Los niños en el turismo

Por Aranxa Albarrán Solleiro

Habíamos recorrido veintiséis horas continuas en un autobús apunto de desvencijarse, el motor se escuchaba hirviendo, el clima húmedo lo alteraba todo, la molestia de haber partido de Toluca a las 2:10 de la tarde del día anterior, desenfrenaban el deseo de desentumir las rodillas.

Solíamos viajar de noche, nos parecía más efectivo para aprovechar la mayor parte del día a cualquier destino que íbamos. Arribamos a San Cristóbal de las Casas, conocido evidentemente, por su majestuosa naturaleza de verdes intensificados, de olores a café penetrante y de un cálido ambiente que a momentos te inyectaban energía sin desearlo.

Descendimos uno a uno del transporte, sudorosos por los más de 30 grados que percibíamos y parecía que sólo prendíamos de un hilito desde el cielo que nos mantenía de pie.
-Hola, señor. ¿Me compra unas pulseras? Preguntaba un niñito de seis o siete años, con un rojizo peculiar en las mejillas y unos ojos negros de galaxia.
-No, gracias. Respondía uno de mis compañeros. 
Dicho acto soez –desde la perspectiva del niño- desbocó la atención de un grupo de más pequeños, que frenéticos, se acercaron no solo a mi compañero sino a todos nosotros. Nos rodearon cual ejercito vikingo apunto de atacar a Gales, sus lanzas se despojaban de sus pupilas estáticas, sus manos se convirtieron en una especie de machetes con miras a atacar el manojo de nervios que eran nuestros cuerpos y sus mejores caballos, se presentaban con gritos escandalosos pronunciando: “¡por favor! ¡Por favor! ¡Cómprennos algo! ¡Yo traigo collares, son bonitos, los hago yo! ¡Yo traigo pulseras! ¡Deme una moneda! ¡Deme un poco de dinero!” La ola de gritos era casi incontenible, se convirtió en una especie de escena apocalíptica, hasta que apareció uno de los profesores y les pidió retirarse. Siendo no suficiente el acto, corrimos hasta la esquina del hotel donde nos hospedaríamos y pensamos que fue un recibimiento abismal de parte del pueblo.

La niñez y su imagen han sido utilizadas durante años por comunidades turísticas para atraer la atención, que –con lamento- contribuye a un empobrecimiento del sitio. Chiapas, se presenta como el primer lugar estatal en el país con mayor índice de pobreza, según el Informe de Pobreza de Chiapas en 2020, el 76.4 % de la población está en estado de pobreza, lo cual representa a 4 millones 174 mil 600 personas, del porcentaje mencionado, 33.3% son menores de edad, por lo que el número enfatiza la agravante situación en la que habitan.

El turismo por otra parte se considera como una de las fuentes principales de economía en la región, por lo menos el año pasado, se colocó en el noveno destino turístico más visitado del país, alcanzando 31 mil 944 visitantes a pesar de la pandemia. Su riqueza natural y cultural, provoca que se mantenga en uno de los sitios más anhelados por visitantes extranjeros. La gastronomía exótica, las zonas arqueológicas y la selva que conserva, potencian el interés en ojos externos.

A pesar de ello, los niños y comunidades que conforman a la entidad, especialmente las indígenas, siendo un 26.1 % de la población, han sido expuestas a través de estrategias publicitarias para llamar la atención de turistas, su vestimenta, su color de piel e incluso su idioma, son elementos que en lugar de aprovecharse y valorarse debidamente, se precarizan y se usan como filtros de ganancias.

Las fotografías de paisajes en cualquier agencia de viajes, contienen a niños rebosantes de sonrisas y a sus madres que bordan chales infinitamente de manera extraordinaria para tener un sustento en sus familias. Sin embargo, aquellos días de visita al estado, especialmente la ciudad sancristobalense, reafirmaron que el turismo ha sido beneficio de empresarios –en su mayoría extranjeros- que deciden instalar sus marcas en el lugar, dejando el incesante descuido de pequeños como los que nos recibieron.

La experiencia de nuestro grupo le pertenece a la entidad selvática, no obstante existen diversas investigaciones de trabajo relacionado al turismo de los niños en sitios como: Valle de Bravo y Cozumel, siendo dos destinos de magna relevancia para el turismo en el país, por lo que el campo de estudio continua interminable y sus oportunidades de difundir la problemática se incrementan.

Si el sector al ser una disciplina especialmente interdisciplinaria, prevalece sin enfocarse en la mejora de esferas sociales principales como: oportunidad de educación, incentivación del factor laboral, en este caso de sus padres y derecho a la salud, los niños seguirán viéndose atormentados por salir de sus debilitados hogares, para pedir dinero a cualquiera que se les presente ajeno a su mirada galáctica.