Vaticinio

Por Gerson Gómez Salas

Emilio Lozoya hablará. Tendrá la oportunidad desde prisión. Sus perseguidores imponen las reglas. Quieren nombres. La estructura completa de los socios.

Nada por debajo de su puesto. Solo pares y superiores. Con señales objetivas. Emilio aceptó cada una de las imposiciones. Se le tratará con respeto dentro de la celda. No comerá los alimentos de los presos comunes. Le dispensaran la toma de lista o la convivencia peligrosa.

Cada enunciado en las declaraciones será contundente, demoledor. Hasta cimbrar las estructuras políticas de antaño. Lo hará con los despojos del PRI, con las simulaciones del PAN y con el contubernio del PRD.

Dejará la mesa puesta para las inhabilitaciones. La ruta del dinero salpica en el Senado, en la Cámara de Diputados. La contabilidad de favores, los enrutes y simulaciones de obras.

Le dará tiempo también para el ajusticiamiento del priista César Duarte, el ex gobernador de Chihuahua prófugo.

Domará los ímpetus de la fracción rebelde de gobernadores contra Andrés Manuel López Obrador. Cera en boca de periodistas beneficiados. La huella del dinero de Lozoya, Duarte y compañía es el parteaguas necesario.

Depende mucho de su Secretaria de Gobernación, de los fiscales y de la Suprema Corte de Justicia. La explosión de las letrinas políticas del PRI, PAN y PRD dejará a muchos damnificados. A otros, enmudecidos.

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