Por Gerson Gómez

Confidencial N.L. es la rumorología del acto frecuente. Al norte de México corre la sangre. Siempre lo ha sido. Los grupos criminales presentes en las fuerzas estatales y municipales. En todas se infiltraron.

Usan ocultos en sus uniformes varios aparatos de comunicación. La mayoría de ellos privados. Hacen la labor de halconeo. Informan a sus superiores, fuera de la organización formal del gobierno.

Plata o plomo, idéntico a la época de Rodrigo Medina de la Cruz. Los indicadores demuestran el poderío de las células organizadas. Hemos caído de nuevo en garras del desgobierno.

Cada asesinato, desaparición o carpeta mal integrada, es muestrario de la colusión. Los mandos están rendidos. Voltean para otro lado. Minimizan y le dan legitimidad a las actividades de sus policías.

Samuel Alejandro García Sepúlveda lo sabe. Desconfía, con mucha razón, hasta de la sombra de sus pasos. El gobernador hace la labor de sus secretarios. Salir en la foto y sonreír. Hablar en pésimo inglés discursos de optimismo del happy problem.

Evita el estado para no salir raspado. Solo se queda cuando hay garantía de las fuerzas federales, de la milicia, los marinos, para resguardar su seguridad.

Deja al desamparo a quienes conocen actos de violencia, robo, cobro de piso, secuestro y ajuste de cuentas, cada momento, más cercano a las colonias residenciales. No solo en los guetos, sino en los fraccionamientos con casetas de vigilancia y buena vecindad.

Samuel debe responder ante el Congreso sus ausencias. Los verdaderos motivos. Decir tengo miedo y no escudarse en inversiones de saliva.

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