Primus inter pares

“Quizá te insulten, quizá no nazcas,

quizá te anulen por mujer.

Quizá no llegues a ser tú misma,

quizá te empujen por mujer.

Pero no dejes de ser la niña que abraza todo lo que haya en sí.

Pero no dejes de ver el mundo como un espacio por compartir”.

 

Fragmento de Niña, del cantautor Pedro Guerra.

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Por Ricardo Córdova

¡Yo no soy feminista! Sustento mis dichos con los hechos: carezco de una formación formal sobre el tema: desconozco los principios teóricos del movimiento, no formo parte de ningún colectivo (real o virtual) que apoye las causas feministas en el ámbito político o social y nunca he firmado ninguna petición en change.org sobre ese tema en particular.

Es más, ni siquiera conozco cuáles son las figuras históricas de referencia del movimiento. A la fecha, tampoco he tenido la oportunidad de leer los títulos imprescindibles para comprender la historia y evolución del movimiento feminista en México o el mundo. Y no es que me vanaglorie o avergüence de ello, sólo es así y ya está.

Pero entonces, ¿no estar ilustrado en cuestiones del feminismo me convierte en un macho alfa, pelo en pecho, lomo plateado? ¿Soy un tirano opresor peor que Stalin y Kim Jong-un juntos y encanijados? ¿Será que lo mío, lo mío es el patriarcado?

No lo creo.

Pero tampoco piensen que ando por la vida sintiéndome el héroe de la película de la equidad. Aunque yo no lo perciba estoy seguro de que tengo un chorro de desagradables detallucos de machín en  mi comportamiento.

A mi favor, al menos algo: sí sé que en México y en Rusia el 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer.

Tarjeta que conmemora el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tarjeta tradicional rusa que conmemora el 8 de marzo. Día Internacional de la Mujer. 

Mi aplomo de hombre de verdad.

Bueno, una vez confesados mis pecados, he de decir que si de algo estoy muy, muy seguro es que no suelo relacionarme con el mundo y sus criaturas anteponiendo el género de las mismas; vaya, mis parámetros tienen que ver más con otros aspectos que resultan relevantes solo para mí: los valores y principios éticos y morales de los individuos en cuestión, sus modales, su ingenio, su sentido del humor, su signo zodiacal, los libros que lee y, ya exagerando, si le gustan las fresas con o sin crema.

Pero, repito, no está en mis usos y costumbres el que anteponga si es mujer o varón para pasarme de lanza o tirar buena onda. Y no es que me haga el muy progresista, el más incluyente de los incluyentes ni el súper moderno. Aquí y ahora confieso que lo que admiro o rechazo de las personas son estrictamente sus particularidades, esas que nos hacen únicos e irrepetibles.

Vaya, que yo no me convenzo que por default todos los hombres son gandallas ni que todas las mujeres están sometidas a la tiranía del pene, ni viceversa. En cambio, sí creo en el respeto a la individualidad y dignidad que cada persona merece sin importar su género o condición: grandotas y chiquitas; rusas y mexicanas; morenas, negras, amarillas o blancas; solteros o casados; jóvenes o ancianos, etc. Todos merecemos ser tratados con respeto y dignidad.

Y si mi biógrafo oficial no me contradice y ya que estamos tirando netas, quiero añadir a esta confesión –sin que ello signifique que estoy demeritando un ápice sobre la importancia del rol de mi madre en mi formación- que ese rasgo de mi personalidad se lo debo todito a mi sui generis progenitor: Don Fidel, el cual, en su libérrima y personalísima interpretación del mundo, me educó -a mí y a mis hermanos- poniendo harto énfasis en la equidad de género e igualdad de oportunidades entre su variopinta prole.

Me explico: soy el tercero de cuatro hijos; mis hermanas Rocío y Sandra son 4 y 5 años mayores que yo.

Pues, bien, mi padre –en su original manera de entender el mundo- inculcó a sus hijos varones tratar siempre con respeto y deferencia a las mujeres de la familia, o sea: a mi mamá y a mis hermanas.

