Marian Vidaurri: una mirada sobre resiliencia, justicia climática y sostenibilidad en el Caribe

Persona de espaldas contemplando la puesta de sol, simbolizando resiliencia, justicia climática y sostenibilidad en el Caribe, con Marian Vidaurri.

Cuando un huracán detiene la economía de un país en cuestión de horas, el concepto de resiliencia deja de ser una abstracta para convertirse en una urgencia. Esta es la realidad que enfrentan cada año los pequeños Estados insulares del Caribe, donde los desastres naturales arrasan infraestructuras y revelan profundas desigualdades e injusticias globales. Marian Vidaurri, doctora en relaciones internacionales, ofrece una lectura precisa sobre cómo estos países han convertido la resiliencia en una herramienta de supervivencia, pero también en una exigencia política frente a los grandes contaminadores del planeta.
La resiliencia, para los Estados del Caribe, es una necesidad cotidiana y forma de vivir. Marian Vidaurri subraya que cada temporada de huracanes pone a prueba no solo la infraestructura física de estos países, sino la fortaleza institucional, económica y social de naciones cuya principal fuente de ingresos —el turismo— puede desaparecer en cuestión de horas. Ante ese escenario, la resiliencia no se entiende como una cualidad pasiva, sino como una capacidad activa de reconstrucción, recuperación y renovación estructural.

En términos globales, el Caribe representa una de las regiones más afectadas por el cambio climático a pesar de que dicha región contribuye muy poco a las emisiones de gases de efecto invernadero. La Dra. Vidaurri destaca esta paradoja como uno de los principales desafíos del desarrollo sostenible: la falta de equidad en la distribución de responsabilidades. Mientras países como la República Popular de China, principal emisor mundial de carbono, los Estados caribeños asumen los efectos devastadores sin voz proporcional en las negociaciones multilaterales. En este contexto, acciones como las impulsadas por Antigua y Barbuda y Tuvalu —al activar mecanismos legales del Acuerdo de París— representan avances relevantes en la búsqueda de justicia climática internacional.

Economías vulnerables: diagnóstico económico de Marian Vidaurri

El análisis de Marian Vidaurri también aborda la fragilidad estructural de las economías caribeñas. Dependientes de sectores volátiles como el turismo, estos países sufren caídas abruptas del ingreso nacional ante eventos climáticos extremos. La deuda pública, que en muchas naciones supera el 60% del PIB, limita la capacidad de reacción de los gobiernos. Pero más allá de la estructura económica interna, Vidaurri llama la atención sobre los criterios y fórmulas utilizados por las instituciones financieras internacionales: al clasificar a países como economías de altos ingresos, se restringe su acceso a financiamiento favorable, ignorando las vulnerabilidades reales.

La transición energética es otro de los retos que Marian Vidaurri identifica. La región requiere inversiones considerables para hacer la transición de dependencia de combustibles fósiles hacia modelos basados en energías renovables. De acuerdo con estimaciones del Atlantic Council, la inversión inicial necesaria oscila entre 5.000 y 7.000 millones de dólares. A este panorama se suma una nueva variable: el creciente consumo energético derivado de la inteligencia artificial. La atención global podría desviarse hacia las necesidades de la industria tecnológica, en detrimento de las inversiones en resiliencia energética para los pequeños estados insulares en desarrollo, lo cual representa un riesgo de marginación adicional para estos países.

Unidad regional frente a desastres: una propuesta desde el Caribe

En paralelo, la construcción de resiliencia ante desastres requiere de sólidas instituciones locales y regionales. Marian Vidaurri destaca el papel de la Agencia Caribeña de Manejo de Emergencias por Desastres (CDEMA, por sus siglas en Inglés) como ejemplo de coordinación regional efectiva. Esta agencia ha activado el Mecanismo de Respuesta Regional en múltiples ocasiones y trabaja de forma constante en sistemas de alerta temprana, mitigación y recuperación. No obstante, Vidaurri subraya que el esfuerzo no puede recaer solo en los Estados Miembros de Caricom. La comunidad internacional debe impulsar un compromiso conjunto y urgente: incorporar la resiliencia ante desastres como prioridad compartida en la agenda del desarrollo global.

La participación comunitaria, y en particular el papel de las nuevas generaciones, es otra dimensión clave en el análisis de Marian Vidaurri. A pesar de que existen plataformas como el Caribbean Youth Environment Network (CYEN), muchas voces jóvenes siguen sin representación en los espacios de toma de decisiones. Según Unicef, el 65% de los jóvenes activistas en América Latina y el Caribe no han sido incluidos en foros políticos relevantes sobre cambio climático. Vidaurri insiste en que la inclusión de estas generaciones no es un gesto simbólico, sino una necesidad estratégica para asegurar la continuidad de políticas públicas sostenibles y adaptadas a los nuevos desafíos ambientales.

El avance de la innovación y la tecnología representa un eje fundamental en la promoción del desarrollo sostenible en el Caribe. Empresas como Amazon Web Services ya colaboran activamente con gobiernos y organizaciones humanitarias, ofreciendo soluciones digitales que garantizan conectividad y acceso a datos en contextos de emergencia. A través de iniciativas como el "Resilience Credits Program", estas herramientas fortalecen la capacidad de respuesta y recuperación en zonas afectadas. Para Marian Vidaurri, tecnologías como los servicios en la nube y los sistemas de observación terrestre se han convertido en recursos imprescindibles para asegurar la continuidad operativa de los servicios públicos y facilitar una toma de decisiones ágil y basada en evidencia, especialmente en escenarios de crisis climática.

Marian Vidaurri reconoce el valor del enfoque integral sobre la resiliencia que la comunidad de Estados del Caribe ha generado: una estrategia de supervivencia y fortalecimiento frente a las desigualdades del sistema global. Su mirada interpela a la comunidad internacional, a las instituciones financieras y a los grandes actores tecnológicos porque, como ella lo sugiere, construir resiliencia no es solo resistir: es también transformar.

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