Los diarios de Kitty

Por Gerson Gómez Salas

Una biblia. Versión Reina Valera revisada de 1960. Ese es el único regalo en tu cumpleaños 34. Le diste las gracias a tu ex pareja. Le diste otro trago a la cerveza. Era tu fiesta y nada del mundo te quitaría la felicidad del momento. Todos los demás llegaron con sus cervezas a la fiesta en Cumbres, en la parte poniente de Monterrey.

Por diez años viviste con Raúl bajo el mismo techo en los callejones de la colonia Moderna. No era una casa, sino un par de cuartos y un baño. El aroma a encierro total. 

Lo abandonaste hastiada de sus arranques de violencia verbal. Del sexo mecánico desde los 17 años.  Donde comenzaste tu vida sexual. Después de haber sido porrista de la prepa 22.

Odiaste la dejadez de tus impulsos. La tragedia de perder las aspiraciones. De salir a trabajar hasta García, Nuevo León como asistente de contabilidad. Hastiada de las horas perdidas en el trayecto inmenso. Desde la salida hasta tu regreso. 

Cuando lo observabas por la noche aun con la pijama puesta. Con la pregunta si ya tenías lista la cena. Esa manera burda de sugerir tener relaciones sexuales.

Te pusiste a bailar en el centro de la fiesta. Lacrimosa es tu banda favorita. Los invitados escucharon cada uno de los álbumes. Luego una selección de éxitos. Tilo es el hombre más apuesto del mundo.

Formaste el club de fans de la ciudad. Desde la primera visita de la banda se organizaron para irles a recibir al aeropuerto. La manta con su nombre a las afueras de la Sala B.

Eso sorprendió a los integrantes de la banda. Poco masticaban el español. Las invitaron a subir en la van. Desconocías el significado de la palabra Gruppie. Esa fue la palabra de tu pareja al llegar a casa. Al mostrarle las fotos con Lacrimosa. 

Debió ser algo terrible. Ese día también te forzó a tener sexo anal. Dolió como nunca antes. Aullaste en cada una de las embestidas. Hasta explotar su sexo. Corriste al baño pensando con el semen en tu culo.

Cruzó por la mente matarlo mientras dormía. Te tiraste al piso como perra. El sueño fue lleno de sobresaltos. Por la mañana no siquiera le diste los buenos días. Ya abierta la farmacia de medicamentos similares hiciste la compra de la pomada para almorranas.

No llegaste por la noche. Boleto en mano entraste a ver a Lacrimosa. Pasaporte al infierno. El llanto a la salida de la sala de conciertos. 

Volver a casa con tu madre no era opción. Te llamaría pendeja, puta, cabrona. Seguiste el after en un bar del barrio antiguo. Probaste la cerveza, el tequila, el whisky y la mota. Una primera vez para toda ocasión. 

Escondida en una jardinera del metro, en la estación Zaragoza, te dio la mañana. Indigesta de alcohol y mareada por los pocos minutos de sueño, rumbo a la jornada laboral en García. Ahí en la puerta de entrada te esperaba Raúl.

Hizo toda clase de reclamos. Aguanta vara pensaste. Abriste la cartera y le regalaste dos billetes de doscientos pesos. Regresa a casa, compra la comida y la cena.

Por la noche, a tu regreso, ya había quemado en la entrada tus escasas pertenencias. Entraste confundida al sanitario. Te quitaste la ropa y lloraste en cascada. Podrías ahogarte en la tristeza.

El trato entre ustedes convertido en una marejada de reproches. Volviste a darle vida a tu diario de adolescente. Esa libreta con las pastas de la gatita japonesa Kitty.

Las palabras engarzadas en poemas. Una vena de escritora en proceso de duelo. Raúl enloquecido te forzó a continuar el régimen sexual. Te mordía los pechos. Te clavaba las uñas en las nalgas. Eres de mi propiedad. Si no eres mía te cargará la verga. Musitaba cada uno de los días calendario.

Dos meses fueron suficientes de castigo. Cobraste la quincena. En el tránsito de regreso agarrada de los ovarios le hiciste frente a tu madre desde el barandal.

¿Llenaste? Te dijo.  Ojalá te hubieras muerto en el parto, como tu gemela no lograda. El sobre de la paga te abrió el candado. De vuelta a tu casa materna en Provivienda en Guadalupe. 

Raúl enloqueció con tu ausencia. Atracador en los camiones, para completar para su vicio de crack y mariguana. Sus familiares lo internaron en la casa de salud mental de la colonia Buenos Aires. Ahí pasó dos años en recuperación. Se volvió hermano. Vendiendo burritos con los de la misión de Cristo Vive. 

Lo topaste por la calle Morelos, en el centro de Monterrey. Se quedó viendo a los ojos. A los 27 años tu cuerpo adquirió contornos de mujer resuelta. Cristo te ama te dijo, al entregar el folleto en la mano.

Lo invitaste a tu cumpleaños, en la casa de Dani, tu amigo travesti. Escribió en un pedazo de papel la dirección. Ahí te espero, le confesaste. No te guardo rencor. 

En el diario de anotaciones de Kitty, mientras tu madre ya roncaba, escribiste por la noche: ojalá se hubiera muerto el cabrón.

Blog Kitty

Importante: Este contenido está redactado en sentido literario y es responsabilidad de quien lo escribe, no refleja la línea editorial del Diario de México