Por eso ya nadie compra DVD's

Por Carlos Meraz

Hay momentos de obstinación, de aferrarse o para ser más honesto, de encapricharse con algo, como si en eso a uno se le fuera la vida. ¿Quién no ha pasado por ese trance en esta sociedad de consumo a ultranza?, en la que si a toda costa no adquieres tal producto te sientes frustrado y hasta incompleto, y ya cuando lo consigues la verdad no sientes ni siquiera alivio, es más, no te pasa absolutamente nada.

Las librerías y tiendas de discos cada vez son menos frecuentes en nuestro caótico paisaje urbano, atestado de Starbucks, Oxxos, Miniso, Sanborns o McDonald’s. Así que cada vez que descubro alguna las asimilo como un oasis donde los placeres se materializan en libros, discos o películas en formatos físicos para sentir pertenencia y no anden volando por ahí, entre la nada y el todo, de las nubes informáticas.

Al pasar frente a la cadena de librerías se activó en mi mente el sonido incesante de una caja registradora y me asaltó —no unos ladrones, que esos ni leen y mucho menos hacen rondines por esa clase de tiendas— con un irresistible deseo de comprar un par de películas, en formato DVD o Blu-ray, que no paraban de rondar por mi cabeza: la francesa de 1960, Les Yeux Sans Visage (Eyes Without A Face), de Georges Franju, y la mexicana Cronos, de Guillermo del Toro, su ópera prima de 1993.

Me sumergí en cientos de títulos y autores que mi vista escaneaba, convertida en la mira de un terminator programado para encontrar su objetivo entre los muebles y torres colmados de películas; pero ya tengo averiado el chip de búsqueda o quizá el orden en que las acomodan es más cercano a la anarquía de un viernes de quincena en el Centro Histórico.

Desistí en la exploración y recurrí a un empleado que, apoyado en la computadora, revisó el catálogo y las existencias para llevarme casi de la mano al sitio donde resguardan los tesoros: un anaquel en el que estaban ambos DVD’s, pero en una edición especial e importada lanzada por el sello The Criterion Collection.

Cuando te llevan con tantas atenciones al sitio donde están las joyas uno debe cerciorarse de dos cosas: traer una abultada billetera o una tarjeta de crédito sin adeudos.

Me mostraron ambas películas cuyos precios rondaban en cerca de los mil pesos cada una. Me quedé pasmado, pues por más que las revisaba no encontraba algún extra en el empaque que justificara su valor: entrevistas, escenas borradas, detrás de cámaras, un libro de la producción, fotos, tráilers o ya de perdida un afiche de colección alusivo a la trama.

“¡Ni el mismísimo Guillermo del Toro pagaría esa suma por un DVD suyo!”, dije indignado antes de dejar la película en su lugar y sentenciar “ahí se va a quedar, por lo menos otros tres meses”.

Antes de salir del lugar, tras sentir que me querían robar por una película sin más bonus que su caja normal, me di otra vuelta para revisar antes de partir y encontré, entre las ofertas, la edición normal de Cronos de 99 pesos rebajada a 59.

De Les Yeux Sans Visage no hubo ganga alguna, sólo desplumadero; pero buscando en el smartphone encontré en ese oráculo, que es Google, que el filme completo estaba disponible en infinidad de páginas de streaming gratuitas.

Desde hace unos cinco años sólo pago por aquellos DVD’s que me ofrecen una historia indispensable en mi modesta colección —comprada, no regalada— o simplemente espero con salomónica paciencia a que lo pongan en descuento o al menos a un costo razonable. Dicen que la piratería ha mermado la venta física, pero nadie habla de los inadmisibles precios que fija la industria por cintas nuevas o de culto, pues al final, en la película de la vida, ¿quién está peleado con su dinero?

Lo que hay que leer.