La Flaca

Por Lina Suso/Paulina Villasuso Villalobos

Cada vez que cierro los ojos la veo, pero no sé que la veo. Es una especie de compañera de vida, pero nunca ha sido buena conmigo; eso sí, me deja descansar y cuida de mis sueños, por la mañana me recuerda “oye, debes despertar, ya ha llegado la luz del día siguiente” y yo me levanto y hago las cosas que comúnmente hago. Mi vida es bastante similar a la de ustedes, pero no sé si ustedes lleguen a pensar en ella. También me cuida cuando me enfermo, pero siento que lo hace bajo sus propios intereses. Ahora que lo pienso, ella nunca ha sido mala conmigo. Bueno, no lo había sido hasta ayer, por ahí de las nueve de la noche. 

Llegué a la casa y en casa grité que había llegado, las paredes permanecieron calladas y sólo el eco de ella, que no sabía que había llegado, me cobijó en ese hogar de ecos atorados. Yo creo que presentía cosas, pero yo tampoco sabía que ella lo presentía. 

Lo que siguió fue bastante pendejo de su parte. Cuando yo decidí cortarme las venas, se presentó sin querer hacerlo, me volteó a ver por unos instantes e intentó correr de mí. Yo me la agarré del pescuezo, aferrada la miré, me miró de regreso y se soltó, quiso salir y yo me agarré de sus patas, como si nunca en mi vida hubiera sabido cómo caminar sola. “Me voy contigo” le dije, y cuando me miró, juro haber visto la cara más triste de toda la tierra, fue como si el padre viera en su hijo un padre bien hecho, o si la estudiante ya no necesitara una maestra porque se hubiera convertido en ella. Sus ojos me estaban gritando que parara “ya basta” me decían “no te quieras quedar con mi trabajo, María”. Su cuerpo estaba caliente, como si de una fiebre se tratara; cayó al piso y buscó una pared para recargarse; comenzó a llorar, sus lágrimas se le marcaban por toda la cara, le pesaban bastante, yo creo que nunca había llorado porque estaban bastante oxidadas; se apartó de mí, pero ya no corrió, se me quedó viendo con mirada de jueza, se perdía luego entre sus pensamientos, al menos yo creo que eran sus pensamientos, y luego regresaba y me volvía a pedir en silencio que parara. “Por favor, basta”. Posó sus manos en su cara y dejó que el mar y sus olas reventaran en sus ojos, formando un río luego por el medio de su cuerpo “qué me has hecho” me decía “qué has hecho de mí. Por favor, para ya, ve a dormir, mañana pensamos qué hacer con este desastre”. 

Pero yo no podía, ya las piernas no me reaccionaban y el cerebro menos. La sangre que había perdido era bastante. Sin ella no hubiera sobrevivido, pero se aferró a mi vida esa Flaca pendeja. 

La verdad es que la sigo pensando, pero ya no me cuidará ni me ayudará, ni a ustedes tampoco para que entiendan el problema. Me parece lo más sensato que olvidemos este tema, oficiales. Sí ha muerto, pero si lo vemos en perspectiva, ella se suicidó. No sé que tan feo sentimiento le contagié que no me dejó jugar su juego. Puedo decir que era una idealista. Qué triste ¿no creen? Porque ahora viviremos pensando en ella, creyendo que vendrá y cuando todos vayamos pasando los cien años, nos daremos cuenta de su elección pendeja, porque fue muy pendejo elegirme antes que a ella. No falta mucho para que las hembras y los machos queden estériles, los bebés que aún no han nacido quedarán dentro de la panza de sus madres para toda la vida y las plantas no se marchitarán, pero no fecundarán ninguna fruta. Todos seremos parte del hambre más grande de la historia y sin ella no podremos hacer nada al respecto. Como no moriremos, caminaremos como monos chupados en busca de ella, de su jugo y no habrá nada ni para sorber. Lo más complicado será cuando el humano ya no pueda trascender. No me imagino lo que vendrá con eso, el humano es bien aferrado a esa pendejada de la trascendencia, no queda nada interesante por vivir sin ella ¿se dan cuenta? Piénselo un momento, díganme si hoy por la mañana no sintieron su pecho diferente, muy libre, tal vez. No sabremos que hacer con tanta vida, tanta libertad. El juego se acabó porque ya no podemos jugar con ella. 


Paulina Villasuso Villalobos. Nacida en 1999, en la ciudad de San Luis Potosí, México. Estudiante de la carrera de Escritura Creativa y Literatura en el Claustro de Sor Juana.
Quiere las lenguas extranjeras, ama el español, los senderos silenciosos y escucha trova de protesta para buscar inspiración.