Maestro querido, muchas gracias

Ser maestro (profesor, como quieras) es un deporte extremo. Sobre todo en un país como México: plagado cada vez más de imbéciles, ignorantes y necios (vaya combinación de desafíos) que en su mundo de caramelo creen (imaginan, mal viajan) que lo saben todo (siempre y cuando tengan internet, claro); me refiero a “personajetes” que conciben al docente como un mal necesario que deben soportar en tanto termina el semestre, cuatrimestre, trimestre...

Y si a todo lo anterior agregamos que la mayoría de las universidades –digamos las privadas, por mencionar un ejemplo– renunció a tratarlos como alumnos (estudiantes, como quieras) para ahora reconocerlos como clientes, como compradores a los que les tienen que preguntar todo y hacer de todo para tenerlos contentos (no sea que se queden sin el ingreso de su colegiatura), entonces la posverdad, el egoísmo, las falsas noticias, el populismo, la intolerancia y el consumismo tienen un punto en común.

Mundo y reflexión a parte el “check list” (catarsis disfrazada de evaluación docente) al que tienen que someterse los profesores para continuar con su función dentro del aula: que si les pareció a los alumnos [clientes], que si fue de su agrado, que si lo recomiendan, que si le sabe... Ya imagino la respuesta de José Vasconcelos, Octavio Paz, Julio Scherer, Zygmunt Bauman y Giovanni Sartori luego de escuchar que, según la evaluación de sus alumnos, no deberían dar clases porque “aunque sí saben, no saben transmitirlo con videos, jueguitos, no los divierten o no proporcionan los apuntes con el resumen de la clase”. ¡Ja!

Profesores, mis maestros queridos... Muchas gracias por su paciencia. Con nada pago sus horas frente al aula (y menos las que invirtieron en su preparación antes de presentarse en ella). Su profesionalismo, conocimientos y disciplina fueron (y son) invaluables. A todos ustedes mi reconocimiento, mi aplauso de pie.

¡Feliz 15 de mayodía del maestro!