Lo leí en Círculo de Poesía
Documento y mito contra la verdad histórica
Memorial de Ayotzinapa de Mario Bojórquez
Visor Libros México / Círculo de Poesía
México, 2017
90 pp.
Por Mijail Lamas
Para Mario Bojórquez, la poesía actual camina “por senderos que incluyen la perplejidad del pensamiento simultáneo, la velocidad del video digital, la desdoblada e infinita conectividad del hipervínculo”. Cuando leemos esta declaración no podemos dejar de pensar en su propia poética, pues de un libro a otro Mario Bojórquez nos presenta una amplitud de registros líricos; por eso, cuando afirma que los procedimientos de la poesía actual “encarnan, en lo posible, la velocidad de los procesos tecnológicos al mismo tiempo que solventan una crisis de la identidad”, sabemos que habla de su propia búsqueda.
En Memorial de Ayotzinapa, su más reciente libro, recurre a diversas fuentes documentales: el mito prehispánico del origen del hombre del Manuscrito de 1558, así como la cobertura periodística hecha por el semanario Proceso de los acontecimientos del 26 de septiembre y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, en Iguala Guerrero, además de los distintos videos que existen de esa noche. En el poema también hace referencia a la llamada verdad histórica, versión de los hechos que fuera divulgada por el gobierno federal. Todos estos documentos le permiten reconstruir la noche de los ataques a los 43 normalistas desaparecidos, alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa.
Apuntes sobre poesía documental
En 1973, el poeta norteamericano Ed Sanders publica su famoso ensayo Investigative poetry, en el que expone que “el contenido de la historia puede volverse poesía”, pero además hace una descripción de las diferentes técnicas formales de las que puede echar mano un poeta documental. Sanders afirma: “Esta poesía avanza, y en mi opinión, tiene que iniciar el viaje hacia la descripción de la realidad histórica” y más adelante, en relación con Los Cantos de Ezra Pound, dice que “versos de belleza lírica descienden desde un conjunto de datos”.
Para Sanders, el poeta contemporáneo debe ser un investigador de archivos, cuyos modelos más emblemáticos serán el extenso poema Paterson de Willliam Carlos Williams y Los Cantos Ezra Pound, lo que no sólo significa volverse un erudito sino un experto en pesquisas documentales, un curador y un artista del collage, con la capacidad de incorporar el discurso periodístico o la apropiación de textos de las más variadas procedencias. Asimismo, Sanders expone la manera en que este procedimiento documental se debe amalgamar con el “uso de todas las habilidades poéticas, metros y métodos de las últimas 5 o 6 generaciones”.
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Todas estas estrategias discursivas deben ir dirigidas a construir poemas o libros de poemas que, además de ser obras de arte verbal, denuncien las políticas o acciones autoritarias, la represión policial o la hipervigilancia de las sociedades capitalistas. Los diferentes procedimientos mencionados por Sanders facilitan la descripción de la realidad histórica, a la vez que se construye una poesía que denuncia y cuestiona la realidad.
Estos procedimientos documentales se pueden rastrear en la poesía mexicana desde los años setenta; por ejemplo, en “Manuscrito de Tlatelolco” (1978) de José Emilio Pacheco, y actualmente en libros como Memorial de Ayotzinapa, de Mario Bojórquez.
Poema y memoria
El poema inicial de Memorial de Ayotzinapa, que da título al volumen, tiene una naturaleza dual. Por una parte, relata el viaje de Quetzalcóatl —símbolo náhuatl de la sabiduría — al inframundo para obtener los huesos preciosos, que habrá de moler y mezclar con su sangre para dar vida a los hombres. Por otra parte, el poema narra un crimen de estado.
En los primeros fragmentos del poema advertimos cómo el mito prehispánico y “la verdad histórica” se entrelazan. Quetzalcóatl y su nahual, “que no es distinto a él mismo”, son también una dualidad ambigua durante todo el texto, los dos se complementan y contraponen, se intercambian y se modifican, a veces los dos son parte de los 43 surianos (los 43 estudiantes), otras el nahual es el estudiante desollado o el soldado que los somete y los golpea.
El relato está hecho de forma fragmentaria y empieza en media res, retrocede y avanza, la señora y el señor del Mictlán están representados por el matrimonio Abarca (el presidente municipal de Iguala y su esposa) que “han mandado a sus perros (…) con colmillos de grueso calibre”. Pero también por el procurador de la república, que en el fragmento final del poema va relatando la verdad histórica, construyendo una mentira que intenta ocultar un crimen, a todas luces, perpetuado en complicidad entre las autoridades gubernamentales y el crimen organizado.
Si bien es cierto que en el poema de Bojórquez el dios Quetzalcóatl logra obtener los huesos preciosos —entre tanta osamenta y fosa clandestina—, este ya no podrá engendrar con ellos a los hombres, la violencia ejercida en el mundo ha creado una discontinuidad en el tiempo ritual; se trastoca y finalmente se pierde: la humanidad está condenada a la no existencia. Los hombres ya no pueden nacer del sacrificio hecho por del dios, ya que la muerte se ha apoderado de todo.
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Si el tiempo ritual se interrumpe, el tiempo histórico adquiere esa naturaleza cíclica del tiempo mítico: de la matanza colonialista en templo de Tlatelolco, a la matanza de estudiantes en la plaza de las tres culturas, también en Tlatelolco pero en 1968, y finalmente, la noche de Iguala, con la desaparición y asesinato de los 43 estudiantes en 2014.
Memorial de Ayotzinapa es consistente en la tradición del poema documental mexicano, en él observamos la recuperación y reescritura de los mitos prehispánicos, pero las estrategias de intertextualidad se radicalizan mediante la superposición de discursos y la dislocación temporal que mezcla el tiempo mítico y el tiempo histórico cuyas naturalezas se oponen, además del uso del fragmento y cierto tono del reportaje periodístico, todo esto para cuestionar y poner en duda “la verdad histórica”.
En cada uno de sus libros, Mario Bojórquez ha hecho patente su necesidad de escudriñar los “diversos caminos de comprensión del mundo” que no quieren ser en sus poemas una simple instantánea del momento, sino “reproducir estados de ánimo, conexiones anímicas con los espacios, la lengua, las costumbres”. En esta ocasión, realiza un cuestionamiento al discurso de la historia oficial, pues a la memoria institucionalizada Bojórquez opone una memoria crítica mediante la incorporación de documentos, asimilados al discurso poético, para crear una memoria crítica que se opone al olvido.