Sin derechos laborales, empleadas domésticas: el caso de doña Cuca

Por Patricia Guillén

Doña Cuca exclamó que no es “la gata”, ni “la chacha” y menos “la sirvienta”, sino una trabajadora del hogar que busca “ganarse honradamente el pan de cada día”, ya sea que tenga que lavar y planchar ropa, asear la casa o hacerle la comida a una familia ajena a la suya.

“No quiero que me hagan menos, que digan que soy la muchacha de la casa cuando yo soy una señora de 47 años de edad que solamente está sirviendo a otras personas con tal de recibir un suelo. No tengo estudios, pero no por eso se aprovechen de mí”, dijo a Diario de México, tras platicar su historia de 30 años trabajando como empleada doméstica.

De vestimenta humilde, mirada cansada, manos callosas y rasposas, relató que a los 17 años sus padres la sacaron de su lugar natal, Pahuatlán, un municipio del estado de Puebla, para llevarla a una casa ubicada en la colonia Del Valle en la delegación Benito Juárez. Ahí laboraba su mamá, pero debido a que ya “era una señora grande y cansada” la dejó como relevo y por confianza de “sus patrones”.

Desde entonces, tiene que estar al pendiente de las necesidades de la familia las 24 horas del día, pero no ha visto un aumento en su salario.

Doña Cuca teme quedarse sin trabajo, por lo que sólo contó que “es humillante que no pueda entrar a ningún baño de la casa que no sea el que está en mi cuarto. A veces tampoco me alimento de la misma comida que ellos, cuando se trata de carnes o productos más caros, esos platillos los tengo prohibidos. No puedo hablar con otras empleadas de otras casas porque es perder el tiempo”.

Lo que más le alegra es que pronto dejará ese sitio, ya que el único hijo que tiene regresó de Estados Unidos y ya no desea que siga en las mismas condiciones, ahora él se hará cargo de ella. “Estoy feliz, es la mejor noticia que pude haber recibido, prefiero hacerle de comer o lavarle la ropa a mi hijo que a otras personas que ni siquiera lo agradecen o que nos tratan como si tuviéramos una enfermedad como sarna”.

Christian Aurora Mendoza Galán, vocera del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), indicó que en la capital hay cerca de 250 mil trabajadoras del hogar, la mayoría vive en Milpa Alta y el Estado de México, y deben viajar todos los días para laborar en la zona centro, especialmente en Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, aunque son originarias de otros estados como Guerrero, Puebla y Oaxaca.

Las mujeres que se dedican a este oficio tienen desde 12 hasta 65 años.

“En cualquier parte del país hay discriminación, pese a que se han hecho campañas siguen sin conocer sus derechos. Hemos encontrado casos en la Ciudad de México, les impiden salir y las tienen prisioneras”, denunció Mendoza Galán.

De acuerdo con un estudio del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), su promedio de edad es de 35 años; sin embargo, existe una variación de 6% de menores de 12 a 17 años, 18% de 46 a 55 y una de cada 10 supera ese lapso.

El 81% lo hace por necesidad económica, factores de pobreza y falta de oportunidades; el y 19% porque no estudió.

También es una herencia, 43% ha tenido un familiar en ese trabajo: 55% hermanas, 30% madres, 11% hijas y 4% otro tipo de parentesco.

El 46% destina más de las ocho horas diarias establecidas por ley, solamente el 16% respeta ese horario. El 64% trabaja de “planta”. El 48% tiene libre entre media y una hora, y siete de cada 10 descansa un día a la semana.

Debido a los tratos, ILSB solicita al gobierno federal y al Congreso de la Unión que se ratifique el Convenio 189 para que se realicen los cambios necesarios en la Ley Federal del Trabajo y a la del Seguro Social y eliminar la discriminación hacia este sector vulnerable de la población.