El verdadero rol de López Obrador en el caso del General Cienfuegos

Espada de Dos Manos
Por Marcelo Fabián Monges / Escritor y periodista
Viernes 20 de noviembre de 2020

Asombrosamente, al parecer, muchos analistas piensan que el rol de López Obrador en el caso del general Cienfuegos ha sido casi el de simple espectador, el de sorprendido con la detención del general, y el del sorprendido con la medida completamente inusual en el sistema de justicia norteamericano de su liberación, aun cuando el gobierno de México haya realizado gestiones en este sentido.

Pero quienes creen que López Obrador pasó simplemente de las contradicciones iniciales, diciendo que ya tenían información de que iban a detener al general Cienfuegos, quince días antes, a través de la Embajadora de México en Estados Unidos; a decidir quejarse diplomáticamente porque no se le había avisado al gobierno de México, o de vapulear al ejército, diciendo que la detención del general era prueba de un narcogobierno, no parecen valorar la verdadera naturaleza de las fuerzas en juego. Un buen jugador de ajedrez debe conocer a su contrincante. En este caso para analizar esta partida, haciendo una analogía con el escenario y los movimientos que determinaron esta historia de la detención y la liberación del general, hay que conocer la naturaleza de los dos contrincantes.

Evidentemente, López Obrador no sabe jugar al ajedrez. Por eso no es alguien que considere que luego de hacer un movimiento en el tablero político, en el ajedrez le toca mover al otro. Es decir, cuando uno mueve una pieza en ajedrez, luego le toca mover al oponente. Los jugadores de ajedrez no son autómatas, si algo tienen que tener en cuenta, es lo que hará el oponente. Algo que evidentemente López Obrador no hace. Por eso en el caso Lozoya, López Obrador se jactó de que ya saldría otro video, que pondría entre las cuerdas a sus antiguos adversarios políticos, incluyendo a prácticamente todos los expresidentes, al menos desde Salinas a esta parte, pero jamás consideró que los otros podían hacer algo, que tendrían armas con qué defenderse, o que no serían mancos. De repente, López Obrador en el caso Lozoya se llevó su primera gran lección sobre el tema. Un día se desayunaba con el hecho de que sus rivales no eran mancos, y, como en el ajedrez, tenían piezas para mover. Así fue como a los videos de Lozoya le siguieron los videos de Pío López Obrador. De los cuales, solo llegaron a la luz pública una ínfima parte, pero sus oponentes se encargaron de que en Palacio Nacional, supieran que había al menos 15 más. En ese contexto, mientras López Obrador se había envalentonado y sentía que metía en su bolsa a los expresidentes Calderón, a Peña Nieto, a Fox, a los que se ha cansado de vapulear, ya agrandado, el habitante de Palacio Nacional ampliaba la lista e incluía al expresidente Salinas de Gortari.  Desde esa órbita recibió un mensaje contundente. Salinas de Gortari le dijo públicamente que recordara que su nombre también era marca registrada. Solo un tonto no entendería lo que le quiso decir. Era un mensaje muy claro y contundente.

La relación de estos hechos con el caso del general Cienfuegos está, en el hecho de que López Obrador no aprendió la lección. El macuspano no aprendió que por más poder que tenga como presidente, en la política, como en el ajedrez, sus oponentes también tienen piezas y las mueven.

Quienes creen que en la detención del general Cienfuegos nada tuvo que ver el macuspano, subestiman la perversidad de López Obrador y desconocen la naturaleza de las fuerzas que jugaron esta partida.

En lo personal, me llama mucho la atención, que en prácticamente casi todos los análisis del lado mexicano de lo que sucedió, no se contemple el hecho de una operación política de López Obrador, solicitándole a Trump, detener a Genaro García Luna en Estados Unidos como al General Cienfuegos.

A López Obrador hay que saberlo mirar bien. En López Obrador no hay únicamente lo que se ve. En la actitud de un perverso no hay únicamente lo que él nos muestra y lo que se puede ver en su rostro. Si alguien es afecto a las operaciones políticas y tiene suficientes mañas y colmillo para eso, es López Obrador. Para mencionar solo dos ejemplos de la forma de operar políticamente de López Obrador. Es él quien financia a los anarquistas, que hacen destrozo en el centro de la Ciudad de México y en otras partes del país, lo sabía el antiguo CISEN desde hacía años, por eso en su gobierno nadie los detiene nunca en ninguna parte. Pero también es él quien después de los actos vandálicos de los anarquistas sale dando discursos como pacificador. Otro ejemplo está en el sistemático repudio organizado desde Morena en las visitas de López Obrador a gobernadores de oposición. Mientras es él quien instruye la organización de los abucheos a los gobernadores, también es él quien en los eventos sale haciéndose el pacificador.

