Por Gerson Gómez
Reflejan el espíritu de la época. Muchas de ellas son de avanzada. Contrastadas con la ilustración francesa. Reconocen la pluralidad de pensamiento. Las constituciones estatales y la federal, en México, fueron el impulso para serenar los ánimos encendidos.
Sus constituyentes: letrados, científicos y progresistas. Imperfectos en muchos de los artículos. Dieron lo mejor de su conocimiento al firmar las cartas magnas institucionalizaron las reformas en automático.
Nuestra Constitución de 1917 resulta obsoleta. Lo es. Los arreglos, las componendas, las negociaciones políticas, entre bancadas, también son llevadas por espíritus de sacar adelante negocios particulares.
Los artículos como el 3, donde la educación fue laica, gratuita y obligatoria, como un derecho natural del ser humano, se le adhirieron palabras, comas y puntos en apartados.
Solo la Cdmx ha implementado una Constitución nueva. Lo hizo en reconocimiento a las alcaldías, como marco normativo necesario. Entre la pluralidad de pensamientos, grupos sociales minoritarios y en beneficio colectivo.
Samuel Alejandro García Sepúlveda, gobernador de Nuevo León, ha propuesto al Congreso del Estado de Nuevo León, convertirse en Congreso Constituyente. Sacar adelante un proyecto tan ambicioso y necesario como convertir Monterrey en el centro de despegue del proyecto para poblar Marte en los próximos años.
Es su caja china. Un distractor, para sacar presión social, a su inefectividad de sus avances como gobernador.
