Choque cultural

Por Aranxa Albarrán Solleiro 

Soleado día atiborraba de sudor la frente de paseantes, las heladerías de la Plaza de la Cruz se atestaban con visitantes y locatarios. Un fin de semana común de marzo, donde el clima es generoso con todos y la ausencia de lluvia permite que se manifieste alegría en los rostros de las personas.

Era un mundo durante el 2015, donde el temor por ser contagiados por un virus parecía completamente ausente. Los niños corrían de la mano de sus abuelos y ellos, se rodeaban de sus seres queridos para alimentarse el alma.

Tepotzotlán, destino elegido como primer Pueblo Mágico de la entidad mexiquense desde el año 2002, se caracteriza por su riqueza cultural, obtenido evidentemente, por su ubicación, al compartir territorio con el estado hidalguense. Aquel día de calor intensificado, puesto que su clima persiste entre los 15 y 30 grados centígrados durante la primavera, recorrimos por más de 4 horas a la Ciudad de México, en tanto que para llegar al destino, era obligatorio atravesar a la gran metrópoli.

Luis, quien era el encargado de darnos el recorrido de parte de nuestro grupo, había encontrado a pertenecientes de la cultura huichol, quienes se mostraban dentro de una órbita poco percibida por nosotros alrededor del centro. Su vestimenta emanaba colores por doquier, eran cuatro: dos mujeres y dos varones. Una sonrisa espectacular representaba una de las mujeres, quien con su collar reflejaba un arcoíris en las pupilas de cada uno de nosotros.

Empezamos el recorrido, el Ex Convento de San Francisco Javier, iniciada su construcción en 1580 según los registros, con su fachada barroca que impacta siempre, por la mirada de ángeles, arcángeles y santos que se incrustan delicadamente en el iris de cada uno que los observa, contarlos parece un acto de infinita precaución y aquello, rebasa la mente de estupefacción.

Un visitante a lo lejos, con aspecto de ser estadounidense o canadiense, por un ojo azulado y una tez desmesuradamente clara, se acercó a ellos impactado por su atuendo. Portaba una cámara análoga y una vestimenta de turista de revista: bermudas, sombrero, camisa verde militar de manga corta y unos zapatos adaptados para hacer senderismo. Se plantó frente a ellos, frente a su mirada hipnotizante y cautivo de ellos, les pidió permitirle capturar una fotografía mientras los abrazaba tranquilo. Aquello, podría parecer un acto ingenuo, de cualquier visitante ajeno al sitio, sin embargo, para los huicholes representa un hecho casi terrorista, pues su alma se desvanece a través de la lente de una cámara fotográfica.

Uno de los varones escandalizado, se colocó frente a una de ellas, mostrando reluciente su sombrero de palma con un poco de chaquira, su seño se frunció, como si estuviera a punto de lanzarle un puñetazo al azul de sus ojos y sin decir nada, el hombre disfrazado de turista universal, agachó la cabeza y se retiró.

Dicho instante nos sorprendió a cada uno de los integrantes del grupo. Luis desesperado trataba de hallar una respuesta en una de sus hojas que le servían de acordeón para no olvidar los detalles del destino y dentro de sus tres cuartillas no encontró nada relacionado a los cuatro provenientes del maíz, el águila, el ciervo azul y el peyote.

Nos acercamos delicados, sin afán de atemorizarlos o perpetrar aún más su paciencia, preguntamos de dónde provenían y uno de ellos respondió “Wixarikas”, absortos de desconocimiento, el profesor nos mencionó “¡Huichol!” Sonreímos y decidimos avanzar hacia el Museo Nacional del Virreinato, inmueble del cual pocos saben que fue tomado como residencia de sacerdotes evangelizadores para laborar y aprender a través de enseñanzas dadas por indígenas locatarios, los idiomas predominantes en aquella época por la región donde se ubicaban: otomí, náhuatl y mazahua.

Al salir, notamos la venta de artesanías hechas por manos de mujeres mazahuas, compramos un mundo de regalos para nuestros familiares, como si de ello dependiera la evidencia de nuestro aprendizaje. Al instante, se acercó un matrimonio italiano, trataron de preguntar con un precario español el precio de un chal y una de ellas, por el contrario, dijo el precio con una pronunciación envidiable del idioma castellano. Pagaron sin pensarlo y la mujer italiana emitió un peculiar: “gracias. Dios la bendiga”. Sin saber si pensaron principalmente al escucharla en Otontecuhtli o Jesucristo.

La diversidad y la apertura del mundo a través de la actividad turística, no solo debe verse como un medio para obtención de capital, sino para enriquecer el respeto del mundo a través del conocimiento de sus culturas y tradiciones. De lo contrario, continuará agravándose el detrimento del territorio.

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