Esto es lo que sucedió con el caso Cienfuegos. Es exactamente la misma forma de operar. López Obrador, que no se ha cansado de vapulear a las fuerzas armadas, desde que era candidato hasta el día de la detención del general Cienfuegos, operó con Trump la detención de Genaro García Luna y del general Cienfuegos. Su jugada, en términos de perversión, era inteligente. Los dos son detenidos en Estados Unidos, él no tiene nada que ver, les cae encima un poder como el de la DEA y la justicia Norteamericana, con todo el peso moral, político, y jurídico desde luego que esto significa e inmediatamente quedan vinculados a estos hechos, los expresidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. A esto hay que sumarle que los personajes detenidos en cuestión, como es costumbre, sobre todo en quienes van presos por cuestiones de narcotráfico, es decir de negocios, no de ideales, querrán salvar su propio pellejo primero, por lo que es lo más seguro que se pondrán a colaborar, y para ello deberán hundir a sus antiguos jefes. Y así la jugada de López Obrador terminaba siendo completa y lograba meter a la cárcel a dos expresidentes, y con ello afirmar, como lo hace permanentemente que los otros son los corruptos. Y en términos del pensamiento de López Obrador y sus más ciegos seguidores, esto significa decir que los otros son los corruptos y que él no, o su movimiento por su puesto que no.

A tal punto había llegado el ninguneo y la falta de respeto de López Obrador a las fuerzas armadas, que les había ordenado no defenderse, aún cuando fueran atacadas. Entonces durante todos los primeros meses de su gobierno, vimos escenas en distintas partes del país, donde militares eran retenidos, golpeados, humillados, por miembros del crimen organizado, e incluso por civiles, pero no se podían defender, porque tenían órdenes de no hacerlo. Esto fue así hasta que la situación fue provocando descontento en el ejército y tuvo que cambiar la orden.

López Obrador, cebado, en su mojarle la oreja al ejército, fue demasiado lejos y pactó con Donald Trump la detención del general Cienfuegos.

Nada más que, como alguien que no sabe jugar al ajedrez, y que no calcula que sus oponentes también tienen piezas para mover, López Obrador nunca calculó la reacción y el enojo del ejército que sobrevendría con la detención del general Cienfuegos.

López Obrador confió en los negocios que le ha otorgado a la cúpula del ejército. En que ya tendría comprado a sus altos mandos con eso. Pero no calculó que la detención del general Cienfuegos también los ponía en peligro a ellos y entonces, estos estaban obligados a reaccionar.

Para los que dudan que la detención de Genaro García Luna y del general Cienfuegos es parte de una solicitud de López Obrador a Donald Trump, y ven esto como difícil, no deben esforzarse tanto para saber que es posible, de la misma forma que López Obrador, presionado por el ejército, tuvo que salir corriendo a pedirle a Donald Trump que le devuelva al general Cienfuegos y que lo mande de vuelta, si no se le iba a incendiar el gallinero. Si Trump le devolvió al general Cienfuegos como un favor, pese al papelón que esto significaba políticamente para su administración, bien pudo haberlo detenido como un favor a López Obrador.

Los que creen que el rol de López Obrador en la detención del general Cienfuegos se limita a estar perdido y desconcertado, se equivocan. De lo que no hay dudas, es que López Obrador a la hora del armado de sus operaciones políticas no tiene en cuenta las posibilidades reales de sus adversarios, o de a quiénes afecta en sus intereses, y en este caso con el ejército se fue de pista y se pasó de largo. Y eso es un dato muy revelador.

Lo que sigue será circo. Desde luego a Cienfuegos no le pasará nada. Es más, al interior de Palacio Nacional ni se les ocurre molestar a Cienfuegos de verdad, a no ser para tratar de salvar las apariencias.

Pero el rescate de Cienfuegos, que terminaría siendo en realidad el rescate del gobierno de López Obrador de las manos de las fuerzas armadas, ahora es presentado como un triunfo diplomático de esta administración. Todo sea para salvar las apariencias.

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