¿Hacia dónde se moverá el péndulo?

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Por Moris Beracha

La semana pasada la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) hizo unas interesantes revelaciones en su más reciente estudio “Caminos para la Integración: facilitación del comercio, infraestructura y cadenas globales de valor”: el intercambio intrarregional de Latinoamérica y el Caribe se mantiene desde hace décadas en alrededor de 15%. 

Que esa cifra se mantenga prácticamente estancada no es muy buena noticia. Más bien pone en evidencia lo necesario que es implementar, de acuerdo con la CAF, una reingeniería de aspectos como la infraestructura, las políticas arancelarias y las regulaciones para impulsar verdaderamente la integración comercial.

Al respecto, el vicepresidente de Conocimiento de la institución y coautor del informe, Pablo Sanguinetti, fue tajante. Aseguró que el mercado regional todavía no ha sido un espacio que las empresas, sobre todo las medianas y pequeñas, “hayan podido aprovechar para integrarse comercial y productivamente, y que ello brinde oportunidades de expansión de sus ventas y el empleo”.

Si bien la mayoría de los países la región ha implementado en los últimos 30 años políticas de apertura comercial, como reducción de aranceles y barreras no arancelarias, y han generado aumentos en el comercio e inversiones, esto ha sido, a juicio de la CAF, muy modesto y alejado de las expectativas que se tenían sobre el impacto de estas iniciativas en el crecimiento y bienestar.

Basta con compararlo con otras zonas. Mientras el intercambio intrarregional en América Latina y el Caribe se mantiene en torno a 15% del total de las exportaciones desde mediados de la década de la década de 1990, en Europa se sitúa cerca de 60% del total, en América del Norte llega a 45% y en el Este y Sudeste de Asia a 35%.

Ahora, la reingeniería propuesta por la CAF abarca tres pilares. El primer cambio se refiere a la “reducción de los niveles de aranceles aplicados unilateralmente, que en algunos casos son todavía altos, al igual que la disminución de los costos aduaneros y de frontera a través de iniciativas de facilitación de comercio”.

El segundo está orientado a proveer la infraestructura de transporte para mejorar la integración física entre los países y el tercero tiene que ver con las regulaciones domésticas y regionales que “impulsen la integración productiva entre las economías, promoviendo la participación de las empresas en cadenas regionales de valor”.

Y más claro no lo pudo haber dicho Sanguinetti: “Los procesos de integración requieren de una institucionalidad y capacidades estatales para su diseño e implementación, para lo que se requieren recursos, pero también capacidades de coordinación entre diferentes agencias estatales, con el sector privado y con otros gobiernos socios de estas iniciativas”.

La ruta está trazada. La pregunta es: ¿existirá la voluntad de los países y sus gobiernos para elevar a el intercambio interregional? Aún está por verse hacia dónde se moverá el péndulo…