Para el 2020 ya no habrá tumbas en la capital

Por: Diego Ríos

@diegorioz

Los muros de los panteones en la Ciudad de México amanecen colmados de historias, y no de los difuntos que adentro descansan. Al pie de las bardas y enrejados es común encontrar animales muertos; gallinas, chivos, guajolotes y hasta venados. Martes y viernes, “días débiles” según la santería y brujería, con mayor frecuencia estos y otros fetiches adornan el perímetro de los santos sepulcros.

En un recorrido realizado por Diario de México en tres panteones de la capital, se pudo atestiguar que la celebración por el Día de Muertos no fue motivo para que estos lugares tuvieran vida.

En el panteón San Isidro, ubicado en la delegación Azcapotzalco, el señor Alfredo López narra las condiciones que predominan: “este lugar está destrozado. Mucha gente ya no visita a sus difuntos pensando en que su familiar ya no esté enterrado donde algún día lo dejaron”, los sepultureros “ya ni avisan, así nada más desentierran a los muertos cuando ya acabó su tiempo. Si aún quedan huesos y los familiares los reclaman se los entregan, y si no vienen por ellos les enciman otro cuerpo”.

En la delegación Iztapalapa se ubica el panteón San José Aculco, curiosamente no son familiares de los muertos ahí enterrados quienes todos los días cruzan sus puertas, en este lugar transitan drogadictos, santeros y vagabundos.

“Siempre está muy sucio, se meten mariguanos y borrachos, agarran el lugar para esos vicios y no hay quien les diga nada y eso que ya se ha solicitado la vigilancia a la delegación. Las tumbas están amontonadas, ya entierran a los muertos hasta en las orillas, en donde ven un espacio; así sea un pasillo”, menciona Abel Martínez, entrevistado en la puerta del camposanto a la que tan sólo han dejado espacio para abrir la reja y de inmediato empiezan las tumbas.

Acciones a tomar

Hace dos años, asambleístas advirtieron de la saturación de los cerca de 118 panteones que hay en la capital, por lo que aprobaron la Ley de Cementerios en la Ciudad de México, la cual tendría por objeto regular el establecimiento, conservación y operación de los cementerios y crematorios ubicados en la capital.

También proponían la construcción de cementerios verticales, constituidos por uno o más edificios con gavetas superpuestas e instalaciones para el depósito de cadáveres, además de promover prácticas mortuorias sustentables para maximizar el potencial del proceso de descomposición para facilitar la restauración ecológica sin modificar el paisaje ni el ecosistema, utilizando urnas o féretros biodegradables.

De acuerdo con Margarita Martínez Fisher, presidenta de la Comisión de Desarrollo e Infraestructura Urbana en la Asamblea Legislativa, el dictamen anterior pese haber sido aprobado en el pleno por la legislatura pasada, este no fue publicado en la gaceta Oficial de la Ciudad de México. Y aún está en manos del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera.

“Hay una ley que está aprobada, cuál es la razón por la cual no se ha publicado, ¿qué lo detiene para publicarla? No se ve esa voluntad del Gobierno para dar tranquilidad a las personas para su ser querido”, dijo en entrevista con Diario de México Martínez Fisher.

La asambleísta indicó que además del colapso y abandono de los panteones por falta de recursos, no existe información digitalizada de los datos, que en algunos casos ya no existen las perpetuidades, además de falsos gestores vendiendo espacios pues “no hay orden, y tampoco dicen cuanto tiempo les queda en perpetuidades. También se da mucho el tema de los falsos gestores en los panteones”.

Datos de últimos censos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI), en la capital del país hay cerca de 54 mil fosas disponibles al año, pero la proyección de defunciones generalmente es de 58 mil, dejando un déficit de más de cuatro mil tumbas.

Según el Inegi, en el año 2020 ya no habrán tumbas, ya que estiman, sean 63 mil defunciones, en tanto para el 2030, serán 72 mil personas las que fallezcan.

El Panteón Francés, ubicado en la delegación Miguel Hidalgo, es el escenario de rituales y hallazgos sangrientos, cabezas de marrano, lenguas de res, gatos muertos y hasta piedras preciosas acompañan a las miles de tumbas quebradas y en evidente abandono.

“Es claro que aquí ya no hay lugar para enterrar a nuestros muertos, aquí han aparecido personas vendiendo los espacios, no sé si se dé cuenta la administración, pero por decir aquí se ve que la tierra es fresca, no sé qué pasó pero aquí acaban de enterrar a alguien más cuando ya estaba ocupado el espacio” menciono a Diario de México Noé Quintana.

El artículo 52 y 53 refieren, que la temporalidad mínima de derecho de uso sobre una fosa es de seis años, al término de los cuales volverá al dominio pleno del gobierno. En tanto la temporalidad máxima es de siete años, refrenable por un período igual. Pero ante la saturación, únicamente se puede tener una tumba por siete años, con opción de ampliar el plazo hasta 21 años, pagando las respectivas cuotas.