Vampiros y demonios en el Cerro de la Estrella

Imagen creada por IA con Canva

Redacción.

Si vives en México, eres católico o ves las noticias, seguramente oyes mencionar al menos una vez al año el nombre del Cerro de la Estrella. Esta formación geológica, ubicada en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México y en la que cada cuaresma se hace una de las representaciones de la Pasión de Cristo más importantes y multitudinarias del planeta, alberga un profundo carácter religioso y ceremonial que se remonta al menos a la época prehispánica, con una historia llena de sacrificios humanos y la latente amenaza de un sangriento fin del mundo.

Su altura, que alcanza los 2455 metros sobre el nivel del mar, convierte su cima en uno de los miradores más privilegiados de la capital del país, sumado al paisaje de espesa vegetación que lo vuelve ideal para el senderismo; cuentan también con un extenso sistema de cuevas que conectan con la Sierra de Guadalupe, muchas de ellas inexploradas, pero otras tantas con su propia leyenda, tal es el caso de aquella conocida como “La Cueva del diablo”.

 

LA CUEVA DEL DIABLO

Ubicada muy cerca de la zona arqueológica, la entrada de la llamada “Cueva del Diablo” actualmente se encuentra protegida por una reja y rodeada de una malla ciclónica que impide el acceso; pero esto parece no haber frenado a los creyentes de la magia, que aún se aventuran en su interior a dejar ofrendas y “trabajos” en su interior a pesar del peligro por el suelo inestable y constantes derrumbes en esta. El motivo para colocar sus objetos consagrados en esta caverna es que, desde tiempos inmemoriales se cree se trata de una de las entradas al inframundo y que es custodiada por el mismísimo “Ángel Caído” en persona.

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Según se ha contado de generación en generación, en los senderos del cerro era posible encontrarse con un hombre de avanzada edad y pasos lentos, que abordaba a los paseantes y les pedía ayuda para descender por la cueva. Si el corazón generoso del senderista accedía a asistirlo, después de  este avanzar unos metros en su interior este desaparecía, pero en su lugar un brillo deslumbrante se volvía perceptible, dejando al descubierto una galería llena de oro y demás objetos preciosos. Si la codicia motivaba a aquella persona a descender para llevarse la fortuna, la entrada de la caverna se cerraba a sus espaldas y jamás era visto de nueva cuenta. Se dice que esta era la forma en que el mencionado “Adversario” recolectaba almas de incautos y avariciosos.

 

EL VAMPIRO DEL CERRO DE LA ESTRELLA

También existe una singular historia de vampiros vinculada con las cuevas del Cerro de la Estrella, mismas que serían la guarida de una criatura terrible y darían explicación a algunos de los extraños y potentes sonidos que ocasionalmente provienen de las entrañas de este lugar. Recopilada por el canal de Youtube “El Grimorio de Riggs” como un relato acontecido a uno de sus suscriptores, la narración señala que a mediados del siglo pasado existió una secta, formada por entendidos en la magia negra que tomaron el lugar como centro de operaciones y se propusieron obtener el favor de una poderosa entidad oscura. A fin de poder rendir culto a este ser y darle altas ofrendas, el plan sería llamarlo y ayudarlo a “cruzar” a nuestro mundo, propósito para el que requerirían de todos los conocimientos, fuerza y entrega de los adeptos. 

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Quien compartió la historia señaló que su abuela era miembro de este grupo, el cual tras años de poderosas invocaciones consiguió materializar a un enorme ser de color oscuro, dotado de un par de alas proporcionales a su cuerpo. En este caso el tiempo también habría sido el encargado de mostrarle a estas personas que habían cometido un error fatal al traer a dicho ente, cuyos poderes aparentemente escapaban a su comprensión y al que no pudieron comandar como habían previsto, dejándolo, como al Minotauro, al interior de aquel laberinto de cuevas. Sin embargo, en el ocaso de sus vidas, los involucrados comenzaron a temer por lo hecho años atrás, especialmente porque conforme la edad los iba alcanzando e iban muriendo, de una u otra forma sus cuerpos no lograban ser enterrados en suelo santo; situación a la que no pudo escapar la anciana antes mencionada, cuyo cadáver habría desaparecido, según lo contado, durante su propio velorio. Finalmente, se cree que este ser alado descubrió cómo entrar y salir a su antojo, abandonando su guarida durante las noches para cazar alguna presa humana, beber su sangre y comer su carne, amparado por la oscuridad. 

