Force Fest 2018: la asamblea de los esperanzados

Por Gerson Gómez 

A lo largo de la carretera solo el paisaje bucólico, campirano. En medio del camino, las casas a medio construir. Las leyendas de las campañas políticas lucen agónicas. Del viejo PRI defenestrado y del deslavado PRD. Los habitantes sorprendidos observan la caravana de autobuses. Algunos perros ladran la marcha de los motores.  

Viviendas en su mayoría en obra gris en el altiplano. Con las varillas saltadas como espinas en sus techos planos. En el campo de golf de Teotihuacán se ha instalado el festival metalero Force Fest 2018. Los policías del Estado de México, desde el viernes 5 de octubre, asechan a lo largo de la frágil carretera de ida y vuelta. También los federales almuerzan sus tortas de jamón con sus Boing de guayaba.  

Elevada desde el camino la barricada por todas las instalaciones del campo de golf. La muralla doble: la soldadesca de planchas de metal acomodadas en tropel. Los barrotes en segunda instancia solo permiten el paso a los insectos y aves.  

Sobre los antiguos sembradíos de maíz, la labor como la llaman las treinta familias habitantes de La Providencia, detienen su andar los autos particulares. También los autobuses van acomodando en batería. Los pasajeros apuran el paso para ingresar. Los recibe el camino rojo de grava, donde los elementos de seguridad Condor, uniformados de camisa negra y vivos amarillos, observan a los migrantes musicales con sus equipos de acampar. Al fondo en el extremo izquierdo se van levantando las tiendas de campaña. Acomodados en hileras los visitantes previa auscultación profunda, con sus pulseras para dos días y de camping, se van deslizando por cada uno de los seis escenarios.  

En el Stage Principal Telcel los Stone Temple Pilots de San Diego California, el remanente después del deceso de su cantante original, Scott Weiland quien falleció en el 2015 o Chester Bennington, también voz y fallecido en 2017, le añadieron la nostalgia al movimiento grunge ahora con Jeff Gutt en la posición de front man.  

La gala del sábado 6 está de la mano de los poderosos angelinos, los System of a Down, de origen armenio Daron Malakian, John Dolmayan, Serj Tankian y Shavo Odadjian. Su nu metal, conocidos por realizar canciones en cuyas letras se manifiestan en contra del maltrato infantil, la violencia, la guerra, los genocidios, la pornografía, el machismo, el predominio de los intereses materialistas en la sociedad, las desigualdades sociales, físicas e ideológicas, la intolerancia o la discriminación. Mientras en el Main Stage 2, el sonido grunge de Seatle, de guitarras fuertemente distorsionadas y enérgicas, melodías vocales guturales, muchas veces pegadizas y repetitivas, así como baterías predominantes; mientras sus letras se caracterizaban por reflejar apatía y desencanto de Alice in Chains, Bush y de los chicos del sur de California, de San Diego, con sus cantos gospel metal de P.O.D.  

 

A media tarde, el cielo de Teotihuacán presagia la tormenta. Correr para guarecerse. Olvidar la experiencia. Los vendedores de rompevientos e impermeables hacen de la calle principal, en las inmediaciones de La Providencia, la venta de su vida. Las simples capas en 10 y 20 pesos, dependiendo de la cercanía al acceso o los impermeables completos de 100 a 200 pesos. Los puestos de comida se inundan. Los toldos no resisten la cantidad de agua. En los sembradíos, se anegan las frágiles tiendas de acampar.  

Al aflojarse la tierra, todo se convierte en azogue, en lodo. En el Monster Stage, Carcass, Sacred Reich, Armored Saint, Pestilence y Asesino, incrementan los decibeles del metal con sus impronunciables y profundas voces, conocidas como guturales (growls en inglés), guitarras distorsionadas y con afinación baja, percusión rápida (con un dominante uso del doble pedal), complejas estructuras musicales para lo habitual en la música de masas, con numerosos quiebres, paradas y cambios de tempo. En el Tuborg Stage, NO FX, Comeback Kid, Emery y Acidez, el punk simple y crudo, a veces descuidado, con melodías agresivas de duraciones cortas, de sonidos de guitarras amplificadas poco controlados y ruidosos, cargados de mucha distorsión, pocos arreglos e instrumentos y, por lo general, de compases y tempos rápidos se de deslizan con la lluvia. 

 La zona de juegos mecánicos detiene el funcionamiento. La amenaza real de tormenta eléctrica paraliza. Esto pudiera ser un nuevo Avándaro. Nuestro Teotihuacan, la ciudad de los dioses. El nacimiento de la republica del metal en la cuarta transformación. Al caer la noche y cerrar el telón de los escenarios, el aroma de la cannabis indica, hermana los espacios. Las charlas de los asistentes noctámbulos temblorosos. Nadie se rinde. Nadie abandona la trinchera. Se sobreponen al castigo de la lluvia. Comprometido el afecto, los autobuses deben ser reorientados del campo de estacionamiento ante el riesgo de hundimiento. Tractores lanzan las cuerdas para jalar los autos entrampados. 

Las maniobras duran toda la madrugada. El nacimiento del sol venturoso alienta la esperanza de resucitar un evento lastimado por el meteoro del clima. Los rumores son la señal de ausencias notables. Algunos de los campistas abandonan toda esperanza. Levantan sus pertenencias apurados. Extraviaron la brújula de los artículos personales.  

Lamb of God, Testament, Exodus, Rob Zombie, todos de primera línea, impactan en el ánimo, por encima de la lluvia. En los escenarios alternos, Kenny y los eléctricos, Charly Montana, Lira n´roll, El Haragán y Cía, le dan ese toque de nostalgia nacional. Los ortodoxos del metal se expanden ante los heterodoxos de lo espontaneo. Se funden en abrazos espontáneos. con tragos de cerveza Tuborg. Phill Anselmo, Steel Panther, Daron Malakian & Scars On Broadway, Dokken, Dee Snider, y Anthrax, le dan un respiro de primera línea, antes del retorno inclemente de la lluvia. 

Force Fest 2018: la asamblea de los esperanzados

Los riffs de guitarra, la precisión del bajo y la violenta mole de la batería de Slayer, en el adiós de México, de uno de los jinetes del apocalipsis del thrash metal. Mientras en los pasillos, el enfado justificado de Glen Dazing quien ya practicaba ejercicios de estiramiento, el vocalista original de Misfits, le suma un aroma agridulce al cierre del Force Fest. El incordio permanentemente de dos de las agrupaciones más longevas y multitudinarias, Slayer y Dazing, al imponer la banda liderada por Tom Araya el horario para su actuación por encima de la otra. Dark Funeral, ya pasada la media noche, en un casi vacío espacio, despide el festival, entre una cortina de lluvia pertinaz y los azorados asistentes pensando en una gripa ejemplar o la cruda moral de la mañana de lunes.