Golpismo y agotamiento del progresismo en la trama boliviana

Por Florentino López Martínez

 

Ciudad de México.- El pasado 26 de junio, desde Bolivia se denunció el intento de golpe de estado orquestado por un grupo de militares encabezados por el General Juan José Zúñiga, jefe del Ejército, ahora detenido junto con otros 17 elementos; quienes supuestamente demandaban la libertad de presos políticos, como los golpistas Jeanine Áñez, ex-Presidenta interina, y Fernando Camacho, ex-gobernador de Santa Cruz, así como una reestructuración del gabinete del Presidente Luis Arce Catacora.

 

Después de frustrado este extraño intento de Golpe de Estado, en el que no se registró ningún acto real de violencia, pero movilizó tanquetas del ejército que llegaron hasta el Palacio Quemado, adjunto a la Casa Grande del Pueblo, sede de la Presidencia de la República; se han abierto una serie de preguntas en torno a los objetivos de estos hechos, su autoría intelectual y las consecuencias que tendrá, temas en los que hay diversas versiones.

Sin embargo, hay una verdad que nadie puede negar en Bolivia: la profunda crisis política derivada de un proceso de desaceleración del crecimiento que tiende rápidamente hacia una crisis económica, de la cual nadie se quiere hacer responsable, de ahí las acusaciones entre el grupo del expresidente Evo Morales Ayma y el actual Presidente de la República, ambos integrantes del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) y cogobernantes desde el 2006, hasta el golpe de Estado derechista del 2019.

A pesar de que en sus Estatutos, el MAS-IPSP se reclama como una fuerza revolucionaria, democrática, antiimperialista, anticapitalista y anticolonial, en la práctica y resultado de 17 años de gobierno (excluyendo un año de gobierno de Jeanine Áñez), contrario a su discurso, mantuvo intactas las estructuras del sistema capitalista en Bolivia, así como la dependencia económica del país a las potencias imperialistas.

Igual que la mayoría de los gobiernos del autodenominado progresismo latinoamericano, el gobierno del MAS se dedicó a administrar ingresos de los altos costos de las materias primas, sin modificar la estructura económica del país, de tal manera que tras dos crisis (2008 y 2020), se mantiene la misma estructura de clases sociales: alrededor de 12 magnates que encabezan las clases dominantes, beneficiarios principalmente de la explotación de la fuerza de trabajo de los bolivianos.

Es más, con la promulgación de la ley 1357, en el 2021, cuya finalidad era aplicar impuestos a las grandes fortunas, se le aplicó a sólo 152 superricos, que tenían más riquezas de lo conocido, ya que el gobierno se proponía recaudar 14 millones de dólares, pero tan sólo en un año recaudaron 34 millones de dólares.

Es verdad también que la pequeña y mediana burguesía ha sido beneficiada de esta política, lo que se refleja en los lindos cholets que proliferan en El Alto; mientras que la pobreza, durante estos 17 años, sólo disminuyó del 60% al 39%, y actualmente en las zonas rurales alcanza hasta el 55%, pobreza que podría aumentar ya que el crecimiento previsto para este año es de 1.6% del PIB, el menor crecimiento en los últimos 25 años.

Lo anterior, aunado a la escasez de combustibles y la carencia de dólares para las importaciones que se requieren, parece que estamos llegando a un momento de agotamiento de un modelo económico que se propuso como alternativa, pero lo único que logró es prolongar el desarrollo del capitalismo en Bolivia, bajo un discurso progresista.

Mientras tanto, la disputa por la sucesión presidencial entre Luis Arce y Evo Morales parece ser lo central en la lucha intestina del MAS-IPSP; mientras tanto, la derecha y el imperialismo acechan como aves de rapiña, para devorar el litio y otros recursos naturales de Bolivia.

Frente a este escenario, es importante que la clase obrera y los pueblos del mundo comprendan las lecciones, reconozcan que el autodenominado progresismo latinoamericano no es una alternativa ni anticapitalista ni antiimperialista.

Desde el proletariado, debemos seguir insistiendo en la construcción de nuestros propios y auténticos partidos de la clase obrera, y seguir luchando por nuestra emancipación por la vía revolucionaria y no seguir siendo víctimas del engaño, como lo han sido durante las últimas dos décadas, la clase obrera de distintos países de América Latina, que optaron por los autodenominados gobiernos progresistas.

De no tener auténticos partidos comunistas marxistas-leninistas, sólidos sindicatos clasistas, frentes únicos antifascistas y antiimperialistas, seguiremos siendo víctimas de una u otra potencia imperialista, y eventualmente el retorno de dictaduras y gobiernos reaccionarios, como ya lo estamos padeciendo en Argentina y Perú. Nadie hará por nosotros lo que nosotros mismos no estemos dispuestos a hacer por nuestra emancipación; los proletarios mismos debemos despejar los caminos de nuestra lucha.

Tags
Síguemos en Google News