Correas y hebillas para una mochila de estudiante

Por Gerson Gómez Salas

Abatido. Sin respirar. A media calle. Como un perro. Lleno de tierra. Con seguridad te habrán volado los sesos. Por el pavimento o el asfalto. Los fotógrafos con el lente largo. Desde la barrera guardan las imágenes.

Eso eres ahora. La estadística de una guerra por el tercer sexenio.

Esta historia la conozco ya. Le dijiste. Entre los pasillos. Solo ustedes dos. Mientras todos llevan prisa. Ella viste ropa deportiva Nike. Se la ajusta a la perfección. 

Resalta su cadera. Varios de los tatuajes se asoman. En sus pechos. Las piernas. Detrás del cuello. La sonrisa con aparato de ortodoncia. Sus cabellos teñidos de rubio.

Promete ponerse al día con sus tareas. Pero la tiene harta su ex pareja. Por quien debía viajar todos meses a Veracruz. Encontrarse con él para la visita conyugal. 

A Casildo nada se le escapa. Aun preso puede hacer las llamadas necesarias. Extorsiona en cada una de sus frases. Los detalles insignificantes los apunta. Los remacha en la memoria.

Regrésate cabrona. No le estés pegando tanto a la mamada. Tampoco te creas mucho por entrar a estudiar a la universidad. Si yo quiero te desaparezco. Nadie jamás te va a recordar.

Tanta rabia. Tanta angustia. Tan fiero es el perro. Fundido en el calabozo. Por andar de malandro. Es tu forma de justificar su jale de sicario. Imposible dormir en paz. Tampoco puedes apagar el celular.

Caen los mensajes en whatsapp. Te ofrece dos mil pesos por dos horas. Ya ando libre asegura. Gracias a la Santa. La protección es para quienes la veneramos. 

Por eso te regresaste a Nuevo León. Te hartaste de las interminables filas en el Penal. De andar metiendo mugrero y medio. Correr el riesgo de contraer alguna enfermedad venérea.  De embarazarte. No quieres contarle a tu familia. Tu padre en Apodaca es diabético. 

A tu mamá le da lo mismo. Desde cuando te fuiste a los quince con tu primer bato. Con aquel bato punk seguidor de la polla records y eskorbuto. 

Te cantoneaste año y medio. Jalando como vendedora de ropa para mujer. Era tan pinche el sueldo. Como la poca posibilidad de ascenso.

Entraste mejor de acompañante de hombres. Conociste gente buena y a muchos pesados. La seducción del dinero.  Dejaste al primer bato por Casildo.

Le diste rápido a la vida. Perforaciones, tatuajes, cerveza y bastante perico. Siempre en casa. El sexo dejo de ser aburrido. Aderezado con sadismo. Los orgasmos llegaron en cascada.

Caliente la plaza. Los choques con las cedulas contrarias. Los cuerpos desmembrados. Los carbonizados y los desaparecidos. Eso era la tarea de todos los días.

Lo entambaron por delitos del fuero federal. Fue Casildo uno de los primeros de ser removido de Nuevo León. Lo deportaron a Veracruz. Toda su familia se marchó en caravana. Llegaron a Cerro Azul.

Pero nada de iba a pasar. Estaba su palabra en prenda. Pacto de caballero hasta el último aliento. Caminaste la rutina de mandadera. Sin sueldo. Ni prestaciones. Solo de utilidad.

Llevaste la contabilidad de las extorsiones a los demás internos. Blanqueaste el dinero. Se los dabas a las otras mujeres de los demás internos. Los compañeros de la última letra.

Te propuso hacer negocio. Cobrar por tus cadencias en la visita conyugal. Ya te había echado el ojo el patrón. Le gustaste desde siempre. La sonrisa adolescente. La fortaleza de tus pasos y los muslos.

Con mil pesos le hiciste la llorona al conductor del ADO. Solo con la ropa del día. A chingar a su madre. En el entronque entre Tamaulipas y Nuevo León le pediste paro a un conductor de tráiler. Apenas así te escapaste de las garras de Casildo. 

Me mostraste los audios aterradores del sicario. Sus sentencias y la soledad de un preso. Esta azucarado mi padre, confesaste. Las raíces negras en tu cabello rubio se asoma.

No sabes como pero volviste a caer. Ahora en las manos de un bato de la vieja escuela. Como se hacen llamar ahora. Tu bato es a toda madre. No se meten con mujeres ni con niños. Te lo jura todas las mañanas.

Paga cada uno de tus caprichos. Hasta un volkwswagen 2002 te compró. Con tal de verte feliz. ¿Cómo andas gordita? Tengo libres el lunes y el martes. Te preparas para verlo. Manda a sus escoltas por ti. Ellos saben muy bien a donde llevarte. Te lleva 20 años de diferencia. Eso es muy poco. Es el mero bueno de los municipios del norte de la zona conurbana de Monterrey. 

Le confesaste la molestia de los mensajes de Casildo. Yo arreglo gordita. Me encargo de todo. Usted no se me preocupe. 

Ya quedó el asunto le dijo. Supones le habrán dado una calentada. En las prisiones abundan los pervertidos. Los degenerados. Ahí violan a los hombres entre ellos mismos. 

¿Sabes cómo termina la historia? Le pregunto. Sí. Sonríe. Pero eso no me va a pasar a mí, responde con la ingenuidad de sus veinte años.