Cuidar sin descuidar

Por Roberta L. Flores Ángeles

En los últimos días me ronda el tema del cuidado de las personas mayores, inspirada por conversaciones en el consultorio virtual, con familiares o amigxs cercanxs. Efectivamente una de las recomendaciones de las autoridades de salud fue cuidar de las personas mayores, por ser una población con riesgo significativo ante el Covid-19.

Ellas y ellos, las personas mayores son uno de los grupos más afectados por esta pandemia. Han estado en medio de los diversos caminos y decisiones sobre el qué y el cómo cuidarles según las interpretaciones de cada persona, familia o grupo, y según las circunstancias de vida, los recursos o el tamaño de las redes de apoyo, etc.  Pero, casi seguro que en mayor o menor medida han visto reducido o anulado el contacto social, sea por decisión propia o por decisiones de lxs otrxs. Y a diferencia del resto, para muchas personas mayores (y no tan mayores) la comunicación no se ha podido activar desde las herramientas virtuales como sí lo hemos hecho –cuando lo necesitamos- lxs demás.

Así, algunas personas hemos mantenido contacto (poco o mucho) con seres queridos por videoconferencias, dando la sensación –extraña- del café, la chela, cena o cualquier encuentro que antes teníamos con personas que nos importan. O contamos con los chats para tener las charlas de “pasillo” que hace meses podíamos tener. También muchas personas hemos continuado mal que bien con nuestra vida laboral, académica o lúdica mediante las tecnologías o decidiendo retomar ciertas cosas de la vida en el afuera.

Sin embargo para muchas de las personas mayores es radicalmente distinto pues han tenido que estar en casa, viendo reducidas sus interacciones, si no es que anuladas; sintiendo cómo se les arrebató la vida cotidiana más concreta. Viviendo todo esto en un mundo que les expulsa pues solo sabe de TICs y ya no sabe de las llamadas por teléfono, de las cartas o de la vida pausada que transcurre fuera de las pantallas.

Para muchas de ellas y ellos no es siempre accesible la tecnología, no hay un lenguaje compartido que les haga pensar en las posibilidades de las TICs para vincularse nuevamente, y tampoco “les sabe igual” el encuentro por videoconferencia. ¡Y qué bueno! Me hace pensar que no se conforman con una vida carente de vínculos y cercanía física, con una vida sin encuentro de miradas, sin esas sensaciones en las que los cuerpos entran en diálogo cada vez que nos encontramos con el otro; con una vida sin sentir el aire y el sol en el rostro; con una vida sin la zozobra de caminar para llegar a ese destino deseado o de organizar los días y las horas para preparar y recibir a personas queridas en casa.

Ojalá nadie, como ellas y ellos, se conforme con una vida virtual. Y ojalá sigamos construyendo formas alternativas y de cuidado mutuo para recuperar y adaptar los encuentros que nos nutren y nos dan vida. Porque la salud no solo implica cuidar del cuerpo, sino también de los sentires. Pero sobre todo, ojalá nos rebelemos a la idea de cuidar el cuerpo de las personas mayores descuidando el alma y deslizándonos a formas de distancia que puedan ser vividas como una suerte de abandono. Con eso en mente ojalá echemos  a volar la imaginación para pensar en estrategias protectoras de distanciamiento viral pero de acercamiento social y emocional… más allá de las pantallas.

 

Morada: narrativas cotidianas

Roberta L. Flores Ángeles

Esta es mi morada… en la cual quiero compartir algunas reflexiones que me asaltan de vez en vez. Soy psicóloga y elijo ubicarme desde la terapia narrativa y el feminismo como una forma de preguntar(me), mirar(me), dialogar(me). Me interesa mucho generar conversaciones dentro y fuera del consultorio que abonen a que las personas nos vivamos desde identidades preferidas.

https://www.robertaterapia.net/