Esta noche yo me voy con Rosita a la cumbiamba

Por Gerson Gómez Salas

Avanzan a contra flujo. Despatarrada duerme la infante en el carro rosa con un improvisado cubre sol. Le llevan de paseo. Al medio día el trajín de la supervivencia. En el centro de Monterrey la basura es oro. Los desperdicios de algunos son diamantes en bruto.

Los cuatro se trenzan en el observatorio de las calles. Viajan de norte a sur. De la ruinosa casa con cuartos de renta de la colonia Industrial. Son los desplazados de la precariedad. 

En la desvencijada radio escuchan el vallenato de Celso Piña. Los tres varones conversan con la mujer vestida con un traje de licra entallado. Le resaltan las varias líneas de sobre peso. El mayor de ellos, con la barba cana, se rezaga en la postal de Steinbeck en las uvas de la ira. De Oklahoma a California. 

Podría ser el abuelo de la infanta o un simple vagabundo aleccionado. Por debajo de la banqueta los camiones de ruta La Estanzuela pasan rozando sus frágiles cuerpos hambrientos.

Necesitan encontrar pronto un nuevo sitio para vivienda. Han pensado en posesionar alguna de las miles de casas abandonadas en el corazón de Monterrey.  La rapacidad de los gentrificadores de la zona les tiene sin cuidado.

Se imaginan de vecinos elegantes en el barrio de la Purísima. Al lado de las nuevas torres de departamentos en crecimiento. La dinámica social de los posesionarios. El primer paso para una vida menos claudicante.

A medio caer la casona de sillar tiene tapiadas los ventanales y las puertas con bloques de cemento. Entre los varones logran desclavar las maderas. La humedad corona sus narices. Vociferan otra de las canciones del cacique del Cerro de la Campana.

Ya encontraron punto ciego. Volverán a los cuartos de la Industrial por sus pertenencias. Eso es mejor a la intemperie. A la amenaza del rentero. Al desahucio y a la falta de dinero.

La tribu reflexiona cuanto tiempo podrán vivir hacinados sin ser descubiertos por los legítimos poseedores. Con pasar el invierno con techo se dan por bien servidos. 

Rumiaran con las ratas, con los desechos de los años de la propiedad clausurada. En este barrio no hay tanta zozobra. Ni tanto malandro. La semana pasada, en uno de los cuartos aledaños en la colonia Industrial entró la guardia nacional.

Realizó operativos simultáneos en varios domicilios. Encontraron narco menudeo. Algunas armas de uso exclusivo del ejército. Hasta una pareja de Honduras secuestrada. Se llevaron a todos los inquilinos para investigarlos. Prefieren ser rateros pero honrados. Consumidores de tolueno o cinco mil. Para ellos la tranquilidad es una posibilidad de emigrar.

De volver a sus estados natales. Nadie los espera. Nada tienen por llevar. Mejor seguir en Monterrey. Escuchando a Celso Piña. Caminando al recuerdo de los cuerpos menos desvencijados o hinchados por la desnutrición.

Si para algunos es basura, en ellos es todo festín. El festival de la caminata, mientras la infante despatarrada continúa durmiendo. Los camiones y los autos particulares les evitan en la marcha de los desdentados.

Algún momento de la noche volverán a instalarse en el barrio El Mediterráneo. Con sus Carta Blanca de placidez. Barriendo el polvo de los años violentos de Monterrey.

Purisima

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México