Ejemplo: recuerdo que ya estando en la prepa, a mi hermano Gerardo y a mí nos tocaba rifarnos el físico en las labores propias de nuestra edad y nuestro género: barrer, lavar platos, trapear, hacer camas y a mantener mínimamente ordenado nuestro hogar, mientras mis hermanas se iban al toquín, al cine o con sus amigos. Todo ello bajo el odiado y repetido ad nauseam estribillo de mi juventud: “Háganlo ustedes. ¿Qué no ven que ellas son mujeres? Si no las cuidan ustedes, entonces ¿quién?”. Yo para mis adentros pensaba: “Pues sus novios, ¿yo por qué?” Pero “Nelsón”, tocaba aguantar vara y éramos Gerardo y yo quienes lo hacíamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fotograma Película "El Ceniciento". Escena de Germán Valdéz, Tin-Tán, Dir. Gilberto Martínez Solares. México 1951.

Hoy, en mi tercera juventud (15+15+14) debo reconocer que al paso del tiempo, esa manera singular de educarme me ha traído más beneficios que perjuicios, y todo ello sin afectar un ápice el concepto de varón que tengo de mí mismo o de mi virilidad. ¿Cómo me verán los otros? No sé, supongo que cada uno tiene una opinión diferente de mí, pero no creo que sea factor el que yo ayude en las labores de la casa.

Rusas, mexicanas y todas las mujeres del mundo…uníos.

Por otra parte, uno supondría que en Rusia, país heredero de algunos de los preceptos sociales más valiosos de la URSS, la emancipación de la mujer y su igualdad en relación al hombre es una realidad. Más allá de los prejuicios y estereotipos, eso ¿será cierto?

Resistiéndome a la tentación de decir que todas las mujeres rusas que conozco son “luchonas, bolcheviques y revolucionarias”, y que igualmente todos los hombres son “un poquito menos machos que Putin y sus amigotes”, de lo que sí puedo dar testimonio es que si bien el rol de la mujer en la sociedad rusa es súper importante, paradójicamente  éstas no son valoradas ni tratadas de manera equitativa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cartel soviético. Propaganda sobre la importancia de la mujer en la sociedad soviética y la figura de Stalin como guardián de sus derechos.

Sustento mi afirmación retomando un artículo publicado en el diario digital Russia Beyond, titulado: ¿Qué papel debe desempeñar la mujer en la sociedad, según los rusos? Escrito por la periodista Ilona Suvorova, el 24 de marzo de 2017, en la sección “Estilo de Vida”, en el cual se afirma: “En Rusia la población está sin duda sometida a la presión de los estereotipos de género. Y no solo las mujeres, sino también los hombres. La mujer está obligada a tener un buen aspecto físico, a cuidar de la casa y de su familia y aunque tenga una carrera profesional, sigue encargándose ella sola de todas las tareas domésticas. Por otro lado, el hombre no debe hacer nada en casa, debe ganar dinero, pagar y ser responsable de su pareja…”*.

*Para leer el artículo completo sigan la siguiente liga: https://tinyurl.com/ycpnowqt

Desconozco cómo sea la situación en Moscú o San Petersburgo, las más grandes y cosmopolitas ciudades rusas, pero al menos en Crimea, una mujer ideal solo puede considerarse como tal si se arregla, está en forma, sabe cocinar, trabaja, cuida a los hijos, sabe tejer chambritas para el invernal frijolito, es joven, le hace al boticario cuando alguien se enferma, limpia y repara algún desperfecto de la casa, siempre está de buenas, cuida a su mamá (y a veces hasta a su suegra) y además se rifa complaciendo a su marido para tenerlo contentíbiris. ¡Súper demandante para ellas y re cómodo para nosotros, la neta!

