Solmayra Vargas: Integrar el periodismo y la comunicación social para una salud pública efectiva

Solmayra Vargas

Por más de una década, Solmayra Vargas ha transitado con fluidez entre el rigor del periodismo y la calidez de la comunicación social. No como una profesional que reparte su tiempo entre dos oficios, sino como alguien que descubrió cómo fundir ambos lenguajes para construir algo más potente: una estrategia de salud que informa, conmueve y transforma.
Formada en redacciones impresas, Solmayra creció escribiendo titulares que buscaban generar impacto social. Pero fue en las aulas, en los talleres comunitarios y en las campañas de fotoprotección donde encontró su verdadero cruce profesional. "La noticia sin seguimiento se olvida; la campaña sin sustento se diluye. Pero juntas pueden sembrar cultura sanitaria", resume con convicción.


Su proceso comienza siempre con una pregunta: ¿es cierto, es relevante, a quién afecta? La base es el periodismo, con su obligación de veracidad y su vocación de servicio público. Cualquier mensaje sobre salud debe pasar primero por ese filtro. Vargas recuerda sus inicios cubriendo temas médicos con recelo, aprendiendo a contrastar fuentes, a no caer en alarmismos, a evitar las falsas esperanzas. "Cada dato tiene un rostro; cada error tiene consecuencias", dice.


Pero esa verdad, para convertirse en transformación, necesita lenguaje. Y allí entra la comunicación social: el arte de traducir lo técnico en cotidiano. Donde otros hablan de UVB y melanomas, Solmayra habla de pescadores con cicatrices, de ciclistas que sienten el sol en la nuca, de niños que olvidan reaplicar bloqueador al recreo. "La piel también escucha historias", explica. Y si una historia es buena, puede cambiar hábitos más rápido que una cifra.
En sus campañas, no hay públicos pasivos. Cree en la coproducción: escuchar antes de diseñar. A veces son abuelas que explican remedios caseros, otras veces jóvenes que sugieren retos visuales. Vargas no impone el contenido: lo construye con la gente. Y esa participación se traduce en adherencia. "Un mensaje propio no se descarta", asegura.


También piensa en el cómo, cuándo y dónde. Tomar un dato médico y volverlo cuento: un padre aplicando bloqueador a su hija antes de ir a clase. Dividir la información en píldoras que no saturen. Enviar recordatorios justo cuando el índice UV sube. Cada decisión tiene una razón y un objetivo: entrar en la rutina sin interrumpirla, dejar huella sin fatigar.
Uno de los temas más sensibles que ha enfrentado es la financiación. Vargas ha diseñado campañas apoyadas por marcas, pero bajo reglas estrictas: independencia editorial, veto a contenidos promocionales y revisión científica externa. "Sin transparencia, no hay confianza; sin confianza, la estrategia se cae", afirma.


También evalúa. Siempre. Encuestas breves, entrevistas, análisis de métricas. Cuántos se revisaron la piel, cuántos consultaron luego, cuántos entendieron el mensaje. "Publicar no es cerrar una etapa; es abrir una conversación". Lo que no funciona se ajusta. Lo que funciona, se refuerza.


En el mundo digital, ha explorado con cautela y creatividad. Realidad aumentada, chatbots, filtros interactivos. Pero nunca suelta el ancla: "La tecnología sirve al mensaje, no lo reemplaza". Por eso, cada herramienta virtual se acompaña de una opción humana: un enlace a consulta, un espacio de escucha.


A estudiantes de comunicación, les deja cinco lecciones: que sin ética no hay impacto, que la historia nace en la calle, que repetir no es copiar, que se debe evaluar rápido, y que la prevención también se celebra. "Un festival fija más que una amenaza", sostiene.
Su mirada final es de largo plazo: la corresponsabilidad como cultura. Que cada lector sea reportero de los riesgos que ve y narrador de las soluciones que encuentra. Que el mensaje de salud no dependa solo de especialistas, sino de una comunidad que se educa y se protege.
Solmayra Vargas ha demostrado que entre el dato y la decisión hay un territorio que solo la buena comunicación puede habitar. Ahí, donde el periodismo aporta la brújula y la comunicación social el mapa, se construyen puentes que cambian vidas. Y esos puentes, una vez cruzados, no se olvidan.
 

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