Luchadores exóticos, ‘soldados’ de la comunidad LGBTTTI

Por Francisco Domínguez

La pasarela se llena de testosterona con cada gladiador anunciado. Hay gritos entre la gente. Después, la rudeza de temidos y amados se desvanece con el perfume, luces de colores, brillantina y plumas que provocan chiflidos, risas e insultos de la gente para los luchadores exóticos, deportistas que viven sus batallas dentro y fuera del ring.

En una de sus acepciones, la Real Academia de la Lengua Española se refiere a lo exótico como “extraño, chocante, extravagante”. En el mundo del pancracio mexicano, esa forma de referirse al bando de quienes tienen preferencias homosexuales les da más de lo que les quita. “Al ser un grupo pequeño hay más trabajo. No es algo que nos moleste”, dice José Luis Hernández, mejor conocido como El Demasiado, deportista con más de 12 años como luchador, que encontró esta profesión por casualidad y como bálsamo en la vida.


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El gusto por un hombre motivó a José Luis a subirse por primera vez a un ring. Ahí, en el encordado, conoció el amor. “A mí me gustaba una persona y él quería ser luchador. Yo lo acompañaba a entrenar, pero el profe me decía: ‘Súbete a entrenar o vete’. Por seguir a esa persona entré. Nunca le confesé que él me gustaba. Ya entrenando le empecé a agarrar amor a la lucha libre”, cuenta desde su resguardo en Veracruz por los tiempos de pandemia.


“Mi problema fue en la niñez. Me molestaban por mi orientación sexual y mi sobrepeso. ¡Imagínate! Tener otras preferencias y además ser gordo, era una bomba de bullying. La lucha libre sanó ese tipo de heridas”, agrega.


Por su orientación sexual ya dentro del medio luchistico, Saúl Armendáriz, Cassandro, ha visto las sombras en un mundo de luces. “Me han golpeado y lastimado. Hubo muchas puertas cerradas porque me etiquetaron de gay”, revela en el documental de la directora francesa Marie Losier titulado “Cassandro, the Exotico!”, presentado en el Festival de Cannes en 2018. Desfilan los luchadores exóticos en la historia de la lucha mexicana desde los años cuarenta, con origen en el personaje de Gardenia Davis. Después vinieron Lalo El Exótico y Bello Califa —quienes también incursionaron en el cine—, Rudy Reyna, Sergio El Hermoso, Bello Greco, hasta Pimpinela Escarlata y May Flowers, quienes le dieron un sello distintivo al bando en la década de los noventa.

“Nosotros trajimos el travestismo a los encordados. Antes sólo eran delicados y elegantes. Fue difícil de asimilar para la gente, ver cómo salíamos, nuestro estilo, pero lo aceptaron poco a poco. Somos la sal y pimienta en el espectáculo”, comparte Florencio Díaz, May Flowers. “A la lucha libre llegué afeminado porque soy gay y nunca lo oculté. Antes trabajaba de travesti, pero cambié de vida cuando me regalaron a mi sobrino de 40 días de nacido. No hice más que cambiar el escenario porque seguí siendo el mismo”.

“Por parte de mis compañeros nunca sufrí discriminación, me respetaron mucho, porque venía bien preparado para luchar. Hasta ahora me doy cuenta de lo que conseguí con mi personaje. Ya fui Reina Gay del carnaval de Álamo, Veracruz, y hace un año me hicieron un homenaje en el bar Cabaretito. Fue algo muy bonito que todo mi género me aplaudiera”, dice May Flowers, con 34 años de carrera en el ring, desde su natal Torreón, Coahuila.

En tiempos recientes, Máximo se convirtió en un luchador consentido por su carisma y estilo de lucha. El mohicano rosa y la falda corta con la que sube al ring rompieron la imagen del nombre basado en la película “Gladiador” (2000), protagonizada por Russell Crowe, quien dio vida a Máximo Décimo Meridio, general hispano del ejército del Imperio romano.


