Reseña ‘Valor sentimental: Un acercamiento al trauma familiar
Por Alejandro Ávila Peña
Ciudad de México.– La nueva película de Joachim Trier, 'Valor sentimental', ya se encuentra disponible en las salas de cine de México. Protagonizada por Stellan Skarsgård, Elle Fanning y Renate Reinsve, la cinta es un drama familiar atravesado por la tragedia, la cicatriz emocional y los silencios íntimos que construyen una historia profundamente introspectiva sobre el trauma heredado.
La familia duele
Valor sentimental ha sido celebrada desde su estreno en el Festival Internacional de Cine de Venecia. La nueva obra audiovisual del cineasta noruego Joachim Trier (La peor persona del mundo) se erige como un relato familiar enmarcado en el dolor, el resentimiento y las grietas emocionales que, poco a poco, fragmentan la experiencia humana. Trier vuelve a demostrar su interés por explorar la intimidad emocional, pero esta vez lo hace desde un núcleo familiar que nunca logra sanar del todo.
Con una propuesta visual íntima y reflexiva, sustentada en una composición casi hipnótica, el realizador retrata un escenario cotidiano que, a través de calles, parques y espacios cerrados, despierta una emotividad latente en cada rincón. Lo mundano se convierte en un terreno emocional cargado de memoria, donde el pasado pesa más que cualquier palabra.
La historia sigue a las hermanas Nora y Agnes, quienes, tras la muerte de su madre, se reencuentran con su padre distanciado, el célebre cineasta Gustav Borg. Gustav (Stellan Skarsgård) le ofrece a Nora (Renate Reinsve) protagonizar su nueva película, una propuesta que ella rechaza, detonando un conflicto que va mucho más allá del ámbito profesional.
A partir de este eje narrativo, Trier construye un drama familiar que brilla gracias a las actuaciones de todo el elenco. Lo más fascinante de la narrativa es la naturalidad con la que los personajes se mueven, hablan e interactúan entre sí, no se siente como una simulación de una familia rota, sino como la observación honesta de vínculos desgastados por el tiempo. La tristeza y la desilusión atraviesan cada personaje, sostenidas por interpretaciones de alto nivel.
El silencio se convierte en un componente narrativo fundamental, tejiendo el drama a través de pausas, miradas y ausencias de diálogo. A lo largo de sus dos horas de duración, el filme nos introduce desde el inicio en este hogar fracturado y, gradualmente, revela el origen del conflicto generacional que carcome a sus integrantes.
La manera en que Trier aborda el trauma resulta especialmente efectiva: no lo romantiza, pero tampoco lo expone desde una crudeza innecesaria. El dolor se presenta como una conducta humana moldeada por heridas del pasado y por contextos sociales que condicionan la forma de amar, de fallar y de huir. Trier evita la victimización; ninguno de sus personajes es juzgado ni absuelto por completo. Cada uno carga con su dolor como una herencia compartida, casi como un rasgo identitario de la familia. Y al final, los personajes logran de cierto modo, comprender ello.
El hogar como punto de encuentro del dolor
Uno de los recursos más potentes del filme es la concepción del hogar familiar como eje narrativo. La casa no es solo un espacio físico, sino un personaje más: cada pared, cada banco y cada pasillo funcionan como vestigios del dolor acumulado por quienes la habitaron.
Trier plantea que el hogar es el dolor materializado, un fantasma donde el trauma se manifiesta y la pérdida encuentra refugio. Aquello que socialmente se asume como un lugar seguro se transforma aquí en un espacio asfixiante, donde la desilusión se filtra entre lágrimas contenidas y silencios prolongados. Es en esa contradicción donde la película encuentra una de sus lecturas más contundentes.
La actuación de Elle Fanning aporta una frescura particular a la cinta. Su personaje introduce dinamismo, encanto y una aparente ligereza que contrasta con el peso emocional del núcleo familiar. Representa la inocencia de quienes observan el dolor ajeno sin cargarlo, funcionando como un espejo incómodo para los personajes marcados por el trauma.
Valor sentimental es una película que invita al espectador a reflexionar. Aunque presenta un conflicto ficticio, su virtud narrativa radica en funcionar como un espejo emocional: la casa, los silencios y las heridas familiares remiten inevitablemente a experiencias propias. Es ahí donde la película triunfa, al convertir lo particular en universal.
Incluso cuando Trier recurre a una posible salvación a través de la fe —un recurso que podría considerarse predecible—, lo hace con cierta conciencia crítica. Aunque no es el elemento más sólido del relato, el cuidado con el que construye el conflicto a lo largo de dos horas convierte a 'Valor sentimental' en una obra para la introspección, ideal para estos tiempos de revisión emocional y de conversión espiritual.