Lo leí en Círculo de Poesía

El deseo postergado de Mario Bojórquez

Por Adriana Iraís Dorantes

Sensible, audaz, sincero, Mario Bojórquez ofrece en su poemario El deseo postergado (Círculo de Poesía, 2018) una mezcla de sentimientos que llevan al lector a la identificación y a la angustia ante un mundo que parece inevitablemente condenado, en donde no hay opción de redención ni en el pasado ni en el futuro.

El poeta Bojórquez se vale de un lenguaje preciso y concreto para expresar los sentimientos encontrados en los que la voz lírica se ve envuelta y de los que no encuentra manera de resolver o concretar.

El deseo postergado está dividido en ocho partes, cada uno con un título que anuncia el contenido de éste pero que no lo revela completamente. La línea poética está dirigida básicamente a la denuncia de un mundo en condenación y de la condición de un hombre (tal vez todos los hombres) que están en una búsqueda constante pero que no pueden llegar a alcanzar nada.

La voz lírica se encuentra hablando a un hombre, que es él mismo, a través de la segunda persona, un método perfecto para ejemplificar el sentimiento de soledad que el poemario entero presenta. La voz, cansada, sabia pero triste se encuentra ubicada desde un futuro, en un tiempo donde es posible detenerse y voltear a ver al hombre, al poeta, que sufre.

Esta voz es la que recuerda al poeta (y al hombre en sí) su condición de criatura insignificante que no puede hacer nada para remediar su condición de inferioridad.

Bojórquez trabaja principalmente con ciertos tópicos específicos que funcionan como pilares dentro del cuerpo del poemario, tópicos que se repiten, se desdoblan y toman significados diversos, estos son: la otredad, la búsqueda, la nulidad de la existencia y del ser humano, la condenación y el eterno retorno.

A través de las palabras de la voz lírica se manifiesta el dolor de un hombre que está abandonado en el mundo y que busca eternamente una forma de redimirse y de consumarse hacia algo. En el eterno retorno, veremos que este hombre angustiado no encuentra la manera de trascender pues este mundo no permite la posibilidad de la trascendencia y por eso sufre constantemente y no alcanza a ser lo que quiere ser.

El pasado aparece como un fantasma pesadísimo que se ha anclado al hombre y que no lo deja existir con libertad y alegría; aquí, el poeta está en la situación angustiosa de querer olvidar el pasado para seguir con el futuro, pero se da cuenta de que no puede simplemente olvidar el pasado sino que necesita tomarlo y reagruparlo de alguna forma para que éste permita el paso del futuro. Sin embargo, el hombre jamás lo logra, el eterno retorno demuestra que sí es posible regresar al pasado con el afán de encontrar la redención pero no es posible lograrla en su totalidad, el hombre así está condenado a un regreso indeterminado y a veces ignorado a aquello que de todas maneras es irremediable.

La condición de condena aparece también a través de la soledad y la otredad, pues el poeta habla a un ser que es muchas veces él mismo y busca encontrar, a través de la identificación con el otro, una justificación para su propia existencia. Pero aquí todo está condenado a la desaparición o, peor aún, a la repetición sin sentido. La palabra, que sería el vehículo de liberación parcial de la condena, también se nulifica, llega un momento en que nada se oye y que hablar no significa tampoco nada.

Así, la existencia es nula e insignificante, la búsqueda no puede llegar a concretarse jamás pues cuando parece que se ha encontrado algo, esto no es sino la imagen misma del inicio de la búsqueda, de nuevo un eterno retorno donde nadie puede salir.

El juego entre presente, pasado y futuro resulta en la repetición constante, el pasado es muy doloroso como para asimilarlo pero se necesita de él para hacer un futuro y como el regreso al pasado tampoco soluciona nada, el hombre se encuentra atrapado en un presente eterno que no se mueve, que no cambia y que por lo tanto, es una condena.

La situación de la temporalidad se proyecta un poco más hacia la ironía de la vida en la que, la voz poética que ve al hombre desde otra perspectiva, se burla de la condición tan efímera y absurda de éste pues le demuestra que lo que es ya no será y que peor aún, lo que es ahora es algo que no quiere ser. Todo esto sin abrir una posibilidad al cambio o siquiera una trascendencia a la posibilidad misma.

El poemario en sí está construido de la misma forma laberíntica en la que expresa las ideas, parte del mismo lugar al que llega, un regreso, un silencio, una palabra vacía y el hombre que se encuentra sólo hablando hacia la nada, o bien, hacia la idea de que alguien le escucha.

Bojórquez logra condensar muchos sentimientos a través de palabras pertinentes que logran evocar otros sentimientos bastante profundos en el lector. Las metáforas son sutiles pero precisas, necesarias; cada gesto, cada imagen enfatizan los puntos que el poeta quiere tratar y transporta la angustia a un lector que quizá no se ha dado cuenta de la tragedia de su vida y lo irremediable de ésta.

 

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