De Manhattan, Nicke Cave y el Palacio

Por Gerson Gómez Salas

“EL PALACIO”, DE MARIO BELLATÍN

¿Quién es el fámulo?
¿Un ser ausente?
¿Algo que irrumpe en estos trances de abandono?

De esta forma comienza a escribir el narrador de El palacio a un interlocutor misterioso, con esa escritura fragmentaria que se desdobla sobre sí misma, a la manera que sucede con la obra entera de Bellatin, vista como un solo libro compuesto por textos que dialogan y resuenan entre sí para conformar un todo. Ello porque la escritura de Bellatin se aleja del mito de la inspiración para labrar una y otra vez elementos casi inverosímiles que en realidad proceden de la autobiografía, siempre como un molde susceptible de adquirir una forma por completo novedosa, explorando cada vez hasta dónde pueden ser estirados los límites de la literatura.

En El palacio se recuperan personajes y obsesiones recurrentes, como el propio fámulo, el perro Perezvón o el legendario salón de belleza que hace al mismo tiempo las veces de moridero. En el fondo, el interlocutor al que el narrador se dirige no es otro más que el lector, o esos miles de lectores que a lo largo de su obra se han adentrado una y otra vez en los universos tan ferozmente singulares que constituyen la escritura de Mario Bellatin.
 
“OTRO MANHATTAN”, DE DONALD ANTRIM

Los personajes que protagonizan estos siete cuentos son profesores, abogados, artistas sin obra, hombres atravesados por duelos que no parecen sanar, parejas que se desmoronan y amantes que se encuentran en departamentos prestados para representar vidas que esconden su propia fragilidad. Los trajes a medida, los tragos en bares y los ansiolíticos son para ellos una forma de mantener las apariencias, como si todos estuvieran al borde de la caída. En una ciudad con un ritmo y una lógica implacable, estos hombres y mujeres hablan, escuchan, anhelan y sueñan mientras se aferran al amor y la juventud, siempre en busca de un motivo que los mantenga a flote.

A través de una prosa llena de humor y tristeza, ingenio y elegancia, Donald Antrim logra hacer de Otro Manhattan un libro memorable. 
 
“LA CANCIÓN DE LA BOLSA PARA EL MAREO”, DE NICK CAVE

La canción de la bolsa para el mareo conduce al lector hasta lo más recóndito de la mente y el alma de uno de los grandes genios musicales contemporáneos: Nick Cave. Tomando como pretexto una gira realizada con su grupo The Bad Seeds por veintidós ciudades de Norteamérica, Nick Cave ha creado un libro de impresiones, recuerdos, poemas, letras de canciones, reflexiones sobre su filosofía de la composición, y también sobre sus temores y miedos más profundos, volcados de manera artística con una sensibilidad y una imaginación desbordadas, no carentes de humor.

A través de una escritura tan lírica como íntima, Nick Cave se desdobla de manera continua entre sus respectivos roles como creador e intérprete, pues, como él mismo dice, es "un sistema nervioso que se alimenta de rimas y fantasmas". Entre aviones, autocares, hoteles y conciertos, La canción de la bolsa para el mareo es el testimonio alucinado de un viaje espiritual y sonoro por las distintas estaciones que componen ese fascinante enigma conocido como Nick Cave, que afirma con precisa lucidez: "La bolsa para el mareo es una canción de amor larga y a cámara lenta".
 
“CHICUAROTES. UNA PELÍCULA DE GAEL GARCÍA BERNAL”

Hay que tener paciencia al recapitular la superficie de un proceso que duró diez años más o menos. Pero es difícil no sentirse atraído inmediatamente por la curiosidad que suscitaba escuchar los nombres del Cagalera, el Moloteco, la Tonchi, el Baturro, el Cuácuaro, el Churrizo, el Turrunero, el Zaid, la Güily, el Chillamil… todos estos nombres como ingredientes específicos del conjunto de los Chicuarotes; oriundos de San Gregorio Atlapulco, un lugar que no conocía, porque como para todo chilango (sí, los que vivimos en la Ciudad de México podemos ser tapatíos-chilangos), la Ciudad de México es eterna e inabarcable. Nunca había escuchado esos apodos ni esa manera de hablar que parecía pertenecer a algún lugar lejano en el tiempo. Me enamoró de la historia lo específico de ese margen anfibio que retrataba Augusto Mendoza desde su recuerdo. Era un misterio que me invitaba a averiguar qué era ese espacio que había devorado la Ciudad de México.

Siempre hemos idealizado lo que era la ciudad antes de que el agua fuese entubada, y esta era una oportunidad de visitar un lugar que guardaba ese secreto. Fueron muchas las ganas que brotaron en mí para acercarme a los Chicuarotes, con ganas de convertirme en uno de ellos. Así que antes de echar todo el impulso al aire, me dispuse a hacer lo que había que hacer: acabar de leer el guión y decirle a Augusto que me encantaría dirigir (descubrir) esta película.