El chorizo vengador

Por Gerson Gómez Salas

Hacia mediodía del viernes circulaba entre los estudiantes. Una hoja por los dos lados. Con los comentarios estudiantiles de la preparatoria. Puntos anodinos como el sabor salobre de los exámenes de recuperación.

El periódico circulando. La música internacional en la audición programada por la asociación estudiantil y respaldada por la dirección.

Jamás imaginé una semana sin aparecer. Era el cosmos de la vida social. Los siguientes cumpleaños. Las fiestas en casas. Los ligues en proceso de formación. Las parejas en franco declive. Quienes se hacían pasar por estudiosos sin serlo.

El infierno para quienes la apariencia no fuera sincera.

Norma con el cabello rubio tirando a rojizo. Alta de pecas en el rostro y la mejor sonrisa de todo el primer piso de nuevo ingreso.

Imposible no verle llegar al aula. Sus piernas largas y espigadas. Todas las tardes de entrenamiento en el Club La Silla en natación y también en tenis. Suspirar por su vertiginosidad emocional. Escondido detrás del muro.

La negociación de cupido. Buscar un tercero quien le conozca. Como si fuera aviso de ocasión, en el periódico los nombres entrelazados. De alguna forma la fuga de información podría resultar beneficiosa.

Has pasado de infame excursionista durante el horario de clases a trásfuga de estatus sociales. Lo nuestro es un nombre singular. Apostillado. Imposible de ignorar. 

De todos los éxitos musicales Phases y The Outfield. En el soundtrack de los dispersos emocionales, Norma tararea el pop de los ingleses. Punto a favor. Los chicos del auto rojo convertible, en el estacionamiento, suenan mejor a las bocinas de las cintas. Ellas quieren gasolina para sus gestos verticales.

Imposible competir contra ellos. Es una pelea desigual por la atención de las condiscípulas. El viaje al hogar en el transporte colectivo nos convierte en invisibles. En el nirvana no existen periodos de gracia ni vacaciones permanentes.

Los ejemplares del Chorizo Vengador semanal se agotan en la puerta del bachillerato. A esta hora es pública la preferencia emocional. Le veo subir al auto de su madre. 

Las miradas cruzadas. La sonrisa en tono de sepia. Dentro del cartapacio se traspapela el ejemplar estudiantil. Junto con los recibos de los exámenes de recuperación de materias.

Te encaminas al futuro. La avenida Garza Sada, al sur, se convierte en la carretera nacional. Tu destino es al norte. A la zona industrial y deprimida, de casas con techo de lámina y casas de madera. Donde las apariencias poco importan. Si llegara a suceder. Norma vive al sur.

En el siglo verde y en la conformidad. Puedo escapar y nadie dirá nada. Puedo desaparecer. Norma viste de mezclilla estampada en gris con azul. El cabello corto apenas sobre los hombros.

Víspera de viernes. Los ojos se clavan en el muro de las calificaciones. Las aves descansan en los cables de alta tensión en la avenida. 

Un nuevo ejemplar del Chorizo Vengador sale de la imprenta. Los lectores lo esperan. Yo lo necesito. De todas las noticias, la valiosa, es el número de su teléfono de casa.

La llamaría mil veces. Sería el mundo. Ojalá no cuente con identificador de número. Papá es severo con los cobros altos y las llamadas extras en el recibo mensual.

No puede entender al periódico estudiantil. Ni la importancia de llamarme distinto a él. Ni lo largo de las conversaciones telefónicas. Dice el teléfono se inventó para acortar distancias. Estoy de acuerdo. 

La distancia para llegar a Norma es el número. Debe comenzar por la zona de residencia con 57. 

Me faltan cuatro números más. Las variantes son miles. Imposible estar marcando al azar hasta encontrar la clave adecuada. 

El escuchar su voz o solo hacer silencio mientras ella dice bueno.

Esa es la labor del Chorizo Vengador. De nuestro periódico estudiantil en la escuela preparatoria. En un año más no nos volveremos a ver hasta dentro de dos décadas. 

En los pasillos de la Pulga Guadalupe. Pasó impetuosa como siempre. Corriendo apresurada. La misma sonrisa. El cabello rojo encanecido. Lacio y rebelde. Sonreímos tránsfugas como si nos conociéramos.

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México