Vive con la esperanza de levantar Casa de Cultura tras terremoto

Por Erick Miranda
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Aunque en San Gregorio Atlapulco, en Xochimilco, continúan las tareas de remoción de escombro y limpieza a cargo de la ciudadanía, el profesor Jaime Tirso no permite que éstas se efectúen en su predio, porque en el mismo colapso la “Casa de Cultura Atlapulco” y él aún no ha perdido la esperanza de reconstruirla, pese a que el recinto lo haya sepultado en compañía de su esposa durante el pasado 19 de septiembre.


Desde los 13 años de edad decidió contribuir en la creación del primer y más grande acervo cultural de su pueblo. Ubicado a un costado de la catedral, en el cruce de las calles Insurgentes y Vicente Guerrero, la “Casa de Cultura Atlapulco” prestó servicio durante casi dos décadas bajo se tutela. Dicho sueño había sido realizado.


Ahora, el inmueble se encuentra deshecho. En el lugar yacen lozas fracturadas, muros derruidos, cristales rotos, fierros retorcidos y restos de lo que una vez fuera mobiliario de un museo, una biblioteca y un salón de exposiciones casi a la intemperie, si no fuera porque las ruinas se “enlonaron” con el argumento de “quizá rescatar algo”.


Con 72 años de edad,  Jaime Tirso Pérez Venancio comentó que dicha construcción no sólo era importante por su acervo de consulta, ya que en ésta se encontraba el archivo más completo de su pueblo natal, sino también porque se trataba de una casa de más de 200 años de antigüedad, con bóveda catalana, duela española y contrafuerte de la época de la colonia.


Luego del sismo de 1985, y de que el inmueble resultara afectado, el Instituto Nacional de Historia (INAH) no nos dejó tirarlo para reconstruirlo, recuerda don Tirso, porque se supone que era un edificio catalogado como patrimonio cultural; sin embargo, ahora que se cayó y pedimos ayuda a la institución, pero nos dijeron que no era considerado monumento histórico y que por ello no podían hacer mucho. 


Bajo el cascajo continúan sepultados cerca de 3 mil libros de temas como filosofía, religión, política, literatura, ciencias, artes, historia y biografías, así como también dos cámaras antiguas, fotografías, cuadros, documentos históricos y geográficos de la zona, artesanías prehispánicas, entre otros.


 “El mero día del sismo yo fui rescatado de entre los escombros: quedé atrapado ahí adentro, junto a mi esposa. Cerca de 20 minutos después del temblor fuimos rescatados por mi compadre, dos trabajadores y gente de los vecinos”, narró el señor.


“Vi unos zapatos y escuché ruido; yo gritaba y casi no se oía. Luego vi a mi compadre de ojo a ojo entre las piedras, me preguntó cómo estábamos y le contesté que aparentemente bien. No se muevan, me dijo, y regresó con más gente para sacarnos”, recordó.


Pese a todo lo vivido durante el último mes, el también retirado profesor de historia denuncia que por parte de la delegación no han recibido apoyo, que “toda la ayuda llegó  de parte del pueblo mexicano e incluso de países como Canadá y Estados Unidos”.


De igual modo, el señor aseguró que San Gregorio no sólo está compuesto por determinadas calles o zonas, sino por toda la comunidad del rumbo, afectada y no afectada, y, aunque ésta sea considerada como “población campesina”, la misma merece un apoyo real.


Algo que pedimos es que se agilicen los tramites, refirió, porque nos piden mucho papeleo: copia de esto, copia de aquello… y luego para que nos quieran dar seis polines por el colapso de esta construcción. “Lo que se necesita es ayuda verdadera”.


Aún sin servicio de agua potable, don Tirso acusa que los camiones de limpia se han llevado hasta lo que no debían de llevarse, como piedras labradas, gárgolas o simplemente rocas que bien pudieron haber sido utilizadas para la construcción de bardas exteriores.


En los alrededores de lo que fuera la “Casa de Cultura Atlapulco” se percibe la desolación. Calles cerradas, escombros de inmuebles, casas apuntaladas y la ausencia del repicar de la campana de la iglesia, misma que cayó a causa del temblor. Pese a las muestras de solidaridad, como son las brigadas voluntarias de ayuda o los comedores comunitarios que siguen brindado servicio, nada es y será igual para los habitantes de San Gregorio Atlapulco.


“Aquí se fue toda una vida de trabajo y esfuerzo, de sacrificio y dedicación, entre la recaudación de libros y la construcción de un archivo cultural en sí […] se siente feo ver en ruinas por todo lo que has trabajado; sin embargo, esperemos que algo se pueda reconstruir”, concluyó.