Reseña ‘Avatar: Fuego y ceniza’: Un espectáculo que incendia la gran pantalla
Por Alejandro Ávila Peña
La monumental saga de ciencia ficción, ‘Avatar’, vuelve a los cines este 18 de diciembre, ofreciendo un espectáculo lleno de acción, marcado por el dolor y la fe.
Con ‘Avatar: Fuego y Ceniza’, James Cameron presenta la que quizá sea su entrega más ambiciosa, no tanto por la innovación técnica, sino por una narrativa más sombría, cargada de consecuencias emocionales e ideológicas.
Hoy en día, resulta incuestionable el talento y la trascendencia de James Cameron. Arquitecto fundamental del cine contemporáneo; el director ha revolucionado la industria no solo por contar historias memorables a través de imágenes, sino por romper moldes tecnológicos y narrativos. Galardonado por obras como ‘Titanic’, ‘Terminator’ o ‘Aliens’, Cameron ha construido un legado donde la épica y la experimentación técnica van de la mano, creando mundos que parecen respirar más allá de la pantalla.
Desde su estreno en 2009, ‘Avatar’ se consolidó como una de las franquicias más influyentes del cine postmoderno. Aquella primera película deslumbró por su uso pionero del CGI y el 3D, mientras que ‘El camino del agua’ expandió el universo de Pandora con una escala aún mayor, aunque sin recuperar del todo la magia inicial.‘Fuego y Ceniza’ llega como la tercera pieza de esta mitología, ya sin el factor sorpresa, pero con la intención de profundizar en sus heridas.
Una historia de dolor y fe
‘Avatar: Fuego y Ceniza’ retoma la historia de Jake Sully, Neytiri y su familia tras los sucesos de ‘El camino del agua’. La pérdida de Neteyam pesa desde los primeros minutos y marca un tono mucho más desolado. Cameron utiliza este duelo para humanizar a sus protagonistas. Jake y Neytiri no son solo líderes o guerreros, sino padres rotos por la guerra. La muerte se convierte aquí en una herida abierta que evidencia los estragos irreversibles de la guerra.
La muerte de Neteyam no solo marca a la familia Sully, sino que redefine su forma de habitar Pandora. Cameron plantea el duelo como un estado permanente, donde la fe no promete redención inmediata, sino resistencia. Lejos de anular el dolor, la creencia lo acompaña y lo canaliza, convirtiéndose en un frágil escudo frente al odio que la guerra intenta imponer. El clan Sully sigue siendo perseguido por el temible Quaritch, al cual se le une un nuevo aliado, el Pueblo de las Cenizas.
La introducción del Pueblo de las Cenizas, el clan Mangkwan, liderado por la temible Varang, añade una nueva capa al relato. Este grupo Na’vi volcánico, consumido por la rabia y el resentimiento, funciona como un espejo oscuro de lo que ocurre cuando la fe deja de ser refugio y se transforma en arma. Cameron plantea una dualidad constante entre odio y esperanza; mientras los Mangkwan se aferran a la ira como motor de supervivencia, los Sully intentan sostenerse en sus creencias para no perderse en la venganza.
Varang, líder del pueblo de las cenizas, interpretada por Oona Chaplin, es uno de los grandes aciertos de la cinta. Su presencia es amenazante y magnética; encarna el dolor de los pueblos devastados por la guerra y la opresión. A su lado, el coronel Miles Quaritch continúa consolidándose como un antagonista complejo, alcanzando un peso narrativo comparable al de Jake Sully.
Cuando ’Avatar: Fuego y ceniza’ plantea el dolor, la creencia lo representa a través de imágenes épicas, es cuando la película funciona de mejor manera. Lo cierto es que, si las dos primeras no han sido del agrado del público, es muy difícil que esta cambie la opinión de la audiencia.
Cameron, trata de dar un cierre en esta entrega, pero, abre otras posibilidades para expandir este universo a un nuevo nivel. Lo que hubiera sido interesante, es ver más de la flora y fauna del bioma volcánico, y no presentar de nueva cuenta el entorno submarino, pues da la sensación de ver otra vez 'El camino del agua'.
Lo cierto es que, a pesar de la épica que habita en cada imagen, hay que decir que la película, al menos dentro de su propia narrativa, no logra forjar un momento clásico o algo que impacte y sea recordado, como, por ejemplo, se ha visto en otras sagas del género, como Star Wars.
La construcción de Pandora, es un sin precedentes desde su irrupción en 2009; el volver de nuevo a este mundo este año lo vuelve un imperdible; y es que el contemplar la bella creación de las tribus, de la fauna, hacen que esta película sea un obligado de verse en pantalla grande al menos una vez.
La titánica presentación de este filme, solo reafirma el poder del cine para entretener, pero, también para alzar la voz, y que mejor que sea con una obra que transita en la fe, en la esperanza y en enfrentar las adversidades por muy difíciles que estas sean.
El espectáculo definitivo
Visualmente, ‘Fuego y Ceniza’ sigue siendo un evento monumental. Las secuencias de acción en el aire, entre volcanes y selvas, confirman que nadie maneja la escala y la logística de la acción como Cameron. Pandora vuelve a sentirse viva, y el 3D mantiene una inmersión sólida. Sin embargo, es evidente que el apartado tecnológico ya no representa un salto significativo respecto a la entrega anterior. La maravilla sigue ahí, pero el asombro es más contenido.
Cameron continúa explorando la religión, la naturaleza y la crueldad a través del entorno, haciendo de Pandora un personaje más. La introducción de nuevas razas y clanes, como los nómadas del aire, refuerza la sensación de un mundo vasto y coherente, aunque algunas subtramas se sienten dispersas y restan fuerza al conflicto central.
La saga profundiza su imaginario mesiánico al presentar la fe como un vínculo entre destino y sacrificio. Jake ya no es solo el salvador que se vio en la primera entrega, ahora es el creyente que debe aceptar el peso de sus decisiones, mientras que Kiri encarna una figura casi divina, intermediaria entre lo espiritual y lo terrenal.
Cameron sugiere que la salvación no llega desde la fuerza, sino desde la aceptación del designio, reforzando una lectura religiosa donde el milagro nace del dolor. Y es que, al igual que en las cintas pasadas, el milagro se manifiesta a través de la vida que habita en Pandora, siendo la aliada de aquellos que luchan por lo justo.
Épica cinematográfica
Con una duración de 3 horas y 20 minutos, la película es una epopeya en toda regla. No obstante, su mayor debilidad radica en la repetición. El tercer acto recuerda demasiado al desenlace de la entrega anterior, lo que reduce el impacto emocional de una batalla final que, aunque espectacular, resulta predecible.
La banda sonora del filme es solemne; en cada momento aumenta la épica de las secuencias de acción, y con un sonido contundente hace que algunas escenas sean más emotivas y otras más tensas, haciendo que el espectador pueda estar al filo de la butaca.
Las actuaciones cumplen, pero destaca especialmente Zoe Saldaña, quien logra transmitir duelo, furia contenida y esperanza con una expresividad notable. Su Neytiri representa el corazón emocional de la película: una figura que, pese al dolor, se aferra a la fe para no sucumbir al odio.
‘Avatar: Fuego y Ceniza’ reafirma por qué esta franquicia sigue siendo un referente del espectáculo cinematográfico. Es visualmente imponente y ambiciosa, aunque también evidencia el desgaste de una saga que comienza a mirarse a sí misma. Cameron vuelve a demostrar su maestría como showman del cine, pero el desafío ahora no es técnico, sino narrativo; pues el realizador está en busca de brindar la historia que se vuelva trascendental, pues en lo visual ya lo es.