Los catrines

Por Gerson Gómez Salas

Ojalá Julio César Chávez le parta la madre al Macho Camacho. 

Le vaya quitando a punta de vergazos lo hocicón. Burlarse de los mexicanos. Eso no se hace. Somos bien chingones. Ya tuvimos un Premio Nobel. Casi hasta llegamos a la luna con un astronauta.

Nos hace falta ganar un mundial de futbol con la selección mayor. Eso es cuestión de tiempo. Vas a ver. En el siglo XXI vamos a convertirnos en la mayor potencia económica y financiera.

Se la van a pelar los chinos y los japoneses. Todo el chile se los vamos a clavar. Pura sabroseada del bueno. Mucho caliente, mucho picoso. 

En la casa del Ñero quedamos de ver la pelea. Televisión de paga. Monitor grande y a todo color. Home Theater Bosé. La ruta 21 nos lleva y nos regresa al barrio. En mi Colombia Moderna. 

De cruce por la barda de Cemex hasta la casa del Carlitos. Parecemos quinceañeras buscando chambelán. Nuestra mexicanidad se mide en los puños del Julio César.

En el gabacho nos dicen espaldas mojadas o frijoleros. Al cruzar el río Bravo nos miran rete feo. Jalamos en trabajos sucios y mal pagados.

El Macho Camacho es puro pájaro nalgón. Se va a ir para atrás. Los puños del Julio son dinamita pura. Cloroformo aleccionador. Si quieres irte al infierno es cosa tuya. Si ves al diablo, le dices como mando saludos.

Los sábados no aceptan la credencial de estudiante. Ni pedo. Pagamos la tarifa completa. En la casa del Ñero los asientos escasos. Nos toca en la escalera de su townhouse.

Así le llama a la leonera. Se la compró su hermana al venirse a vivir a Monterrey. Aquí estudió Ingeniería. Aquí se graduó con honores al preñar a una pianista de iglesia evangélica.

La pelea estelar es pasada las diez de la noche. El servicio de transporte público se muere antes de las 12. Ojalá J.C. en los primeros tres rounds lo mande a dormir con las musas.

Don King con su mata siempre alborotada. El mechón de canas reta la fuerza de gravedad. Compatriotas unidos jamás serán vencidos.

Suena la campana. El intercambio de golpes demuestra lo estudiado de los contrincantes. Nadie desea ceder un centímetro del cuadrilátero. Bailan, se miran con fiereza. En el show del boxeo lo único real son las apuestas.

El Macho Camacho hace la tarea. No desea cambiar de rostro. De por sí ya es bastante precaria su condición masculina. J.C. lo va aflojando. Lo dice cada abrazo sujetador. Pégame pero no me dejes. Pártele la madre. Da el uno dos a la quijada.

En la esquina de J.C. le aplican vaselina. Observan desesperado al campeón. Va a caer, va a caer, el Macho Camacho va a caer.  Los vivas y los hurras se acompasan con la cuenta de diez. 

J.C. conserva la corona. Don King habla con la prensa de la revancha. Debemos darle otra oportunidad. Lo dice en claro español. El negocio de los programas pago por ver. Lo que pasa en Las Vegas se queda en el corazón de todos los mexicanos.

En la avenida Lincoln tomamos el camión 21 de regreso a casa. Nos acerca lo más posible. Ir hasta el centro lo cambiamos por veinte minutos de caminata. La luz de la luna y algo de postes mercuriales.

Sobre Guerrero y Ruiz Cortines la treintena de esquineros nos increpan al bajar del camión. A los catrines, a los catrines. Pies en polvorosa. Aquí corrió antes de aquí murió. 

Los riscos y peñascos nos acompañan a lo largo de la avenida. Por fuera de la barda de Vidriera.  Velocidad superior al kilometraje. La treintena no se rinde. Pedazos de blocks rozan el concreto. Andan intoxicados y faltos de puntería. Los eternos segundos de quien huye. 

Los catrines, los estudiantes universitarios tardan en recobrar el color. La noche es redonda. Julio César Chávez le dio una madriza al Macho Camacho. A nosotros, si a nosotros, por poco nos apañan.

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México