La Odisea de Dante: Una historia de Cáncer Infantil

El Cáncer Infantil es considerado una de las principales causas de muerte en México, anualmente se registran siete mil quinientos nuevos casos en el país. Lamentablemente, pese a que se trata de casos curables, la mayoría se detecta demasiado tarde. 

 

¿Recuerdas cómo era tu infancia? Seguramente ibas a la primaria, salías a jugar con tus amigos al parque o veías tu caricatura favorita. Tu vida era sencilla y hermosa, aunque no lo sabías.  

Por desgracia, para Dante, no todos sus recuerdos de esa edad son igual de memorables. A este pequeño de once años de edad, sus familiares lo describen como alguien inquieto, dulce, talentoso, deportista, experto jugador de Fortnite, con una sonrisa siempre en el rostro. Pero además de todo, un guerrero que ya libró una batalla con el cáncer.  

Todo comenzó a inicios de 2018. A Dante le comenzaron a salir unas bolitas en el cuello. Itzel, su madre, decidió llevarlo al doctor, quien le dijo que se trataba de una infección dental. Incluso consultaron a dos médicos más, quienes le diagnosticaron lo mismo.  

Pero al cumplir con los tratamientos prescritos y no ver ninguna mejoría, decidieron buscar la opinión de otro experto.  

Por cuestiones profesionales, Iris, su abuela paterna, pudo conseguir una consulta con un pediatra que los recibió sólo unos días después. Concluida la revisión del doctor le mandó a hacer varios estudios, entre ellos una biopsia.  

 El 2 de abril de 2018 recibieron los resultados de los estudios. Dante tenía nueve años cuando le diagnosticaron un “Linfoma de Hodgkin”, la variedad de cáncer menos común de su tipo, que se centra en atacar al sistema inmunológico de quien lo padece.  

 

 

 

 

Después de esto, las vidas de todos los que rodeaban al pequeño cambiaron para poder apoyarlo.  

En palabras de Said, su tío, este proceso trajo un estado constante de preocupación sobre todos, ya que :

“es imposible vivir tranquilo cuando alguien está enfermo, el temor de recibir malas noticias de nuevo es constante, y aunque tienes que parecer fuerte, es muy duro ver enfermo a alguien que amas”, confesó. 

María Isabel, su tía abuela, menciona que a pesar de que procuraba estar fuerte y darle a Dante su mejor sonrisa cada que lo veía, se le partía el corazón de saber por lo que estaba pasando. 

“Uno intenta ser fuerte para darle todo el apoyo que pueda, pero no pude evitar llorar a solas, Dante es un niño al que yo amo mucho y me dolió demasiado verlo delgadito, cansado; pero él es un niño muy fuerte, y siempre le ha echado muchas ganas”, declaró.  

Dentro de las primeras cosas que tuvieron que adecuar fue mantener lo más limpia posible la casa del pequeño, eliminar los tapetes, alfombras y demás objetos de felpa. 

Lo segundo, y más difícil sin duda, fue explicarle a Dante su enfermedad.  

“Siempre traté de ser los más honesta posible con él. Dante es un niño muy maduro, le hice saber que tenía una enfermedad y necesitaba seguir un tratamiento para sentirse mejor”, expuso Itzel.  

El tratamiento de Dante comenzó con quimioterapias. Como todo tratamiento invasivo, tiene efectos secundarios, y en Dante los síntomas físicos se tradujeron a pérdida de peso, fatigas, náuseas y pérdida de cabello.  

A pesar de esto pudo mantener un buen ánimo durante el tiempo que duró el tratamiento, en el que su mayor pasatiempo fue jugar Fortnite.  

Así transcurrió el primer año desde que lo diagnosticaron. Las salas de hospital, las agujas, el dormir en sillas duras, y la soledad de un pabellón de cancerología se volvieron parte de la vida cotidiana de Dante y quienes lo acompañaban. 

Con el paso de los meses y debido a su evolución favorable, creció la esperanza de obtener el estado de remisión, por lo que comenzaron a hacer planes para su regreso a clases y al equipo de fútbol.  

Pero, cuándo se sentían más tranquilos, la detección del riesgo latente de desarrollar cáncer en la nariz provocó que se le realizara una cirugía en las anginas, y se comenzara cuanto antes con radioterapias para contrarrestarlo, lo cual dejó lejos esa posibilidad. 

Es aquí cuando comenzó el episodio más obscuro de su travesía. 

A diferencia de las quimioterapias, las sesiones de radioterapia significaron un fuerte deterioro para su salud y ánimo. Primeramente, lo agresivo del tratamiento le hizo perder también masa corporal; además de que, los medicamentos intravenosos del tratamiento eran demasiado dolorosos, por lo que llegó a tener los bracitos demasiado lastimados.

“La única vez que Dante y yo nos quebramos fue el 9 de octubre de 2018, antes de que entrara a su primera radioterapia; la aguja lo lastimó mucho. Pero le dije que ya habíamos llegado hasta ahí y que no nos podíamos rendir, y yo sé que él se esforzó, por eso está aquí”, contó Itzel.  

Los meses transcurrieron lentos, y las radioterapias vinieron imperturbables, una tras otra. 

Pero el tiempo supo recompensarlos. Al final de las sesiones prescritas una nueva biopsia mostró que todos los sacrificios habían valido la pena, no encontraron nuevas células cancerígenas en su cuerpo. 

Poco después, Dante fue declarado en estado de remisión y tocó una campana, que pocos pueden tener la dicha de tocar.  

Tadeo, su hermano mayor, recuerda cuán importante fue para el niño saberse acompañado, y de qué forma esto lo fortaleció. 

“Fue muy difícil verlo sentirse mal y que dejó de hacer lo que le gusta, estaba muy desgastado, triste, yo tenía mucho miedo de perderlo, pero todo esto sirvió para unirnos, acercarnos a nuestra familia paterna. Creo que cuando estás enfermo, no debes de dejarte caer, todos tratamos que sintiera acompañado y querido, siento que eso le hizo mucho bien”, compartió. 

Dante ha vuelto a la escuela, al fútbol y ahora también juega handball. Su sonrisa, espontánea, y el cabello que ha crecido de nuevo no dejan adivinar lo duros que fueron los últimos meses. Actualmente acude de forma periódica al médico y se mantienen muy alertas, guardando los cuidados necesarios que requiere su proceso de recuperación. 

La historia de Dante es una de las pocas que pudieron tener un final feliz.

En México el cáncer infantil afecta profundamente tanto a víctimas como a familias, de forma física, mental y económica, ya que es una contingencia que pocas pueden enfrentar de forma satisfactoria, además de que la falta de detección oportuna acentúa las cifras desalentadoras. 

Por tanto, lo único efectivo es la revisión constante a fin de prevenirlo, o detectarlo en su etapa temprana.