El Valor del Diploma – Huetamo y Zirítzicuaro
Huetamo, Michoacán.- En el corazón de la Tierra Caliente michoacana, donde el sol cae con fuerza sobre la tierra y la vida diaria exige constancia, las ceremonias de graduación del Colegio de Bachilleres del Estado de Michoacán (COBAEM), en Huetamo y su extensión en Zirítzicuaro, no fueron simples actos académicos. Fueron una declaración de resistencia, una muestra de que incluso en contextos adversos, la educación puede abrir caminos donde antes solo había límites.
Para muchos, egresar no fue fácil. Significó estudiar, caminar largas distancias, asistir a clases por la mañana y trabajar por las tardes, incluso los fines de semana. Significó no rendirse cuando parecía más sencillo abandonar. En esta región, donde las oportunidades se construyen a pulso, un diploma no es solo un documento: es la prueba tangible de años de sacrificio compartido entre estudiantes, familias y docentes comprometidos.
José de Jesús Hernández Castrejón, estudiante egresado del plantel Zirítzicuaro, representa esa lucha constante. No solo es un alumno destacado, sino un símbolo de lo que se puede lograr cuando se mantiene la disciplina, incluso cuando la motivación flaquea. Cada página que estudió y cada examen que enfrentó fueron pasos hacia un futuro que hoy comienza a tomar forma. Al recibir su diploma, sostiene en las manos mucho más que un papel: lleva consigo la historia de su familia, su esfuerzo y la posibilidad real de transformar su destino.
Erick Joan García Ayala, egresado del plantel Huetamo, también forma parte de esta generación que no se rinde. Su próxima etapa lo llevará a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pero sus raíces siguen firmes en Huetamo. Es un joven como muchos: con sueños grandes y una voluntad aún más grande. Su camino ha estado acompañado por el trabajo incansable de su familia y el respaldo de quienes creen que estudiar sigue siendo una poderosa forma de cambiar realidades.
Entre los nombres que inspiran destaca el del bailarín y productor internacional Jesús Luviano, originario de Huetamo. Su historia, forjada con disciplina y esfuerzo, ha cruzado fronteras y escenarios. Aunque actualmente reside en el extranjero, su ejemplo sigue marcando el rumbo de jóvenes con deseos de superación. En esta ocasión fue representado por Maryuli Acosta, su amiga de toda la vida y docente entregada a la comunidad. Maryuli, con su labor diaria, demuestra que enseñar es también acompañar y sostener. Ambos, desde lugares distintos, son referentes que prueban que sí se puede; que las metas no se miden por el lugar de origen, sino por la fuerza con que se persiguen.
Durante la ceremonia en Zirítzicuaro, el director del plantel, J. Cruz Corona Rodríguez, expresó con claridad: “El conocimiento es poder, pero la actitud abre las puertas”. Con esas palabras recordó a los egresados que el saber es solo el principio. Lo que transforma verdaderamente es la forma en que se camina por la vida: con humildad, valores y compromiso.
Cada ceremonia fue también un homenaje a quienes sostienen todo desde atrás: las familias. Muchas veces sin decirlo, sin cámaras ni micrófonos, han estado ahí. En las ventas de fin de semana, y en las decisiones difíciles para que sus hijos no abandonen la escuela. En cada madre y padre que llegó tarde del campo, pero preguntó si el examen salió bien. Ellos también egresaron. Su triunfo no se mide en promedios, sino en resistencia.
En Huetamo y Zirítzicuaro queda claro que el origen no define el destino. Lo definen la voluntad, la disciplina y el acompañamiento. Estos jóvenes no solo terminaron un ciclo escolar: rompieron inercias, desafiaron probabilidades y abrieron nuevas puertas para sus familias y sus comunidades.
Porque en esta Tierra Caliente, el esfuerzo no hace ruido, pero deja huella.
Y cuando un joven se gradúa, no lo hace solo. Detrás de cada paso hay muchos que empujan, sostienen y creen.
Por eso, más que una ceremonia, estas graduaciones fueron una victoria colectiva.
Una siembra profunda de esperanza, donde los diplomas no solo se entregan: se conquistan.
Una promesa viva de que, aun bajo el sol más implacable, los sueños también florecen.