Confesión de los sonámbulos

Por Gerson Gómez

Siéntate bien. Avanza la tarea. Deja de estar jugando con el celular. Vinimos a esta hora de consulta con el psiquiatra. Necesitas enfocar tus prioridades. Entiendo todos tus cambios. Cómo te fundamentes a disgusto.

Ya casi terminas la preparatoria. Debes de pensar la carrera para tu futuro. La vida afuera está muy cabrona. 

¿Quieres un carro?, ¿irte de vacaciones a Europa?, ¿tu propio departamento?, no entiendo cómo hacerte cambiar tus ideas. Todos los días estas como ida. Pegada a ese mugroso teléfono.

Te voy a pasar el Ipad. Te me pones a hacer la tarea desde ahí. Encima de todo lo malo del día. Voy a ir con tu papá a una cena de beneficencia. Nos estas sacando canas verdes.

Siéntate bien. Se te ve la ropa interior. Como te gusta andar llamando la atención en todas partes. Si también existen colegios militarizados en los Estados Unidos. Estoy segura: si hubieras cursado allá la preparatoria, no estaríamos batallando contigo.

Debí seguir el consejo de la voz interior. Soy integradora de vida. Para mejorar la calidad de las decisiones. Esa fue una determinación tocada por la nostalgia.

¿Cómo dejar las relaciones toxicas con mi hija? 

Se lo he preguntado a la terapeuta de Mariana. Ella me respondió: todos somos tóxicos. Estamos heridos. Somos codependientes. Queremos que las personas al derredor nos resuelvan nuestras necesidades.

Yupi, yei, chala la. Vamos a darle todo. A no restringir las entradas. Las salidas. Sin importar las amigas. O con quien se vaya de fiesta. Cualquier pretexto es válido, supongo.

Regresé a la infancia. Cada castigo físico. Mamá tenía la mano pesada. Lo peor de todo era la frase de vas a ver cuando llegue tu papá.

Ahora si les gritas ya te los quitan y los envían al centro capullo. Para estar al cuidado del estado. Mi güerca batalla para concentrarse en clase. Todo le vale. Nada le interesa.

El campo de batalla dentro de las paredes de casa. Me llama una amiga. Al levantar de la silla observo a Natalia. Tengo tantas cosas en mente. Venir cada quince días a perder una hora de mi vida. 

La psiquiatra alargó la dosis. Aspiro, exhalo. Aspiro, exhalo. Ya se colgó la paciente anterior. ¿Cómo voy a solucionar el mundo?

Es imposible. Me caigo a pedazos. Como la casa natal donde nació el abuelo güero en Marín. 

En el monitor de la sala de espera transmiten los adelantos de las noticias. Otro feminicidio. Ahora en la ciudad de México. De una pareja de Monterrey. Trepidante los datos. 

Natalia sonríe. Me asusta la maldad. Tal vez ya di el viejazo. Siempre conviene tener un lugar a donde ir. Nos pasan al privado de la psiquiatra. Huele a manzana con canela. La penumbra a la caída de la tarde. 

Ojalá no llueva por la noche. Quiero usar el vestido escotado.

 

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México