Negarse al cambio

Aparentemente, en México hay grupos que se resisten a utilizar las herramientas a su alcance para tomar decisiones.

En lo relativo a las decisiones político-electorales esto es aún más evidente. Independientemente de que los estudios a nivel mundial indican que existen tres tipos de información que permite a las personas tomar decisiones sobre cualquier evento, en nuestro país continuamos rehuyendo dicha realidad. Regresamos a lo conocido: que las decisiones las tome uno.

En lo que se refiere a la designación de los candidatos a puestos de elección popular, los partidos políticos han experimentado con la tendencia internacional para designar a sus candidatos a ciertos puestos de elección popular pero cuando la discusión versa sobre la selección de un candidato presidencial, el panorama cambia completamente.

Los partidos y/o sus dirigentes regresan a lo conocido, al sistema que les ha “funcionado” durante décadas, a la designación arbitraria de un candidato, sin considerar cuales son las preferencias de la gente.

Ahora bien, en países con democracias más avanzadas, se utiliza información cuantitativa, cualitativa y estudios específicos para determinar al candidato más competitivo. El ejemplo más claro de información cuantitativa es la encuesta de opinión donde se identifican claramente los temas generales: responde a la pregunta ¿qué?; la información cualitativa se obtiene en grupos de enfoque o discusiones guiadas con temas específicos: responde la pregunta ¿por qué?; y los estudios específicos permiten definir las fortalezas y debilidades de un candidato.

Utilizadas en conjunto, estas tres herramientas señalan cuál de los probables candidatos tiene buenas posibilidades de triunfar.

Sin embargo, el sistema de partidos políticos en México olvida esta evolución de investigación. Conforme se aproxima una elección, regresa a las formas antiguas de tomar las decisiones. Los miembros del partido esperan a que uno o un grupo tome las decisiones por todo el partido político.