 

EL FIN DEL MUNDO INICIA EN EL CERRO DE LA ESTRELLA

 

Para los antiguos habitantes de Tenochtitlán, el Cerro de la Estrella era uno de los sitios de adoración religiosa más importantes. Llamado Huizachtecatl por los antiguos pobladores aztecas, en honor a la prolífica población del árbol del huizache en su flora, era lugar de uno de los ritos más significativos de la época prehispánica: La ceremonia del Fuego Nuevo o Toxhiuhmolpilia, como era nombrada en náuhatl.

Realizada puntualmente al final de un ciclo de 52 años, que coincidía con la conclusión de los dos principales calendarios, el tonalpohualli, que constaba de 260 días y el xiuhnelpilli, que contabilizaba un “siglo” 52 años; la ceremonia del Fuego Nuevo era una festividad de adoración solar que buscaba garantizar la existencia del “Nuevo Sol” por durante otro ciclo, por lo que precisaba de la participación de todo el pueblo con extensos preparativos y precauciones. 

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Estos comenzaba por apagar toda llama o fogata sin excepción, además de la renovación de todos los artículos de uso doméstico, desde la ropa y calzado hasta los utensilios de cocina o las mismas piedras del fogón. Los niños y las mujeres embarazadas eran resguardados en los graneros; mientras que se pretendía proteger a los pequeños de convertirse en ratones, a estas se les pintaba el rostro (en otras versiones se habla de que usaban una máscara de maguey) a fin de evitar que se convirtieran en monstruos. El resto de la familia se congregaba en los techos de las casas, en absoluto silencio, haciendo una comparsa fantasma para la suntuosa procesión de sacerdotes, dignatarios, guerreros y el propio tlatoani, marchando comandados por la imagen de Quetzalcóatl. 

Sus pasos los llevaban al Cerro de la Estrella, al que subían para ofrecer un ritual espléndido, supervisado por el propio Xiuhtecuhtli, dios mexica del fuego; rememorando el mito de la creación del sol y la luna gracias a los sacrificios de los dioses Nanahuatzin y Tecuciztécatl por medio de un tributo humano, mismo que le daría las fuerzas suficientes a Huitzilopochtli para renacer a la mañana siguiente. Muy al estilo de los aztecas, la víctima elegida era sacrificada sacándole el corazón y mientras este aún continuara latiendo, se esforzaban por hacer arder en su pecho una fogata por medio de un tlecuahuitl o taladro sagrado. 

El éxito del ritual se sabría primeramente por la fuerza de las llamas encendidas en el cuerpo, seguido por Yohualtecuhtli, dios de la noche visible en forma de estrella, siguiendo su recorrido habitual en el cielo y horas después por el sol, emergiendo triunfante del horizonte durante el alba. 

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Como es natural, todas las veces que este ritual se realizó obtuvo los resultados favorables y la salida del astro rey fue celebrada con vítores y grandes banquetes; pero se creía que si esta fallaba las tzitzimimes, seres guerreros y terribles representados como mujeres en estado de descomposición vestidas con girones de piel y extremidades cercenadas, también descritas como osamentas medio descarnadas y con ojos en todas sus articulaciones; que al verse libradas del sol, eterno enemigo de estas habitantes de la oscuridad, bajarían de las estrellas armadas con cuchillos para devorar a todo humano y ser vivo sobre la tierra, mientras ocurren poderosos terremotos que derribarían todo vestigio de su civilización.

La última de estas ceremonias fue realizada con éxito en el año de 1507, previo a la llegada de los españoles y el inicio de la era novohispana con la que se abolió toda expresión de la religión indígena y los sacrificios humanos, naturalmente; aunque se cree que esto no habría impedido su realización en secreto durante años posteriores, tal vez, incluso, cercanos a la época actual.  

Cabe destacar que la próxima vez que se cumpla este ciclo será en el año 2027, por lo que sólo el tiempo dirá si esta ceremonia o su ausencia son capaces de culminar con el mundo como lo conocemos de una forma tan aterradora, como los aztecas tanto temían.

 

mfdo.

 

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