en el fondo de su vida personal, Norma Jeane Mortenson o Norma Jeane Baker fue encontrada sin vida en el dormitorio de su casa en Los Ángeles, en un supuesto suicidio que ni en ese entonces ni ahora dejó convencidos a sus admiradores.

La rubia más famosa del orbe, quien alguna vez definió al monstruo fílmico que la encumbró como su máxima diva: “En Hollywood te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma”, tuvo un desenlace tan duro como en sus años de infancia y adolescencia, en la total soledad y con el deseo de una última llamada, tal y como lo describió el ya desaparecido poeta y revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal, en su Oración por Marilyn Monroe: “… la película terminó sin el beso final, la hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono…”.

 

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