Por Gerson Gómez

Y Donald Trump también. De todos los pecados. Incluyendo los problemas internos de los Estados Unidos de América. 

Esa es la consigna en su propaganda. Apostar a los WASP. A la gran comunidad conservadora. Quienes en su periodo anterior presidencial le dieron el voto y la oportunidad de dirigir la nación.

Tiene como enemigos naturales la inmigración ilegal, la parte científica de avanzada y a todos aquellos contrarios al cristianismo protestante.

Su apoyo viene de las entidades fronterizas con México. Trump, quien aún se encuentra en investigación federal por sus negocios, no ha logrado evadir sus preferencias por la mentira y las mujeres de la vida galante.

Además de ser un mal perdedor, como big shark, posiciona la intención radical de intervenir en las democracias del continente. 

De resultar ganador, muchos de los dolores de cabeza de los presidentes a partir del río Bravo, deberán cabildear con toda la familia presidencial.

Abrir las puertas de los palacios nacionales. Lleva derecho de agenda y audiencia. Destruirá cada uno de los avances de su predecesor el demócrata Biden y la vicepresidenta Harris.

Donald arrastraría la economía global a una recesión mundial. El intento de reducir el comercio con China y los países con quienes intercambian bienes.

Para Trump solo existe un camino. No el evangelio cristiano de Jesús, sino su propia motivación de regresar a gobernar la Casa Blanca.

Las grandes transnacionales deben de mantener distancia sana. Dejar la entidad bíblica afuera del sepulcro y de exiliar, de manera permanente, al segundo instigador de la limpieza étnica, el republicano Donald Trump.