Sean Wheeler y Los Caminos: el alma, el ruido y el caos hermoso del soul punk
Por Michelle Cortina
En un mundo musical donde las etiquetas a veces aprisionan más de lo que describen, Sean Wheeler y Los Caminos encontraron su propia identidad: el soul punk. Un sonido que respira emoción, desgarre y melódica intensidad, y que se refleja tanto en sus grabaciones como en sus conciertos.
¿Cómo se mezcla el soul con el punk?
Sean: Empezamos a llamarlo soul punk después de una canción llamada Sí. El nombre nació casi en broma, pero terminó describiendo perfecto lo que hacemos. Quizá algunos no sean tan soul o tan punk… pero juntos, lo somos.
La química: un flechazo capilar
Rodrigo: La primera vez que vi su pelo, supe que la química era real.
Sean: (ríe) Sí, fue así de ridículo y tan real. Hace ocho años, entre clubes, amigos y desmadre, decidimos armar la banda.
Tres años de historia en un solo álbum
Sean: El disco que acabamos de lanzar es la suma de tres o cuatro años de trabajo. Primero tocamos canciones que ya había escrito, luego llegaron nuevas composiciones, shows por todo México… y un día, sin planearlo, vimos que teníamos suficiente material para grabar nuestro primer álbum.
‘Juan Lee’: adicción, nostalgia y una batería que duele rico
Rodrigo: Juan Lee aborda la adicción y la nostalgia brutal.
Sean: Me gusta cómo lo dijiste: dolor y nostalgia. Pero sí, Juan Lee es un adicto. La canción es cruda, pero también hermosa: la batería truena, la composición respira, y el personaje se pierde una y otra vez entre la ilusión y la caída.
La guitarra que respira México
Sean: La guitarra del track tiene dos firmas: la del guitarrista original y la del actual integrante. Él es más virtuoso; yo me pegué a su idea y trabajé más desde el ritmo. Aunque en vivo sea el único guitarrista, esa mezcla de estilos creó un sonido distintivo del proyecto.
¿Fue catártico escribir algo tan honesto?
Sean: No. Las letras fluyeron. Mi parte favorita es la imagen del sycamore tree, un respiro poético dentro de una historia que es pura tragedia. Juan Lee vive un infierno cíclico, un loop emocional que solo se rompe por segundos.

Tocar juntos: una escuela viva
Rodrigo: Para los músicos mexicanos del proyecto, tocar con Sean ha sido escuela, riesgo y crecimiento. Girar por distintos estados del país refuerza la mezcla cultural de la banda: músicos chilenos, mexicanos, estadounidenses… todos aportando algo distinto.
Componer: del semáforo al sueño
Sean: A veces la canción llega en un alto. A veces aparece en un sueño. Si no la escribes rápido, se esfuma. Así funciona la banda: intuición pura. Una melodía que se cuela, un ritmo que aparece de la nada, y la urgencia por capturarlo antes de que desaparezca.
Reinterpretar un clásico centenario
Rodrigo: Versionamos un himno antiguo que Sean ya tocaba antes de unirse al proyecto. Lo adaptamos, sumamos versos nuevos y lo hicimos nuestro. Pese al peso histórico, la canción suena íntima, viva, contemporánea.
Lo que cambia cuando una canción se toca en vivo
Sean: Entre más tocas una rola antes de grabarla, más se transforma. La versión del disco es el resultado de horas y horas de escenario: una canción que mutó, creció y encontró su forma final bajo los focos.
¿Dónde se unen el soul y el punk?
Sean: El punk es música, pero también actitud. Una herencia que cargo desde los 80. Aunque cante soul o country, mi corazón sigue siendo punk. Esa mezcla —la crudeza con la emoción— crea el puente emocional entre ambos géneros.
La verdadera esencia del proyecto está en vivo
Rodrigo: Aunque el disco suena increíble (fue mezclado por Alan Johannes), el corazón del proyecto está en el escenario: ver a Sean, ver cómo la banda respira junta, ver cómo las canciones vibran. La experiencia en vivo es el punto de entrada real.
México en el centro (literal)
Sean: El proyecto ya se siente mexicano. Las letras hablan de la Ciudad de México, los músicos vienen de distintos puntos del país y del mundo. Es multicultural, vivo, en construcción. El cuadro todavía no está terminado, y puede que nunca lo esté. Siempre puede llegar alguien más.
Rodrigo: Chavela Vargas era punk. Súper punk.
Sean: Exacto. Esa energía, irreverencia y honestidad atraviesan todo lo que hacemos.