Nada para celebrar

Más allá de que no acepto festejar una fecha (16 de septiembre) que sólo marca el inicio de un movimiento independentista (la independencia de México ocurrió muchos años después, otro día de septiembre) y que además es el ejemplo histórico de cómo los gobernantes hacen coincidir las efemérides nacionales con su vida privada (Porfirio Díaz y su cumpleaños), honestamente, la violencia contra las mujeres en México colapsa el mínimo festejo.

Si México transita por el camino del estado fallido, con todo respeto, la responsabilidad tendría que recaer en la sociedad completa. Además de los servidores públicos, la culpa también sería de los empresarios, de los rectores universitarios, de los directivos, de los jóvenes, de los adultos.

De los medios de comunicación, de las organizaciones de la sociedad civil y de muchos otros grupos de interés. Justo ahí está la paradoja (¿o maldita broma?). Si los que buscamos un país mejor somos mayoría, resulta lamentable que permitamos que la corrupción, la violencia y la impunidad socaven a México.

¿O será que no somos mayoría ya? ¿Será que el problema creció tanto y tan rápido que la delincuencia ya nos supera en número y recursos? ¿O que el concepto para definir a los que cometen un delito resulta insuficiente para entender nuestro fallo como nación?

El presente no es un texto para repartir culpas. Son unas líneas que lamentan los feminicidios, la desigualdad económica, la corrupción, la impunidad, la simulación cívica...
El desmoronamiento de nuestro estado de derecho. ¿16 de septiembre? ¿Las reformas a la constitución del pasado 15 de septiembre?

¿El informe de Mancera? Sí, tengo información al respecto. Nada para celebrar.

El autor es abogado, periodista y administrador. Miembro de la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA). Profesor de posgrados en Alta Dirección, Derecho, Gobierno y Políticas Públicas en la UNAM, EBC, UP, HC Escuela de Negocios y Alta Dirección Jurídica.