25 de Noviembre de 2006, Oaxaca: La huella de la represión persiste a 17 años

Oaxaca.- A 17 años de uno de los episodios más oscuros en la historia de Oaxaca, las heridas de la represión del 25 de noviembre de 2006 siguen latentes. Documentos oficiales y testimonios revelan la brutalidad ejercida por fuerzas estatales y federales, dejando un saldo lamentable de detenciones arbitrarias, golpizas, heridos por armas de fuego y un escenario de impunidad que aún persiste.

El 25 de noviembre de 2006 marcó un punto crítico en la historia contemporánea de Oaxaca, México. Este día fue el clímax de una serie de protestas que se originaron meses antes, cuando maestros pertenecientes a la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) inició un paro laboral en demanda de mejores condiciones laborales y salariales.

Lo que comenzó como una huelga magisterial se convirtió en un movimiento social más amplio conocido como la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que incluía a diversos sectores de la sociedad.

La respuesta del entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz fue controvertida: desplegó fuerzas policiales para reprimir las protestas, lo que desencadenó una escalada de violencia y conflicto en las calles de Oaxaca. Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad fueron recurrentes durante varios meses, sumiendo a la ciudad en un estado de agitación constante.

El 25 de noviembre de 2006, las tensiones alcanzaron su punto máximo cuando se desató una violenta represión contra los manifestantes que se habían congregado en el centro de Oaxaca. Las fuerzas estatales y federales llevaron a cabo detenciones arbitrarias, emplearon violencia desproporcionada y se documentaron casos de tortura, violencia sexual y uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes.

Según informe Facultad de Investigación 1/2007, de la SCJN, revela la crudeza de los hechos. Los registros oficiales señalan detenciones ejecutadas con violencia similar a la ocurrida en San Salvador Atenco en 2006. Víctimas golpeadas brutalmente, calles impregnadas de sangre por toletazos, balas y granadas de gas lacrimógeno.

Un total de 152 detenidos, incluyendo menores de edad, dejaron testimonios desgarradores. Relatos de violaciones a los derechos humanos, abusos físicos y el uso desproporcionado de armas de fuego marcaron esa jornada fatídica.

Los informes hospitalarios aún conservan las huellas de aquel día: heridas de bala, fracturas, golpes graves. Testimonios como el de un hombre que estuvo al borde de perder un ojo tras ser brutalmente golpeado ilustran la crueldad sufrida.

Las autoridades justificaron la represión como un acto para mantener el orden público, sin reconocer los excesos y abusos cometidos por las fuerzas de seguridad.

Años después, la impunidad persiste. La brutalidad del 2006 permitió la consolidación de un sistema de gobernabilidad entre priistas y actores actuales, facilitando la penetración del narcotráfico y corporaciones transnacionales en la región. La masacre de Nochixtlán en 2016 fue un triste reflejo de estas consecuencias.

Los intereses políticos y económicos han intentado sepultar este capítulo oscuro en la historia de Oaxaca. Sin embargo, la oposición a estos intereses sigue latente, y muchos temen que la falta de justicia desemboque en situaciones similares en el futuro.

A 17 años, la memoria de la represión del 25 de noviembre de 2006 permanece viva, recordándonos que la lucha por la verdad y la justicia aún está pendiente en esta región marcada por la impunidad.