Publican ensayos sobre la Diplomacia cultural de México durante la Guerra Fría

Kevin Aragón 

Si bien México no entró de manera frontal en la Guerra Fría, por su condición geopolítica y económica sí inclinó su balanza hacia el lado de Estados Unidos y no de la Unión Soviética. Esto se hizo evidente a través de las diversas políticas que tomó el Estado Mexicano a lo largo de los años que duró el conflicto, entre ellas la diplomacia cultural que continuó con la proyección internacional de la cultura mexicana y mostró los síntomas de cambio en el ámbito artístico del momento. 

Este es el tema del nuevo libro Diplomacia Cultural en México durante la Guerra Fría. Exposiciones y prácticas artísticas, 1946-1968, publicado recientemente por el Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores. 

Se trata de una serie de 11 ensayos, escritos por especialistas de universidades de México y el extranjero, que exponen algunos de los temas y acontecimientos más importantes de la diplomacia cultural mexicana de este periodo. 

“En realidad, este es el segundo volumen de un proyecto que inició en 2015 como una serie de coloquios con los objetivos de hacer la revisión de las exposiciones de arte mexicano en el extranjero que habían sucedido a lo largo del siglo XX y resaltar cómo fueron un parteaguas en la diplomacia cultural al servicio de nuestro país para construir una imagen sobre todo al exterior, con naciones con las que se necesitaba establecer relaciones diplomáticas desde la perspectiva cultural, pero también económica”, explicó como motivo de esta nueva publicación la historiadora del arte Mireida Velázquez, una de las coordinadoras del proyecto. 

LOS CONTENIDOS

El libro está dividido en tres partes, la primera trata de la proyección de México hacia el exterior, principalmente a través de los “Pabellones de la Guerra Fría” exhibidos en exposiciones mundiales, como la de Nueva York en 1954, Bruselas en 1958, Montreal en 1967 y Osaka en 1970, así como la exposición Emisphere, llevada a cabo en 1968 en San Antonio Texas; en las que destacaron como organizadores Fernando Gamboa, conocido como el “Curador de la Guerra Fría” y el  reconocido arquitecto Ramírez Vázquez. 

El segundo apartado estudia el papel de algunas de las instituciones y los agentes culturales que fueron fundamentales para la conformación de políticas culturales dentro y fuera del país, las cuales aún son vitales en nuestros días. Entre ellas están el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), fundada a finales de 1946, y cuyo primer director fue el también músico Carlos Chávez. 

“1946 es un buen punto de partida porque, si bien México ya había tenido una etapa artística importante durante el cardenismo, con la fundación del INBA se da la institucionalización del arte mexicano en muchos sentidos”, comenta Claudia Garay, también investigadora del arte y otra de las coordinadoras de la compilación.  

A parte de también dar a conocer la faceta poco conocida del escultor Mathias Goeritz como curador, esta división describe la sociedad del arte moderno en México, la idea que se tenía de impulsar un proyecto continental, así como la expresa intención de difundir el mensaje de la Revolución Mexicana entre los países de Centroamérica y África, que resulta de gran interés ya que por lo general se hacen estudios de esta materia pensando en la relación de México con los países del norte.  

Para dar un ejemplo más amplio de las dinámicas culturales de la época el tercer apartado aborda la compleja red de circuitos expositivos más allá de las políticas hechas por el mismo estado, destacando así la labor universitaria que abrió nuevos espacios para la muestra de arte extranjero, pero que al mismo tiempo fungieron como plataformas para las nuevas generaciones de artistas, como fue el caso de la Galería Aristos y la Casa del Lago de la UNAM. 

EL CAMBIO IDEOLOGÍCO

Como reflexión, se les preguntó a las coordinadoras cuáles eran las características principales y los cambios que han podido identificar sobre la diplomacia cultural de México, sus exposiciones y expresiones artísticas en el extranjero. 

A esto la investigadora Dafne Cruz Porchini mencionó que desde los años veinte se había presentado una “estrategia efectiva” de exhibir al arte mexicano de forma lineal, es decir desde la época precolombina, pasando por el periodo virreinal y las muestras del siglo XIX, seguidas por obras modernas o contemporáneas que intentaban mostrar que México estaba a la vanguardia de las tendencias artísticas de su tiempo. 

“Lo que se hace en este periodo es que se reitera el canon y se refuerza de muchas maneras. Por lo que tratamos en este libro la inclusión de todas estas propuestas, pero también dimos cabida al apartado dedicado a otros circuitos expositivos, que sí coexistieron al lado de esa visión oficialista hacia el exterior”, afirmó la también coordinadora. 

Al ser un periodo de gran efervescencia política y de pugnas ideológicas las investigadoras han notado que en este periodo se presentaron algunos signos de cambio en las formas y contenidos de exhibir la obra artística de México:

“Si bien se construyó este discurso del arte mexicano basado en la continuidad histórica —que fue una propuesta planteada por Fernando Gamboa—, también empezaron a haber cuestionamientos importantes, como quedó patente durante la Bienal de Venecia de 1950, en que se cuestionó el por qué Alfaro Siqueiros fue enviado como representante de nuestro país. Ya se empezaba, pues, a cuestionarse este discurso histórico y político del arte mexicano. 

“Ya había voces que decían ‘perdón, pero lo que a mí me interesa es hacer arte y no llevar un discurso de carácter histórico y político’. Eran una nueva generación de jóvenes que buscaban participar en exposiciones en el extranjero, pero desde otra perspectiva. Ya había ahí una confrontación a nivel ideológico, pero también formal”, sumó a la explicación Mireida Velázquez.

Las coordinadoras afirman que, entre las intenciones de este libro, así como todo el proyecto que tienen a su cargo, está el de “contrarrestar los discursos hegemónicos del arte mexicano que por mucho tiempo consideraron que el gran fenómeno artístico y cultural que había brindado México al mundo era la Escuela Mexicana de Pintura, el muralismo y los tres grandes (Diego Rivera, Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco). A estas alturas, ese discurso no se puede sostener historiográficamente. Eso queríamos destacar y también el hecho de que el arte fue una herramienta para el estado mexicano, que le permitió abrir mercados y relaciones diplomáticas: El uso del arte no fue inocente, por decirlo de alguna manera”.  

El libro Diplomacia Cultural…  ya se puede adquirir en la librería del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
 

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