Misoginia y humor

Por Gerson Gómez

Nos acongoja la impudicia de los actores políticos. Su clara incapacidad de reírse de sí mismos.

En el laberinto de la soledad, Octavio Paz, muestra al mexicano como un personaje bragado y fuerte. Capaz de llorar de risa, con la tragedia. 

Al México contemporáneo, de las minorías polarizadas, no se le toca, no se le muestra, no se le cuestiona, no se le caricaturiza, no se le lanza carrilla.

Para eso lo protegen los tribunales. La incompetencia irracional y la corrupción de quienes deberían impartir justicia. Ocupar el costosísimo tiempo de sus exiguos trabajos.

Nos asusta lo expedito de sus resoluciones. La mordaza a la creatividad. A quienes por vía libre no reciben dinero del INE, CEE o de un partido político.

A quienes no son boots. Ni manipulan tendencias con encuestas trampeadas y con cuchara tamaño familiar.

A esos medios no los sesga ni los castiga nadie. Ni el pétalo de una metodología rigurosa. 

Para tres meses de campaña, de dinero en caudal, en pendones, anuncios panorámicos y artículos promocionales, debería ponerse un freno en seco.

Son inversiones a futuro. Compromisos triunfalistas para cobrar facturas al momento del triunfo. 

Nadie acusó a Televisa, con su serie “El privilegio de mandar”, de misoginia o de humor ácido. 

Ahora lo hacen con un influencer youtuber incipiente. Lo crucifican por descarriado, por lograr la sonrisa estridente. Lo someten al peor de los castigos: la disculpa pública.

No por género o preferencia sexual. Ahí está el detalle.