Líderes de primera línea
Por David Somoza Mosquera
¿El líder nace o se hace? Esta es una pregunta recurrente en el mundo de los negocios y la respuesta dependerá del cristal con que se mire. Ciertamente hay individuos que desde que nacen poseen una “estrella” que los hace distintos: tienen aptitudes y talentos innatos que podrían caracterizarlos a lo largo de sus vidas.
Es más, hay personas que nacen con la predisposición a ser líderes. Desde pequeños tienen la capacidad de comunicarse, interactuar, persuadir, entre tantas otras características propias del liderazgo. Ante ello, ¿debemos concluir que el líder nace? La respuesta es: “No necesariamente”.
Por ejemplo, aquellos que nacen con madera de líder si no explotan y encaminan esa habilidad es muy probable que eventualmente la “estrella” con la que vinieron al mundo pierda su brillo y hasta se apague.
Mientras que aquellos que aparentemente no nacieron con una habilidad innata para el liderazgo, podrían desarrollarla. Hurgando en su interior es posible que encuentren a ese líder que tienen escondido y lanzarlo al mundo. Es clave que descubran “eso” que los diferenciaría de ser un jefe tradicional.
Desde las empresas también se hacen grandes esfuerzos por desarrollar y formar líderes. Saben que para poder trascender deben apostar al liderazgo transformacional, aquel que fomenta una cultura de empoderamiento e inclusión, involucra a los empleados y construye equipos ágiles y de alto rendimiento.
Sin embargo, esos esfuerzos no siempre rinden sus frutos. Esto básicamente se debe, según explica la firma Boston Consulting Group, “a que la mayor parte de la capacitación para el desarrollo del liderazgo ocurre en el vacío. Los empleados asisten a una sesión única, regresan a sus escritorios y rápidamente olvidan lo que aprendieron”.
Las implicaciones de esta oportunidad perdida pueden ser significativas y entorpecer cambios positivos y significativos para la empresa y su talento humano. Ante ello, las compañías deben tomar cartas en el asunto y ejecutar estrategias de liderazgo que, de acuerdo con BCG, “ayudan a las personas a desarrollar nuevas capacidades todos los días y a adaptar sus comportamientos dentro del contexto de las rutinas diarias”.
La firma propone un enfoque para el desarrollo del liderazgo que está “estrechamente vinculado a la creación de valor”. El punto de partida es identificar las dos o tres capacidades que los líderes necesitan para cambiar fundamentalmente la trayectoria de desempeño de la organización.
De esta manera, “los líderes aprenden cómo ser excelentes en el contexto de su trabajo diario, utilizando un enfoque sostenible, orientado al crecimiento y con un propósito que rinde dividendos a lo largo de toda su carrera”, advierte BCG.
Visto lo anterior, entre las prioridades de las empresas debería estar el desarrollo del liderazgo, ya que las acciones y actitudes de los líderes impulsan el desempeño de varias maneras: mejoran el compromiso de los empleados, mejoran la productividad y cultivan una cultura empresarial innovadora e inclusiva.
¿Qué se quiere entonces? Líderes de primera línea que inspiren y motiven a los equipos para realizar cambios positivos y significativos en la compañía.