Antes de conocer la estepa, la verdad es que yo tenía una idea muy diferente de las relaciones mujer-hombre nada que ver con la gélida realidad de las mujeres rusas. Y no podemos argumentar que es culpa de la ignorancia el que las mujeres rusas se encuentren oprimidas o empoderadas, si tomamos en cuenta que la tasa de alfabetización en Rusia es de 99,7%; mujeres: 99,6%, hombres: 99,7%  y que de acuerdo con una estadística de 2008 del Banco Mundial el 54% de la población activa de Rusia ha alcanzado un nivel terciario (universitario) la educación , dando a Rusia el mayor logro de la educación de nivel universitario en el mundo. (Fuente: CIA World Factbook – Tasa de Alfabetización en Rusia: https://tinyurl.com/yd4zo2xe ).

A mí esa película de los usos y costumbres en favor de los hombres me resulta sospechosamente conocida. Lamentablemente la he visto en un chorro de casos: desde Tijuana a Yucatán, y honestamente no creo que sea correcta. En mi opinión resulta abusiva, opresiva o cuando menos gandalla, más si tomamos en cuenta que se atenta contra la mayoría de la población: Población total en Rusia en 2017, de la cual 77.342.922 son mujeres, mientras 67.152.122 son varones (Fuente: Expansión / Datosmacro.com https://datosmacro.expansion.com/demografia/poblacion/rusia ).

Así pues, y aunque no estén ustedes para saberlo pero yo sí para contárserlos: en casa de los Kordova de Crimea, acá su servilleta barre, trapea y hace las camas mientras la cosaca cocina el desayuno o la comida; luego, ella se encarga de preparar la mesa y recoger los trastes que utilizamos y a mí me toca lavarlos, secarlos y acomodarlos; entre ambos nos encargamos de hacer la aburrida colada para luego entre los dos tender la ropa y ya que se seca, ambos la acomodamos; ambos vamos al súper o al mercado…y bueno, ahí sí a mí me toca cargar las bolsotas pero –hay que decirlo- ella paga la mayor parte de las cuentas; ella hace la tarea con Elizavieta y ve todo lo concerniente a la escuela, así como por el momento sólo ella va al trabajo.

Y no es que hayamos llegado a ese acuerdo en nuestra dinámica de pareja como una concesión de mi parte, lo hacemos porque es lo justo y más balanceado como pareja. También –creo- que repartir los quehaceres del hogar y otras responsabilidades es una manera de mostrarle cuánto la quiero, respeto, valoro y aprecio por todo lo que hace ella como persona y también como profesionista, como mujer, como madre, como hija, como esposa. Y, lo más importante: ese ejemplo de casa deberá de influir de algún modo –así lo creemos- para que Elizavieta tenga el ejemplo vivo de que es posible cambiar el paradigma de género imperante: ella vale por lo que es, no por lo que hace.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nadezhda Tolokónnikova, miembro del colectivo ruso de punk-rock feminista Pussy Riot durante su proceso en 2012 en el que fue condenada a 2 años en prisión.

Ultimadamente, si es que rusos y mexicanos vamos a buscar coincidencias mutuas, prefiero que sea porque a ambas culturas nos gusta el respeto y la equidad y no porque en Rusia y México reproducimos felizmente los patrones machistas.

Y si bien previamente dije que yo no soy feminista, algo que sí soy: una persona convencida de que a mujeres y hombres (rusos y mexicanos) nos corresponde construir una sociedad más equitativa, más justa y más incluyente. Una sociedad en la que quepamos todos y en la que podamos desarrollar al máximo nuestras capacidades, cualquiera que estas sean. Quiero una sociedad donde se garantice de hecho y no solo de palabra, el derecho a la plenitud y la felicidad sin importar el género de los individuos.

Aunque vaya a tomar muchísimo tiempo, aunque los avances sean mínimos creo que vale la pena, pero ni siquiera pienso que es en beneficio de nuestros hijos…es a favor de nosotros (mujeres y hombres) aquí y ahora. Siempre es hoy, diría el maestro Cerati.

 

Finalmente, mi cariño, agradecimiento y reconocimiento infinito para Don Fidel por su estrafalaria sensibilidad y esa manera tan sui géneris de mirar el mundo.