El juego bonito

Foto: EFE

Por Gerson Gómez

Brasil amanece de buenas y se inclina hacia la izquierda. Otro día, de muy mal humor y se desdice, favoreciendo a la ultraderecha conservadora.

En ese discurso, de Lula o Bolsonaro, la segunda vuelta está en camino. En el alto contraste de la nación, los empresarios e inversionistas conocen del potencial productivo.

Rezagados, en las partes altas de las ciudades, las favelas, es el corazón palpitante de una nación mestiza.

Por la parte europea de Brasil, sugieren cancelar toda forma de apoyo social. Es improductivo y lacerante.

Los sectores de ascendencia africana, mezclada y nativos originales, es el momento de ajustar cuentas con las dictaduras militares del pasado, los negocios al amparo del poder y la corrupción.

Además, el narcotráfico, la cercanía con la potencia productora de cocaína, todos los caminos de la perdición conducen al sambódromo. 

La ultraderecha cristiana en el poder con Bolsonaro casacabelea sus anodinos programas sociales.

No todo es carnaval, fiesta, parranda y bellas mujeres. Brasil es una economía fuerte y revolucionaria. Si los deportistas de la nación sudamericana resultan de excelencia, lo son también las maromas de Odebrecht.

Brasil, de una noche permanente, va a jugar una de las decisiones elementales para los especuladores de Wallstreet. 

Lula o Bolsonaro no son lo mismo. Reflejan la idiosincrasia de una nación tan rica y poderosa, como lo es, el amazonas, para el planeta.