A tiempo completo

Por Gerson Gómez

La educación se imparte en casa. Los conocimientos, en las aulas. Eso nos explicaron desde el primer día. Nuestros uniformes impecables. Las loncheras con el alimento generoso y el jugo para la hora del receso.

Hemos acostumbrado a mal lograr la disciplina de los maestros. La cuestionamos en todo lugar. Olvidamos los castigos corpóreos. El tirón de orejas o la levantada de patillas para los varones. En las damas, las calcetas sin doblar y las faldas por debajo de la rodilla.

Nada de mostrar chamorro o el cabello limpio y acomodado.

Al maestro le correspondía la pauta en el aula. Conocimos maestras tremendas. En barrios bravos. Entronas al momento de impartir justicia. No hicieron mal. Actuaron llevadas por el espíritu de la época.

Por el convencionalismo de la letra con sangre entra. Gracias a ellas, alumnos hiperactivos resultaron encauzados y triunfadores.

Esas apuestas perdidas, las alentaron a dedicar mayor tiempo. Los progresos de sus alumnos revirtieron la inercia social. 

Camadas de educadores notables, muchos de ellos ya jubilados, centraron las bases del aprendizaje comunitario y empático.

Celebrar con Gloria Trevi a los maestros de Apodaca, resulta una majadería del alcalde. Gloria representa el fracaso del gremio. Es una llamada de atención para quienes, ignorantes de todo, planean aceitar sus músculos políticos, con el peor ejemplo de educación y conocimiento, de los últimos 30 años en México.