“Buscamos un nombre que resultara un cambio drástico. Que imaginaran a un hombre de dos metros, musculoso y varonil, para después salir yo, bajito de estatura, con un físico muy común, mandando besos al público. El recibimiento no fue el que esperaba. Me gritaban: joto, maricón, acorrientas la empresa, regresate a tu casa”, recuerda Christian Alvarado, parte de una dinastía importante en el medio, y que da vida al personaje exótico sin ser gay.


“Decidí ser exótico porque buscaba una oportunidad. A los que labraron el camino les debo bastante y trato de representarlos dignamente. No por el hecho de tener ese personaje puedo faltarle el respeto a alguien o a mi mismo”, agrega, y cuenta cómo maneja esa dualidad con sus hijos. “Les dije que sólo era un personaje y lo entendieron. Creo que es bueno empezar desde corta edad a hablar con ellos, a fomentar el respeto hacia algún amiguito con otras orientaciones, apoyarlo porque no está haciendo nada malo. Esas bases son importantes”.

“¡Están bien culeros!”, grita un aficionado desde la grada cuando presentan al bando exótico. Arriba del ring, un luchador con plumas, maquillaje y estolas, responde con voz más potente que el primero: “¡Tú también gordo!”, y desata las risas del público. Las ofensas del respetable son habituales en la lucha libre, no en otros deportes donde ciertas expresiones son prohibidas por considerarse homofóbicas. Frente al cuadrilátero, el mundo es distinto.

“Siempre he sido de la idea de que las palabras no ofenden, pero la intención sí. El grito de ‘¡Eeeh, puto!’ nosotros lo solicitamos para nuestros rivales. Esa palabra no me daña. Pero si alguien me lo dice de forma despectiva, sí. Tiene que ver mucho con la dualidad que tenemos. No es lo mismo El Demasiado que José Luis Hernández. Si me lo gritan cuando estoy arriba del ring sé que me rento, para que las personas saquen sus enojos y frustraciones. Si me lo dicen en la calle me va a molestar”, desmenuza el luchador. “Hubo personas que antes de morir la última palabra que escucharon fue ‘puto’. Hay menos agresiones, pero sigue habiendo incluso asesinatos”, afirma.

Aunque es un bando unido, también hay diferencias por la forma en la que se manejan unos y otros en cada batalla. “Yo tengo ademanes naturales, pero prefiero que la gente me identifique por mi trabajo en el ring, no como un objeto de risa. Muchos compañeros jotean para que se rían de ellos, yo prefiero que me identifiquen como alguien con otras preferencias, pero fuerte y sin miedo”, manifiesta El Demasiado. “Lo de los besos durante la lucha lo he hecho, pero tampoco me gusta. Prefiero un buen golpe o un castigo certero. Los besos son un distintivo de los exóticos, pero quiero que la gente se quede con la imagen de que el exótico no vino a ser burla ni víctima”.

En esta esquina, May Flowers, Máximo y El Demasiado hacen tercia para combatir la discriminación, el machismo y la intolerancia hacia la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual (LGBTTTTI).

“Luchen por lo que en verdad quieren, no se dejen amedrentar, no bajen la cabeza porque no estamos cometiendo ningún delito. Estamos expresando nuestro sentir, no somos ni los primeros ni los últimos”, dice Mayflower, y da la mano para el relevo. “Mis respetos para toda la comunidad. Los admiro. Se necesita valor, fuerza para defender a diario su ser”, comenta Máximo desde la tercera cuerda, antes de que El Demasiado entre al quite, ponga en espaldas planas al rival y se dé el conteo. “Nunca se sientan menos que nadie porque todos somos iguales. Para generar empatía con la gente debemos ser empáticos con el mismo gremio. A quienes tengan ideas distintas, que las expresen sin agresión. Esto de la diversidad se trata de eso, incluso en el pensamiento, pero sin afectar a nadie”.

El referee golpea la lona: uno, dos tres, y levanta la mano de los vencedores, los exóticos. El público los vitorea. Los sueños y las luchas toman fuerza entre golpes, sudor y lentejuela.

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