Ciudad de México vive bajo la sombra del próximo gran sismo
EFE
La Ciudad de México no espera un terremoto por obra de un destino fatal, ni por castigo divino. Su vulnerabilidad es consecuencia de una decisión histórica: haber sido edificada sobre lo que fue un lago.
“Cuando le preguntaron al arquitecto Mario Pani por qué se caían algunos de sus edificios en los temblores, respondió con ironía: la culpa es de los aztecas”, recuerda el arquitecto Iván Salcido, especialista en sismología urbana y estudioso del comportamiento del suelo capitalino.
Según Salcido, el terreno sobre el que se asienta la capital —lodoso, blando y con agua subterránea— actúa como una enorme caja de resonancia que amplifica las ondas sísmicas. No es casualidad que en 2023 se hayan registrado, en promedio, 90 sismos diarios en el país.
La amenaza más seria está en la llamada brecha de Guerrero, una franja sísmica de 200 kilómetros que lleva más de un siglo sin liberar energía. “Es una bomba de tiempo. Si se activa, podría provocar un terremoto igual o mayor al de 1985, y más cercano a la capital”, advierte el experto.
Preparación y avances
A pesar de este panorama, Salcido destaca avances significativos. “En 2017 colapsaron 49 edificios; solo uno fue construido después de 1985. Eso demuestra que los nuevos reglamentos de construcción funcionan cada vez mejor”, sostiene.
Con siete libros publicados sobre el tema y un canal de YouTube titulado Historia de terremotos, Salcido se ha dedicado a recopilar testimonios y reconstruir la memoria sísmica de México. Desde el relato del tenor Plácido Domingo entre los escombros del edificio Nuevo León en 1985, hasta historias de sobrevivientes rescatados por los Topos o milagros como el bebé salvado en Plaza Garibaldi, su obra mezcla rigor científico con crónica humana.
Ciencia y fe frente al riesgo
En un país donde la devoción a la Virgen de Guadalupe se mezcla con la vida cotidiana, Salcido no contradice la fe popular, pero insiste en que los desastres no son castigos divinos. “Los temblores son inevitables, pero con buenas construcciones se reducen los riesgos. Lo que nos ha condenado es la improvisación y la falta de información al edificar”, sentencia.
El verdadero peligro, afirma, no está solo en el terremoto que tarde o temprano ocurrirá, sino en la cantidad de inmuebles deteriorados que aún existen en la capital. “Esos caerán por sí solos. Y eso es lo que de verdad preocupa”.